
América
 Latina, por historia, cultura, recursos y población, debería ser un 
actor protagónico en los grandes escenarios mundiales. No obstante, lo 
que se advierte es una ausencia marcada de la voz latinoamericana en 
éstos. O bien cabría la pregunta, ¿existe tal cosa como una voz 
latinoamericana? ¿O lo que más bien hay son países de la zona de escaso 
peso específico geopolítico que, en función de la orientación ideológica
 de sus gobiernos, tienen cierta participación en dichos escenarios o se
 limitan a adherirse a la política exterior de turno estadounidense? A 
partir de la crisis mundial desatada por la emergencia del coronavirus y
 la guerra de precios del petróleo que abrieron el pasado fin de semana 
Rusia y Arabia Saudita, dos desafíos recientes, pongamos en perspectiva 
la ausencia latinoamericana mencionada.
El
 coronavirus COVID-19 ha infectado alrededor de 110,000 personas en más 
de 100 países. La mayoría de los infectados (sobre 80 mil) han sido en 
China. A su vez, ha dejado un saldo, hasta ahora, de más de 4 mil 
muertes de las cuales unas 3, 100 han sido en China. Italia, Irán y 
Corea del Sur son, después de China, las naciones más afectados en 
cuanto a contagios y decesos. Hasta el 3 de marzo, la tasa de mortalidad
 global del virus rondaba el 3.4%i.
 Mientras que en más de un 80% de los casos no registra síntomas o bien 
no deriva en ninguna gravedad. Otros virus parecidos como el MERS de 
2012 originado en Arabia Saudita y el SARS de 2002 en la provincia 
Guandong de China, tuvieron tasas de mortalidad mayores: 34% y 9.5% 
respectivamenteii.
 Por tanto, la mayor amenaza de este coronavirus radica en la facilidad 
con la que se propaga y que aún no se está cerca de encontrar una 
vacuna.
Sin embargo, más 
allá de esos datos generales, coloquemos el foco en términos 
geopolíticos. El coronavirus exige un esfuerzo mundial, lo cual, 
asimismo, se ve dificultado por la presencia de gobiernos e imaginarios 
anti globalización tan instalados en el mundo de hoy. Es una enfermedad 
que se propaga rápidamente por aeropuertos, centros turísticos e 
intercambios cotidianos entre personas en ciudades. Y que llama a los 
países centrales del mundo (algunos directamente afectados por el virus 
como Estados Unidos, Italia y España) a aportar soluciones articuladas 
poniendo presupuestos, recursos técnicos y visión. Así las cosas, 
constituye un desafío a la gobernanza global (buena parte de la misma 
estancada en caducas dinámicas post segunda guerra mundial del siglo XX)
 que habrá de impulsar replanteamientos y reconfiguraciones en la misma.
 ¿Quién o quiénes hablarán por los latinoamericanos y caribeños en esos 
espacios que se abrirán?
Por
 otro lado, el pasado viernes 7 de marzo se cerraron sin acuerdo las 
negociaciones entre Rusia y la OPEP que tenían como objetivo reducir la 
producción mundial de crudo ante la disminución de la demanda provocada 
por el coronavirus. Lo cual el pasado domingo provocó una caída del 
precio del petróleo del 30%. Y hay que situar en un contexto geopolítico
 esta caída. Los tres principales exportadores de petróleo del mundo son
 Estados Unidos, Arabia Saudita y Rusia, en ese orden. A partir de 
septiembre de 2019, Estados Unidos comenzó a exportar más petróleo que 
el que importaba convirtiéndose así en exportador netoiii.Sitial
 que alcanzó, en gran medida, debido a la política del presidente Donald
 Trump de incentivo a la producción petrolera por medio de la extracción
 por fracturación hidráulica -petróleo de esquisto- con fines de que las
 petroleras estadounidenses aumentaran su cuota de mercado mundial. El 
presidente norteamericano, un ignorante que desdeña la ciencia, apoyó a 
los productores de esquisto aun a sabiendas del negativo impacto 
ambiental de este tipo de extracción petrolífera. El supremacismo 
trasnochado y lineal de Trump, le indicó que lo importante era cumplir 
su promesa de convertir su país en “autosuficiente” en cuanto a 
hidrocarburos.
