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Uno
de los problemas reconocidos de la economía chilena es el gran nivel de
desigualdad existente. En una economía estable, con mayor o menor nivel
pero en crecimiento, que logró reducir la gran cantidad de pobres que
dejó la aplicación del modelo neoliberal en la dictadura de Pinochet y
aumentar el ingreso per cápita de la población, la desigualdad es de las
más elevadas en la región y, recientemente, volvió a crecer.
Según datos de la encuesta Casen[1]
para 2017, la relación entre el 10 % más rico y el 10 % más pobre
establece que los primeros obtuvieron un ingreso 39,1 veces mayor a los
segundos, mientras en 2015 la medición alcanzaba 33,9. Respecto del
Coeficiente de Gini[2], la encuesta muestra que se situó en 0,501, cuando en 2015 estuvo en 0,493.
Al respecto puede decirse que el
indicador de Gini al considerar solo el ingreso de las familias, no toma
en cuenta los aportes en protección social que el Estado realiza para
reducir esta desigualdad. Pero, aun así, si consideramos el indicador
que incluye estos gastos en el cálculo, la desigualdad puede mejorar en
términos relativos comparándola con algunos países de Latinoamérica,
pero se encuentra lejos de los indicadores de los países desarrollados.[3]
En este informe consideraremos cómo el
modelo neoliberal mantiene la cuña en la estructura de los servicios
sociales de Chile garantizando el funcionamiento de la máquina de
reproducción de desigualdad.
Desigualdad social
En primer lugar, resulta interesante
preguntarnos por qué se mide la desigualdad y no la igualdad, aunque en
la práctica es leer al revés el indicador. Se parte de una idea de
desigualdad normalizada, que no implica entender la diversidad entre
seres humanos sino aceptar la existencia de ricos y pobres, la
existencia de ciudadanos de primera, ciudadanos de segunda o incluso de
tercera, la distinción entre aquellos que están en el centro, en la
periferia o en interior de las ciudades y países. La igualdad nunca va a
ser el objetivo del neoliberalismo porque su principio es la
competencia y la meritocracia.
Pero la teoría económica y la cruel
realidad le dieron un duro revés a esta teoría. No solo puede
evidenciarse que los países con mayores niveles de igualdad son más
seguros, sino que la desigualdad reduce los niveles de desarrollo,
dificulta el progreso económico y debilita la vida democrática.
En este sentido, resulta clave medir y
reducir la desigualdad en todos los países, independientemente del
modelo económico que aplique. Asimismo, cuando hablamos de desigualdad,
no solo nos referimos a la desigualdad entre individuos lisa y llana,
ésta se encuentra montada en un entramado cultural que distingue género,
inserción territorial, identidad de género, etnia, migración y color de
piel. La agenda 2030 de desarrollo a la que se suscribió Chile ha
propuesto superar la desigualdad en todas sus formas.
Entonces, la idea de la igualdad de
oportunidades se posiciona como horizonte deseable. Esta idea se
relaciona con la posibilidad de ascenso social intergeneracional que
permite que aquel niño/a que nació en la pobreza pueda acceder a la
universidad y romper el círculo de la pobreza. En esta idea debe
considerarse la posibilidad de acceder a educación, servicios de salud y
pensión de calidad, independientemente del ingreso disponible, ya que
estos servicios se consideran básicos para el buen desarrollo de los
seres humanos.
Siguiendo esta idea resulta
contradictoria la búsqueda de igualdad de oportunidades y de reducción
de la desigualdad en Chile mientras se mantiene como eje del sistema de
servicios sociales una estructura liberal.
La estructura de servicios sociales chilena
Haremos foco aquí sobre el sistema educativo, el de salud y el de pensiones.
Los servicios sociales en Chile
sufrieron un proceso de privatización durante la dictadura de Pinochet.
El objetivo se centró en el crecimiento y el aumento de la productividad
económica que tenían como requisito la reducción del gasto público. Los
servicios sociales se reformaron bajo el supuesto de mejorar la
eficiencia a partir del incremento de la competencia en el mercado y fue
así como estos servicios se transformaron en un negocio más.
Sin embargo, casi 30 años después de
terminada la dictadura, los sistemas de servicios sociales mantienen
esta raíz liberal, basada en la superviviencia del más fuerte, la
competencia y la meritocracia. Cabe aclarar desde el principio, que la
continuidad de gobiernos democráticos de la Concertación realizaron
reformas a estos sistemas, introduciendo variantes que permitieran
saltear la administración empresarial y ofrecer una variante solidaria
más amplia, o sea, levantar el piso, que logró reducir la pobreza y
aumentar los niveles de inclusión.
