▲ En el puente internacional Simón Bolívar continuaban ayer las escaramuzas entre opositores al gobierno de Nicolás Maduro y la Guardia Nacional venezolana. |
Crisis en Venezuela
Festejan militares: la plaza sigue intacta
Pence estará hoy con el Grupo de Lima
Chavismo celebra derrota de la oligarquía
Fracasa ataque de paramilitares a destacamento militar de La Mulata
El sábado
contuvimos, aflojamos, empujamos y actuamos con inteligencia: Diosdado Cabello
San Antonio de Táchira. Venezuela. Como si fuera una
metáfora de lo que hoy está en juego en Venezuela, el retrato de Simón
Bolívar que se encuentra a la entrada del cuartel del puesto La Mulata,
del segundo pelotón de la Guardia Nacional Bolivariana, tiene un balazo
en la frente y otro le destruyó la mandíbula del lado derecho.
Las ráfagas agujerearon, también, el letrero que da la bienvenida, la
cocina, las habitaciones de la tropa y el retrato del general López
Contreras, fundador de la Guardia Nacional Bolivariana.
La segunda muerte del Libertador de las Américas ocurrió los primeros
minutos de este domingo, cuando un grupo armado irregular, de unos 60
hombres, atacó el destacamento militar de La Mulata.
¡Negociemos! ¡Ríndanse! ¡Entreguen las armas! ¡No mueran por el gobierno de Venezuela!, les gritaron a los soldados.
Pasadas las 12 de la noche, los atacantes rodearon al comando de zona
N° 21 destacamento 212, dispararon sucesivas ráfagas por la entrada y
la retaguardia, gritaron
les traemos un regalitoy lanzaron una granada. Iban armados con rifles Fal y R-15. Venían de Colombia.
Cuando el teniente coronel Douglas Omaña, responsable del
destacamento, se comunicó con el general de brigada Manuel Castillo,
comandante de la 21 brigada del ejército, para reportarle el ataque,
éste le ordenó:
¡Mantén la posición! ¡No vayan a dejar el puesto! ¡Ya voy en camino!Le dispararon al coche del capitán de la guardia y rompieron el parabrisas.
El ataque duró más de una hora. El teniente coronel acató la orden y
la tropa, formada por hombres y mujeres, resistió disciplinada. No
sufrió bajas. En cambio, los atacantes debieron tener heridos, a juzgar
por los rastros de sangre dejados en el camino.
La Mulata forma parte del municipio de Ureña, paraíso del
contrabando, territorio parcialmente bajo control de los paramilitares
colombianos y, hasta el cierre de las fronteras, una próspera zona
industrial. Su zona rural, pegada al río, está llena de caminos ilegales
por donde transitan vehículos cargados con gasolina y mercancías de
estraperlo. Es, también, una fábrica de paramilitares venezolanos,
contagiados por sus pares colombianos.
Ureña fue, el 23 de febrero, escenario de una de las más violentas
arremetidas de los simpatizantes del autoproclamado presidente Juan
Guaidó. Los guarimberos bloquearon calles y avenidas, quemaron
camiones y trataron de adueñarse de la ciudad. Llevaban piedras, palos y
bombas molotov al por mayor, y algunas armas de fuego.
Su plan era relativamente sencillo: con el despliegue de una
relativamente experimentada red de grupos de acción directa callejera,
conquistar un territorio para establecer allí la sede del gobierno de
Guaidó. El ataque al cuartel horas después les habría permitido una
sonora victoria militar.
Pero, una cosa son los planes y otra la realidad. Los guarimberos se
enfrentaron no sólo a la labor de contención de la Guardia Nacional
sino al despliegue de las milicias populares y los colectivos chavistas.
Fue, literalmente, una batalla campal de más de 12 horas que ganaron
los bolivarianos. Lo mismo sucedió en La Mulata. Aunque los atacantes
doblaban en número a los soldados y estaban equipados con armas de alto
poder, los segundos conservaron la plaza.
