Por Esto!
Hace poco más de 100
años, México tenía un Presidente muy popular, muy querido y
democráticamente elegido, nombrado Francisco Madero. Decidido a reducir
la influencia extranjera y las ganancias obscenas que salían del país,
Madero quería elevar el nivel de vida de su pueblo. Los intereses
financieros de Wall Street rechazaban tales proyecciones del presidente
de un país dentro de su esfera hegemónica y orquestaron un golpe
militar en su contra y se aseguraron de que éste fuera brutalmente
asesinado.
El periodista e investigador Martín Sieff, en la
edición de enero 21 del diario digital de la Fundación de Cultura
Estratégica, a partir de la similitud ortográfica de los apellidos
Madero y Maduro, aclara que el presidente de México a quien se refiere
no tiene relación de identidad alguna con el líder bolivariano y
chavista Nicolás Maduro, Presidente de Venezuela, pero los paralelismos
y contrastes entre los dos hombres invitarn a la reflexión.
Francisco Madero, el líder reformista idealista que gobernó en México
como Presidente de 1911 a 1913, no tenía la inteligencia política
callejera y el sentido común que ha mostrado el líder venezolano
Nicolás Maduro.
Madero confió ingenuamente en el comandante en
jefe del ejército que había heredado de su predecesor el presidente
Porfirio Díaz, el general Victoriano Huerta. Huerta había ejercido a lo
largo de los 35 años de gobierno de Díaz, desde 1876 hasta 1911,
llevando a cabo campañas genocidas contra los indios yaquis y los
mayas.
En 1913, los intereses de Wall Street apoyaron con
entusiasmo a Huerta cuando éste dio un golpe contra Francisco Madero.
El presidente estadounidense de la época era Woodrow Wilson, un racista
recalcitrante que despreciaba al pueblo mexicano, estuvo inicialmente
de acuerdo con el golpe de Huerta.
Los enormes intereses
financieros y mineros de Nueva York , estaban ansiosos por seguir
saqueando los recursos de México en tiempos en que más del 90% de su
población vivía virtualmente esclava en la espantosa pobreza que Díaz
representaba y defendía.
En la última década del gobierno de
Porfirio Díaz -apoyado por los bandidos financieros de Wall Street, y
por las administraciones complacientes de Theodore Roosevelt y William
Howard Taft- al menos 600,000 personas trabajaban hasta la muerte como
esclavos rurales en las propiedades de los partidarios de Díaz. No se
oyó ni un susurro de desaprobación por parte de Washington al golpe de
estado de Huerta, quien gobernó con su habitual brutalidad matona
durante menos de un año y medio hasta que fue expulsado tras una breve
pero sangrienta guerra civil.
Huerta huyó, por supuesto, a
Estados Unidos, pero luego cometió el error de alentar a los líderes
empresariales y militares estadounidenses por igual a abrazar
abiertamente a la Alemania Imperial para planear su regreso
militarista.
Huerta murió bajo custodia militar estadounidense
en 1916 después de una noche de juergas. El envenenamiento por parte de
los estadounidenses era ampliamente sospechado, pero la causa podría
haber sido simplemente el consumo excesivo de alcohol. Su autopsia
reveló una cirrosis hepática extrema.
Hasta el día de hoy,
Huerta es vilipendiado como el asesino en masa y cobarde herramienta de
los cínicos intereses extranjeros que era, mientras que el bien
intencionado, pero ineficaz Madero es amado por el pueblo de México.
Los días transcurridos desde el inicio del golpe de Huerta hasta la
ejecución del presidente - junto con su propio hermano y vicepresidente
-por un improvisado pelotón de fusilamiento son recordados como La
Decena Trágica, Los Diez Días Trágicos.
En los años siguientes,
México soportó todos los horrores de un estado colapsado, con bandas
rivales que se masacraban entre sí y a todos los que se le interponían.
La población del país cayó en picada de 15 millones en 1910 a 11,6
millones una década más tarde. Más 25 % de la población total del país
murió en los años de violencia anárquica desatada por el asesinato del
Presidente Madero por el odiado Huerta.
La decena trágica sigue
resonando en México hasta el presente, cuando el actual presidente
Andrés Manuel López Obrador resiste enormes presiones de la
administración Trump para que México reconozca a su títere, Juan
Guaido, como presidente de Venezuela al tiempo que reverencia al
martirizado presidente Madero y recuerda con dolor los baños de sangre y
el caos que el odiado Huerta desató en su reemplazo.
Madero
confió ingenuamente en el honor de quien fuera su comandante del
ejército, el asesino Huerta. Por el contrario, Nicolás Maduro como
Presidente de Venezuela, al igual que su predecesor y mentor político
Hugo Chávez, se han preocupado por tener siempre un alto mando del
ejército leal a los líderes civiles nacionales elegidos
democráticamente.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.co m/
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