El
Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es impredecible: se sulfura
con sus aliados mientras le prodiga elogios a sus adversarios
políticos. Cierto, ha amenazado a Irán -quizá porque alguna veta de
coherencia le hace falta a su mandato, muy posiblemente pensando un país
con quien sí o sí tiene que llevar una buena relación para impulsar su
agenda en Medio Oriente, esto es, Israel. Dicho esto, en Europa muchos
se preguntan cómo es que Trump puede regañar a sus homólogos de Alemania
y Francia y hasta a su aliada la Gran Bretaña, mientras que, por otra
parte, se reúne con el líder norcoreano y tras un encuentro con el
mandatario ruso Vladímir Putin en Helsinki, lo elogia y casi lo define
como amigo -ante el enojo del establishment político, de
inteligencia y militar estadounidenses. Así las cosas, Trump se enemista
con países amigos -ahí está el encontronazo con el carismático Primer
Ministro de Canadá, Justin Trudeau-. En cambio, nunca habla mal de
Rusia. Y por si fuera poco, elogia a Corea del Norte.
Con
este telón de fondo, tras los comicios presidenciales celebrados en
México el pasado 1 de julio, Trump no ha dejado de vituperar al virtual
Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador. En el más puro estilo
casandrino de “Los Simpson”, dijo saber de López Obrador desde hace
tiempo y que estaba seguro de que en algún momento llegaría a ser
Presidente de México. No bien se supo de la aplastante victoria de López
Obrador en los comicios del pasado 1 de julio, Trump instruyó a lo más
granado de su gabinete para viajar a México y reunirse con él. Las
imágenes de Mike Pompeo -extitular de la Agencia Central de Inteligencia
(CIA), hoy investido como Secretario de Estado- al lado de López
Obrador le dieron la vuelta al mundo y casi nulificaron las de la
reunión que más por cortesía el dream team -o nightmare team, según se vea- estadunidense sostuvo con el todavía Presidente Enrique Peña Nieto.
A
primera vista, podría tratarse de una estrategia de Trump encaminada a
cerrar tratos lo más pronto posible con el próximo mandatario mexicano,
tomando ventaja de su aparente inexperiencia en temas de política
internacional. Es decir, tal vez es un “madruguete.” Han transcurrido
los días y las semanas y Trump mantiene y refrenda cada que puede, una
buena opinión respecto a López Obrador. Este, a su vez, ha respondido
favorablemente a la deferencia, al punto de exaltar las similitudes
entre ambos personajes. Esta luna de miel sorprende a propios y
extraños. La pregunta es si, a partir del 1 de diciembre, los elogios
mutuos continuarán o si, por el contrario, aflorarán las inevitables
confrontaciones que todos los gobiernos mexicanos han tenido
históricamente con Estados Unidos. ¿Enemigos íntimos o amigos mortales?
México
ciertamente no es un país enemigo de la Unión Americana. Existe una
agenda sumamente amplia que da cuenta de la complejidad de la relación
bilateral, pero ante la que, invariablemente, las autoridades mexicanas
casi siempre han sido proactivas y proclives a negociar. Las asimetrías
entre ambas naciones, así lo requieren, como también la creciente
interdependencia. Estados Unidos sabe que su bienestar y seguridad
nacionales pasan por México. Este, a su vez, entiende que los vínculos
con Washington son los más importantes respecto al resto del mundo y que
un estornudo al norte del Río Bravo, se traduce en una pulmonía
fulminante para México. A final de cuentas, ambas naciones entienden la
importancia de privilegiar los acuerdos por encima de los conflictos que
existen, si bien los desacuerdos también son importantes y necesarios,
porque, sin ellos, no habría posibilidad de negociar o replantear todo
aquello que no marcha bien.
En
su carta a Donald Trump, López Obrador fue oportuno al interpretar de
manera impecable, música para los oídos del mandatario estadounidense.
Este ha hecho del muro y del tema migratorio una prioridad de su
gobierno y el virtual Presidente electo le hizo saber que lo importante
es fomentar el desarrollo y la prosperidad de los mexicanos para que no
se vean obligados a salir y buscar oportunidades en la Unión Americana.
Políticamente, lo dicho por López Obrador le viene bien a Trump, quien
en noviembre próximo deberá enfrentar los comicios legislativos de medio
término, cuyos resultados serán seguramente, una suerte de referéndum
sobre la manera en que los estadunidenses valoran la presidencia del
controvertido empresario. Puesto que el muro y la migración son una
piedra angular de la presidencia de Trump, que el virtual Presidente
electo de México apunte en su carta la necesidad de detener la salida de
miles de mexicanos de manera indocumentada a la Unión Americana, es
algo que sienta las bases para un diálogo entre ambos. ¡Bingo!