Una batalla en forma
Por la carretera que une San Antonio y Ureña a la capital de Táchira, marchan pequeños grupos de jóvenes guarimberos con su mochila al hombro. Son las tropas de un sui generis ejército
informal derrotado y en retirada. Llegaron a la frontera con Colombia
para participar en la batalla final contra el gobierno de Nicolás Maduro
y se repliegan, otra vez, sin obtener su ansiada victoria.
En el antes próspero negocio del contrabando tachirense el
antichavismo reclutó a muchos de sus adeptos locales. El cierre de las
fronteras entre Colombia y Venezuela los radicalizó aún más y engordó su
base social. Este 23 de febrero, esperaban ansiosos su
Día D.
Edgar, de La Fría, estaba seguro que ahora sí ganaban. “La situación
es desesperante –me dice–. Aquí no falta la comida. Es zona ganadera y
más alto se cultivan vegetales. Pero es imposible conseguir cauchos
(neumáticos) y refacciones y tantas otras cosas más. Así que ayer era el
día. Maduro se tenía que haber ido. Los militares tenían que haberlo
echado. Pero, otra vez, no pasó. ¡Estoy decepcionado!
A ver qué dice el lunes Mike Pence. Yo espero que entren los gringos. Este señor Trump es un engreído, pero los que yo conozco son buenos. No nos van a hacer nada malo. No tenemos nada más.
Del otro lado de la cancha, el chavismo festejó con bombo y platillo
el triunfo del 23 de febrero. En un festivo mitin en San Antonio, en el
que, entre cantos, bailes y consignas, participaron milicianos y
colectivos que defendieron el puente internacional Simón Bolívar durante
casi 15 horas, Diosdado Cabello y la mayoría de los jefes militares
celebraron la exitosa
defensa de la patria, la soberanía, el derecho a ser libres, la derrota de la oligarquía.
Ante la multitud, Cabello reivindicó la alianza cívico-militar.
Exaltó la derrota de Donald Trump “verdadero jefe de la asonada, de los
fantoches (‘no tienen principios, sólo billetes de por medio’) y del
becerro de al lado” (Iván Duque). Recordó que
ni un camioncitode la
ayuda alimentariapasó. Al senador estadunidense Marco Rubio le respondió diciéndole:
Venceremos.
Explicó la táctica que siguieron en los combates del día 23.
Contuvimos, aflojamos, empujamos, actuamos inteligentemente. No les dimos el muerto que querían. Y advirtió:
No hemos peleado aún. Nos hemos limitado a defender nuestro territorio.
Un ejemplo de esa estrategia se vio en el puente Simón Bolívar, en
San Antonio, en donde, el comandante Franklin Rivera, jefe del
destacamento 212 en San Antonio, sacó el estandarte de Hugo Chávez y, a
bordo de un vehículo blindado se lo llevó a la mitad del puente, al
frente de la milicia y la Guardia Nacional.
De esta manera se diferenció de los tres desertores que se robaron
dos vehículos blindados y embistieron la multitud que quería pasar a
territorio venezolano.
Al igual que en Ureña, allí también se combatió durante 15 horas. Los
civiles se turnaban para pasar al frente y confrontar a los opositores.
Las mujeres de edad preparaban agua de limón y alimentos para abastecer
a quienes resistían. Otros conseguían piedras y las rompían. Mientras
los guarimberos lanzaban cocteles molotov desde abajo del puente y le prendían fuego a siete personas.
Pero, más allá de las sensaciones de triunfo y derrota claramente
vividas por los campos en pugna, y del asalto al cuartel de La Mulata,
este domingo siguieron produciéndose escaramuzas constantes, ya sin el
empuje y la voluntad de avanzar que los opositores mostraron el sábado.
Desde el lado colombiano, los guarimberos lanzaban piedras y
trataban de acercarse por debajo de los puentes, al tiempo que, montados
en una góndola atravesada en el puente, mostraban armas de fuego.
Por lo pronto, la nueva fecha clave de la ofensiva opositora es este
lunes 25, con la reunión del Grupo de Lima en Colombia, con todo y el
vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, incluido. En el aire
rondará la posibilidad de una invasión militar estadunidense o
colombiana.
Foto Afp
Luis Hernández Navarro
Enviado Periódico La Jornada
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