Empero, el 
problema con ello es que el petróleo de esquisto tiene un alto costo de 
producción. Mientras que países como Rusia y Arabia Saudita, por la 
capacidad instalada y el tipo de petróleo extraído, producen a mucho 
menor costoiv.
 Para que sea rentable el petróleo norteamericano de esquisto, el precio
 de referencia mundial debe rondar no menos de los 50 dólares 
aproximadamente. Actualmente, cuando Rusia y Arabia Saudita, al menos en
 el corto plazo, se lanzarán a una guerra de precios, el precio del 
barril no subirá de los 40 dólares indican expertos. La caída del 
domingo -de 30%- lo ubicó en torno a los 35 dólares.
Detrás
 de esta disputa rusa y saudita se podría entrever el interés de los 
rusos de golpear la producción petrolera estadounidense; algo que desde 
2014 no se hacía. Lo cual tiene que ver con una clave geopolítica que la
 podemos encontrar en las sanciones a Rosneft (principal productora rusa
 gestionada con capital público y privado y participación internacional)
 que puso la administración Trump “por la relación comercial” con 
Venezuela. Rusia lo denunció como una jugada para quitar cuota de 
mercado a sus productoras de crudo. Desde un punto de vista 
estrictamente comercial, no se explicaría la postura rusa de negarse a 
límites en la producción; lo que en el corto plazo llenará el mercado de
 petróleo barato y a descuento por parte de Arabia Saudita quien tiene 
mayor capacidad instalada (ARAMCO, la principal productora saudita, 
puede ser rentable con el barril a 30 dólaresv).
 Pero sí se explica como una medida geopolítica para golpear las 
petroleras norteamericanas que, además de estar altamente endeudas (es 
decir, financiarizadas), sustentan sus cuotas de mercado en el esquisto 
que es caro de producir. Entonces, los rusos, a la vez que provocan un 
reordenamiento del mercado mundial donde perderían al corto plazo, pero 
ganan al medianovi,
 provocan rupturas a lo interno de E.U con los productores presionando 
al gobierno de Trump ante las pérdidas que sufrirían. Rusia, en ese 
contexto, estaría jugando fichas geopolíticas a partir de su política de
 producción petrolera.
En 
cuanto a América Latina y el Caribe, esta guerra de precios del 
petróleo, en medio de la crisis del coronavirus, golpeará nuestras 
economías significativamente. Y ya se está viendo con las caídas de las 
monedas de México, Chile y Perú. El golpe es doble porque son economías 
que dependen de la exportación de materias primas a China, cuya 
productividad estará a la baja los próximos meses por ser el foco del 
virus. Y, por otro lado, son economías donde la exportación de 
hidrocarburos es una de las principales fuentes de divisas. Venezuela, 
cuya capacidad de captar divisas de por sí está en el piso por las 
sanciones imperiales y por la ineficiencia de su propio gobierno, 
probablemente será muy golpeada. No obstante, si Rusia logra reordenar 
el mercado petrolero al margen de la OPEP, siendo Venezuela socio 
estratégico ruso en el plano geopolítico, posiblemente ganará al mediano
 plazo. La mayoría del resto de países de la región, ajustados a la 
política imperial estadounidense, no podrán decir lo mismo y por tanto 
estarán en mayor riesgo. Los pesos pesados del mundo están disputando 
fuerte. Y América Latina, con esta mayoría de gobiernos de derecha 
tontamente serviles al imperialismo norteamericano, no tiene voz propia 
en estas disputas.
Así, 
llegamos al punto central de este análisis, que es repensar la 
integración regional para poder tener peso en la geopolítica mundial. A 
fin de construir mecanismos de integración que nos permitan tener una 
voz propia en los espacios y coyunturas donde se dirimen las grandes 
problemáticas y disputas globales en el mundo de hoy. Lo cual pasa, en 
primer lugar, por una mirada crítica a estructuras integracionistas que,
 en la pasada década, bajo mayoría de gobiernos progresistas, se 
impulsaron en la región. Tales como UNASUR, CELAC y ALBA. Hoy día, 
cuando la realidad ideológica de la región es la inversa, esto es, 
mayoría de gobiernos conservadores, estas estructuras están 
prácticamente muertas. Bastó que, a partir de 2015 con el triunfo de 
Macri en Argentina, comenzara la restauración conservadora 
latinoamericana para que, en muy poco tiempo, se destruyeran estos 
organismos. Que sí eran importantes por su potencial y proyección al 
futuro en el sentido de proveernos de espacios donde resolver problemas 
regionales; crear mecanismos formales de gobernanza regional; y desde 
los cuales tener una voz con la que posicionarnos como bloque en el 
mundo. Un mundo actual en el que la política mundial se define desde 
bloques regionales. Y, por otro lado, marcado por disputas geopolíticas 
entre Estados Unidos contra China y Rusia y otras potencias emergentes.