Sistema educativo
Hasta 1980 el sistema educativo se
dividía en dos, el sistema público con estructura y financiamiento
nacional, y el privado que dependía de los recursos familiares. Con las
reformas de la dictadura, se descentralizó la educación pública pasando
su administración a la esfera municipal y se creó un cuasimercado de
competencia entre las escuelas municipales y las privadas que recibían
subvención estatal[4].
La descentralización permitió introducir al sistema educativo no
solamente la desigualdad de formación de acuerdo al ingreso de las
familias, sino también al ingreso de los municipios.
A partir de 1994, intentando sumar
recursos a la educación, se permitió que las escuelas subvencionadas
cobraran un copago, haciendo más exclusivo el acceso y la segmentación
entre el público de las distintas instituciones. También se consolidó la
oferta de colegios privados o particulares donde forman su círculo
exclusivo las clases altas.
La educación superior en general pasó a
ser paga. Las reformas permitieron la creación privada de universidades,
espacios de formación técnica e institutos profesionales cuya calidad
va de la mano con la restricción al acceso por examen de ingresos y
recursos. Las universidades tradicionales que mantuvieron el
financiamiento público con examen de ingreso, recibían mayormente
estudiantes de colegios particulares pagos. Luego de la dictadura se
modificaron las formas de financiamiento para acceder a la educación
superior en distintos formatos que implican endeudarse a futuro y con
altas tasas de interés.
Como puede verse, la segmentación
educacional se mantiene y profundiza. Las medidas tomadas para mejorar
los niveles educacionales de las mayorías se aplican en ampliar el
financiamiento, mejorar la estructura, aumentar las evaluaciones
docentes, obligatoriedad de la escuela media, duplicación de las
instituciones. Estas medidas abarcan la enseñanza primaria y media.
Sin embargo, en el último período de
Bachelet y gracias a las movilizaciones estudiantiles de 2011, se
promovió una reforma educacional que modificó algunos puntos
estructurales importantes del sistema educativo:
– Se terminó con la municipalización educacional y se reemplazó por servicios locales financiados centralmente.
– Se prohibió la selección en los establecimientos con financiamiento público.
– Se puso fin al copago en la educación particular subvencionada.
– Se derogó el retiro de utilidades (lucro) de las escuelas privadas.
– Se aseguró la gratuidad de la educación universitaria al 60 % de los jóvenes de menores ingresos.
Sin embargo, Sebastián Piñera asumió la
presidencia prometiendo corregir los errores cometidos en la reforma
mencionada, dar marcha atrás con la finalización del copago y ya firmó
el proyecto para reestablecer el proceso de selección en
establecimientos públicos. El presidente se refirió a la educación como
una industria, retomando los criterios meritocráticos y productivos.
Asimismo, el tribunal constitucional declaró inconstitucional la
derogación de la prohibición del lucro en instituciones educativas
terciarias.
Sistema de Salud
Con las reformas de Pinochet, el sistema
de salud siguió los pasos del sistema educativo, se descentralizó en 26
servicios de salud y se municipalizó la atención en hospitales. Se hizo
obligatorio el aporte de asalariados y pensionados al sistema público
(Fonasa) o al sistema privado (Isapres).
El Fonasa representa el servicio
estandarizado de atención en consultorios y hospitales. El sistema
privado en cambio se diversifica según la capacidad de aporte económico
de cada individuo.
Las reformas democráticas tendieron a
mejorar los servicios públicos de salud ya que los mismos acogen a las
personas con mayor riesgo de salud, como los adultos mayores, de los
cuales el 93 % está afiliado a Fonasa.[5]
Sistema previsional
Se establece con la dictadura y el
modelo neoliberal el sistema de pensiones de capitalización individual
obligatorio. El aporte de los trabajadores se destina a una cuenta de
ahorro personal a cargo de las administradoras de fondos de pensiones
(AFP). Aquellos que se encontraban en el sistema de reparto podían
mantenerse en el mismo, y se mantiene un sistema de pensiones gratuito
para aquellos que no cuentan con ingresos.
Las AFP funcionan como fondos de
inversión, toman los ahorros jubilatorios de los chilenos y los
invierten en el mercado financiero. Las mismas pueden invertir en bonos
y/o acciones nacionales y en el exterior, y dependiendo del perfil del
cliente son más o menos arriesgados con las inversiones que realizan.
