Immanuel Wallerstein
Esta es la cuestión que todos
los individuos y los grupos anti-Trump se preguntan hoy, con regularidad
y en voz alta. Confían por supuesto en que la respuesta sea positiva,
pero no tienen la seguridad de que obtengan tal respuesta.
Ésta es la pregunta que los simpatizantes de Trump y los políticos
republicanos se hacen en privado, buscando reafirmación, y que la
respuesta sea negativa.
Esta cuestión es debatida también por los políticos demócratas,
confiando en obtener una respuesta positiva. No obstante, ellos lo
discuten más públicamente que sus contrapartes del Partido Tepublicano.
Ésta es la pregunta que a la mayor parte de los analistas que busca
una respuesta (que no esté influida por las preferencias políticas) les
parece imposible ofrecer sin las evasivas que señalan múltiples
incertidumbres.
Pero es también una cuestión ante la que los individuos, los grupos y
los políticos de todas las franjas y todos los niveles de actividad
tendrán que sacar una conclusión bastante pronto si quieren lograr sus
objetivos en el relativo corto plazo. En particular porque se aproximan
las elecciones de noviembre de 2018 en Estados Unidos, y es más y más
difícil evadir una respuesta firme.
Finalmente es la pregunta que, quienes deciden en otros países,
tienen que responder para poder elegir so pena de que la elección la
hagan otros, y como tal el resultado no sea de su agrado.
En suma, es una cuestión imposible, pero también ineludible. De
hecho, el mes de julio de 2018 ha sido un mes muy malo para Donald
Trump, lo que me conduce a sugerir las vías por las que su futuro es
mucho menos rosa de lo que él esperaría y desearía. La persona que
probablemente más concuerda con esta afirmación, pero muy en lo privado,
es el propio Donald Trump.
Un asunto público que lleva algún tiempo es si el gobierno ruso
intervino de algún modo en las elecciones estadunidenses de 2016,
actuando para ayudarlo a convertirse en presidente. Y, si lo hizo,
¿sabía Trump de esto y se
coludiócon sus acciones?
Varias cosas en julio hicieron la situación mucho peor para Trump.
Hubo una reacción muy negativa por el hecho de que ocurriera una reunión
personal, uno a uno; por el simple hecho de que ocurrió la reunión; por
la descripción que hizo Trump del presidente Putin, de Rusia, que fue
tan afable, y porque Trump parecía creer más en Putin de lo que e creyó a
su propio personal de inteligencia.
La reacción fue tan fuerte y tan pronta que Trump se retractó de lo
que dijo y de cómo lo dijo. Luego se desdijo de lo que se había
retractado e invitó a Putin a visitar Estados Unidos. De nuevo la fuerte
reacción popular fue muy fuerte pues parecía estar reafirmando su
confianza en Putin.
Luego se retractó de la invitación, remitiendo la discusión en torno a
ésta a un momento electoral posterior a 2018. La confusión causada por
estas afirmaciones de aquí para allá incrementó el número de personas,
dentro de varios de sus electorados, que antes le habían dado el
beneficio de la duda y que ahora cesaron de hacerlo.
Peor aun, el reiterado alegato de Trump de que era falsa la noticia
de una colusión con los rusos fue confrontado de repente con datos
duros. Michael Cohen, hasta hace poco el ultra leal abogado de Trump,
grabó en secreto sus conversaciones con Trump. Éstas parecen mostrar que
Trump estaba consciente de pagos a prostitutas que aseveran que él
durmió con ellas por un largo periodo. Cohen ya no está dispuesto a
pagar el precio de una lealtad que no sea recíproca.
En el mismo mes, Trump asistió a una reunión de la OTAN de cabezas de
Estado y gobierno. Ahí atacó abiertamente a casi todos los aliados
tradicionales de Estados Unidos. Amenazó retirarse de la OTAN si no se
conformaban a sus demandas.