En
 ese sentido, debemos superar estructuras como la OEA con su sesgo pro 
estadounidense -debido a la historia de su creación- y al hecho de que 
más del 60% de su financiamiento depende de Estados Unidos; lo que 
evidentemente limita su capacidad de acción autónoma. Y ya vimos cómo la
 OEA, dirigida por un siniestro personaje como Luis Almagro, un 
trasnochado derechista empantanado en visiones caducas de guerra fría, 
puede ser un instrumento tan destructivo y polarizador impulsando golpes
 de Estado contra gobiernos de izquierda, al tiempo que solapando 
represiones brutales en otros países de gobiernos conservadores amigos. 
La OEA no puede ser parte del futuro de la integración regional porque 
no fue hecha ni funciona en función de nuestros intereses 
latinoamericanos. Es un organismo neocolonial que más crea problemas de 
los que resuelve. Y que, por tanto, impide que construyamos una visión 
de bloque regional más allá de las diferencias ideológicas entre 
gobiernos.
Debemos 
superar, también, la incidencia de gran parte de nuestras élites las 
cuales conservan visiones de subordinación ideológica hacia Estados 
Unidos (lo cual evidencia una gran inmadurez cultural e histórica); y 
que a lo interno de nuestros países bloquean, desde su influencia 
mediática y en tanto propietarias de medios de producción y sectores 
bancarios, cualquier apuesta de integración soberana que se proponga. Lo
 hacen desde un sentido común muy instalado, según el cual hablar de 
soberanía y antiimperialismo es sinónimo de “chavismo” o “marxismo”. Eso
 debe desmontarse hacia visiones incluso más de tipo pragmáticas: es 
decir, la integración regional en clave de soberanía y sin injerencia 
imperial para impulsar una agenda de intereses propios, no se trata de 
derecha o izquierda, sino de sobrevivencia en un mundo actual en el que 
ningún país latinoamericano tiene el peso específico suficiente para 
negociar por sí solo con las grandes potencias.
Hay
 que trabajar mucho desde la superestructura cultural generadora de 
sentidos e imaginarios, así como desde la política formal, para generar 
consensos dentro de nuestros países, y a su vez regionalmente, dirigidos
 a la creación de esos mecanismos de integración soberanos. Articulando 
universidades y sectores del conocimiento de cara a la participación 
latinoamericana en debates y pugnas globales referidas a ámbitos 
centrales del mundo de hoy como son la inteligencia artificial, 
ingeniería genética e internet de las cosas. Tenemos con conjugar todo 
aquello desde entendidos políticos de soberanía regional amplia y 
superadora. Es la única forma de que tengamos, por fin, voz propia en el
 escenario mundial actual y futuro. Para que dejemos de ser enanos 
geopolíticos que sólo consumimos conocimiento sin producirlo 
articuladamente; que sólo tenemos cierta fuerza si nos aliamos con otras
 potencias; donde vienen chinos, rusos y el viejo imperialismo 
norteamericano a trazarnos líneas ajenas a nuestros verdaderos 
intereses; y que crisis como el coronavirus y de los precios del 
petróleo no tenemos mecanismos para enfrentarlas coordinadamente.
Notas
ii https://economictimes.indiatimes.com/news/international/world-news/covid-19-outbreak-mers-sars-had-higher-fatality-rates/articleshow/74467911.cms?from=mdr
v https://www.saudiaramco.com/-/media/images/annual-review-2017/pdfs/en/2017-annualreview-full-en.pdf
vi https://www.forbes.com/sites/ellenrwald/2020/03/09/russia-will-beat-saudi-arabia-in-this-oil-price-war/#1f97769314a6https://www.alainet.org/es/articulo/205185
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