Es decir que los chilenos tienen que
destinar obligatoriamente sus ahorros jubilatorios al mercado
financiero, su ahorro y pensión en la vejez dependerá de si su AFP tuvo
buen ojo para las inversiones o no.
El Estado regula las inversiones de las
AFP, estableciendo límites por activos que se supone mitigan el riesgo
de la pérdida de los fondos. Sin embargo, según la ley, no existe una
tasa de reemplazo (cobertura de salario mínimo de las jubilaciones)
sobre el salario, éste dependerá del nivel de aporte total que se haya
realizado.
En 2006 más del 33 % del total de
ocupados no cotizaba en el sistema previsional y se estimaba que la
mitad de los cotizantes no iban a alcanzar a financiar una pensión
mínima al final de su vida laboral.[6]
Ante esta situación y la cantidad de
gente que no realiza aportes por desempleo o trabajos informales, las
reformas de 2006 establecen una estructura de tres pilares. El
contributivo (10 % del salario), el voluntario (aumentar el aporte de
forma voluntaria) y el solidario que complementa el sistema de las AFP
con recursos del Estado para todos aquellos que no alcancen un mínimo o
no hayan contado con aportes por desempleo o informalidad.
Así visto, el pilar solidario sirve para
salvar las papas de un sistema que no cumple con la función de
garantizar una pensión digna a los trabajadores. Se considera como
positivo del sistema, que no es necesario contar con una cantidad de
aportes mínimos para poder jubilarse. Sin embargo, ¿qué diferencia
existe entre este sistema o que cada uno administre su propio ahorro
jubilatorio en una cuenta bancaria?
Conclusiones finales
Como se mencionaba previamente, la
estructura privatizadora se mantiene firme en el sistema de servicios
sociales chileno. Esta estructura segmenta la sociedad en capas
inamovibles.
Según el estudio del PNUD (Programa de
las Naciones Unidas para el Desarrollo) “Desiguales”, la percepción de
injusticia asociada a que quienes pueden pagar más tienen acceso a
mejores servicios sociales, aumentó durante los últimos 15 años de 52 % a
64 % en el caso de la educación, y de 52 % a 68 % en el caso de la
salud.[7]
Las reformas establecidas en los
Gobiernos de la Concertación, permitieron mejorar las condiciones de
vida de los que menos ingresos reciben pero no lograron romper el
círculo de la desigualdad.
Según el índice de Duncan que mide la
segregación social del quinto quintil en las escuelas, Chile se
encuentra en la punta del ranking correspondiente a la mayor segregación
entre 40 países de distinto nivel de desarrollo.
Chile tiene una alta elitización, más
del 40 % de los diputados del período 1990-2016 asistió a colegios de
élite, carreras y universidades de élite[8], y el proyecto que impulsa Piñera es un claro ejemplo de querer mantener las cosas como están.
Por otro lado, el sistema de pensiones
de las AFP no parece tener sentido, más que para mantener los ingresos
de cuenta corriente por inversiones en el exterior, mantener el negocio
privado y mantener por fuera del Estado, que se pretende mínimo, los
fondos previsionales.
Cambiar la matriz de desigualdad en esta
sociedad, no se logrará con parches a la estructura existente sino más
bien con reformas estructurales que respondan a repensar qué tipo de
sociedad se quiere conseguir. Sin embargo, la presidencia de Piñera al
frente de Chile parece representar una pérdida de consenso sobre la
necesidad de avanzar hacia una sociedad que garantice la igualdad de
oportunidades.
[1] Disponible en: http://observatorio.ministeriodesarrollosocial.gob.cl/casenmultidimensional/casen/docs/Presentacion_Sintesis_de_Resultados_Casen_2017.pdf
[2] Medición que varía entre 0 y 1: para mismo ingreso el coeficiente sería 0 y si una persona concentrara todo el ingreso sería 1.
[3] Desigualdades. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo).
[4] Idem.
[5] Ibidem.
[6] Claudia Roble (2011), El sistema de protección social de Chile: Una mirada desde la igualdad. CEPAL
[7] https://www.cnnchile.com/pais/percepcion-de-desigualdad-en-chile-esta-mas-asociada-temas-de-salud-y-educacion_20170615/
[8] Claudia Roble, 2011. El sistema de protección social de Chile: Una mirada desde la igualdad. CEPAL
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