En
su difundida carta a Trump, López Obrador le propone una relación
bilateral integral, centrada, de manera prioritaria, en cuatro agendas:
comercio, migración, desarrollo y seguridad. En realidad, sobre
seguridad la carta dice poco y se aboca más bien en el comercio, donde
refrenda la reactivación de las negociaciones para concluir el Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) 2. 0 a la brevedad; donde
recuerda que hay más mexicanos en EU y más estadounidenses en México
que en cualquier otro lugar del mundo, lo que lo lleva a insistir en la
importancia de respetar los derechos humanos de ambos -se infiere,
independientemente de su condición migratoria-; y donde termina
enfatizando la importancia de impulsar el desarrollo en México,
incluyendo la participación estadounidense en diversos proyectos, que
puedan elevar el nivel de vida de los connacionales para que no tengan
que buscarlo en otro lugar.
Nada
dice la carta sobre la crisis de seguridad que enfrenta México y la
corresponsabilidad de Estados Unidos en ella. No hay una sola línea
sobre el tráfico ilícito de armas a lo largo de la frontera común, las
cuales llegan fácilmente a manos de la delincuencia organizada y la
dotan de poder de fuego frente al Estado mexicano. Nada hay de la
necesidad de tratar al consumo de estupefacientes más allá de una visión
criminal, esto es, como un grave, gravísimo problema de salud pública
en ambas naciones. No hay ni un asomo del problema del lavado de dinero
que acontece en ambos territorios, menos aún de medidas para su combate.
Es decir, el tema de la agenda de seguridad entre México y Estados
Unidos, posiblemente por ser tan espinoso, fue apenas citado en la
carta, pero López Obrador no profundizó en él como sí lo hizo en cambio
en los demás tópicos.
Llama
la atención que el virtual Presidente electo explique a Trump el
“proyecto de nación” que impulsará en el país. Prácticamente le hizo un
informe de lo que será su presidencia, reiterando sus promesas de
campaña, como si esta fuera llevada ahora a la Unión Americana con Trump
como testigo de honor. Es muy factible que López Obrador apueste a los
millones de mexicanos residentes en aquel país, una diáspora que, de
estar mejor organizada, podría ser crucial en la relación entre ambas
naciones. Pero lo más sorprendente es que se toque el tema del “proyecto
de nación” cuando México no lo tiene. Vaya, hay quien dice que el
proyecto de nación actual es el que diseñó Carlos Salinas de Gortari
durante su presidencia, cuando apostó a una integración con EU, entre
otros instrumentos, con el TLCAN. Queda entonces la duda del proyecto de
nación al que se refiere el virtual Presidente electo. Primero, porque a
Salinas de Gortari como a muchas otras figuras políticas contemporáneas
las denostó y calificó, hasta el cansancio, como “la mafia en el
poder.” Por supuesto que tras el 1 de julio, López Obrador moderó sus
críticas a los regímenes previos y el actual, pero aparentemente
parecería existir un divorcio cada vez más visible, entre el López
Obrador candidato y el López Obrador virtual Presidente electo. Segundo,
López Obrador no ha dado a conocer ningún proyecto de nación. Un
discurso de “primero los pobres” no es un proyecto de nación. Tercero,
si López Obrador quiere genuinamente dar prioridad a las políticas
sociales, combatir la pobreza y la desigualdad y otras tantas cosas, no
puede deslindar al desarrollo de la agenda de seguridad. Y en este
segundo tema, no parece haber mucha claridad de López Obrador en torno a
cuestiones tan elementales como su seguridad personal, los servicios de
inteligencia, la fuerza aérea y, en general, las fuerzas armadas. Todo
ello forma parte de la seguridad, pero además, ésta se vincula con el
desarrollo, como queda de manifiesto en diversos flagelos que han puesto
en aprietos al país como la propia delincuencia organizada, las
epidemias, los fenómenos naturales, etcétera. Para decirlo pronto:
cualquier proyecto de nación que se precie de serlo, deberá mirar al
largo plazo y encontrar la fórmula para trabajar, de manera paralela y
simultánea, en la relación simbiótica entre desarrollo y seguridad.
Hasta ahora, López Obrador le debe a los mexicanos un diseño claro y
correctamente estructurado de lo que él define como proyecto de nación
-amén de que preocupa que no haya perfilado su estrategia de seguridad.
Un
detalle que llama la atención en esta coyuntura de la carta a Donald
Trump es el siguiente: López Obrador decidió no asistir a la Cumbre de
la Alianza del Pacífico, un conglomerado de naciones latinoamericanas
con las que México mantiene relaciones cordiales, a pesar de haber sido
invitado a ella por el aun mandatario Peña Nieto. Su participación
habría enviado la señal de que Estados Unidos le importa, pero que
América Latina es igualmente prioritaria. Pero no. López Obrador canceló
su participación con el argumento de que aún no es declarado Presidente
electo. Esto es un error grave: sienta las bases de lo que posiblemente
será la política exterior y el trato a América Latina durante su
mandato. ¿Será que en aquella larga conversación telefónica que
sostuvieron López Obrador y Trump el 2 de julio, el segundo le planteó
que no se acercara a América Latina a riesgo de comprometer la relación
México-Estados Unidos? No sobra decir que urge verdaderamente que López
Obrador se reúna con otros mandatarios, tanto latinoamericanos como de
otras naciones a la brevedad. No vaya siendo que Estados Unidos lo
chamaquee.
Postdata: Estados Unidos no tiene amigos, sólo intereses.
julio 25, 2018
- María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
https://www.alainet.org/es/articulo/194507
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