De cuando en cuando voy a comprar a una panadería de dueños árabes que venden pan mexicano y  tienen empleados mexicanos. Nadie se imaginaría que esos árabes comen gracias a los latinos indocumentados que viven en los edificios del poblado. Llegan en sus Mercedes Benz  de lujo y se estacionan atrás para que los clientes no los vean entrar. Ninguno de ellos se acerca al mostrador, la cara la dan los empleados mexicanos. La mayoría de los millonarios que viven en los suburbios del norte de la ciudad tienen sus negocios en los barrios populares donde viven los indocumentados latinoamericanos: bufetes de abogados, clínicas médicas, tiendas. Y estos millonarios no son precisamente anglosajones. Entre ellos  hay afro descendientes,  arrogantes y explotadores que estoy segura que de tener oportunidad estos mismos afro descendientes actuarían de igual o peor  manera contra los latinos indocumentados   como lo hicieron los caucásicos  contra sus antepasados: les reventarían la espalda a latigazos y los esclavizarían.  Asiáticos que tienen restaurantes en la ciudad, donde tienen empleados latinos en la cocina y en el mantenimiento; latinos indocumentados porque a ellos se les paga  menos, casi una nada y hacen el triple de trabajo.