Una vez más, abundó la incertidumbre acerca de qué es lo que haría.
La Unión Europea (UE) respondió aceptando un gran cuerdo de mercado
común con Japón, antes uno de los aliados más seguros de Estados Unidos.
De modo semejante, Canadá respondió a los aranceles de Trump con unos
contra-aranceles, como lo hicieron varios países de Europa occidental.
Esto exacerbó las tensiones al interior de la UE entre los
viejosmiembros y los nuevos y muy nacionalistas miembros de Europa Oriental. Pero los europeos del este no estaban seguros de si podían confiar en que Trump los defendiera de lo que perciben como amenazas por parte de Rusia.
Los aranceles también molestaron a dos grupos estadunidenses de
importancia. Uno es el de los agricultores cuyos productos se vieron
directamente afectados por los contra-aranceles y por el incremento en
el precio de sus productos donde todavía les permitieron venderlos sin
aranceles.
Trump se vio forzado a asignarle fondos de asistencia a los
agricultores. Los agricultores vieron esto como una medida de corto
plazo que no se sostendrá en el plazo más largo. Y los pagos de corto
plazo molestan a las facciones ultra-derechistas del partido
republicano. Trump se halló entonces sitiado en varios frentes a la vez.
Y estos varios grupos están menos seguros que nunca de que puedan
contar con que Trump enfatice sus preocupaciones primordiales.
En ese momento, de manera muy inesperada, Trump se reunió con
Jean-Claude Juncker —que hablaba por la UE. Acordaron posponer todos y
cada uno de los nuevos aranceles hasta después de las elecciones de
2018.
En efecto, Trump abandonó, por el momento, la acción más seria que
intentaba. A cambio, recibió una concesión menor de parte de la UE en lo
relativo a la soya. Trump lo proclamó como una victoria. Para mí se lee
como una derrota, una que Trump tuvo que pintar de otro color.
Si esto no fuera lo suficientemente preocupante, un juez federal
permitió que continuara en la corte una peligrosa demanda para Trump. La
demanda argumenta que la así llamada cláusula de emolumentos de la
Constitución, diseñada para contrarrestar la corrupción, estaba siendo
violada por las ganancias y ventajas que Trump recibía a través de sus
propiedades, cuando estas propiedades las utilizaron gobiernos
extranjeros.
La demanda seguirá por muchos años. Pero el efecto de esto será
forzar a Donald Trump a revelar muchas de sus entradas personales, como
parte de su defensa, así como las de su familia. De la misma manera
podría forzarlo a publicar sus declaraciones fiscales.
Entretanto, Trump mantiene que la desnuclearización de Corea del
Norte procede bien. Sin embargo, todo lo que tiene para mostrar es el
retorno de los restos de cuerpos que se perdieron en la guerra.
En Irán, Trump sigue amenazando con guerra, y dice que intenta
renunciar al acuerdo firmado por Estados Unidos, pese al hecho de que
los términos del acuerdo son menos porosos que cualquier cosa que busque
hacerle firmar a Corea del Norte. ¿Se involucrará realmente Trump en
acciones militares? Incluso los israelíes están dudosos, pues intentan
crear una situación que lo fuerce a dejar de parlotear. Alardear en
política exterior no es la propuesta de alguien que va ganando. Revela
debilidad, algo que Trump aborrece.
El resultado más positivo para Trump puede ser algo negativo. Decidió
entrar a las primarias republicanas y respaldar candidatos, que luego
tendrían que competir a favor de Trump. Su respaldo ha hecho posible que
los candidatos de la ultra-derecha ganen. Muchos analistas, incluidas
figuras del establishment republicano, se preocupan de que la consecuencia sea que gane algún candidato demócrata a senador, representante o gobernador.
El fondo del asunto es que las acciones reales de todos los actores
estarán basadas en cómo aprecian la fuerza de Trump y no en su retórica.
En julio de 2018, Trump vociferó con su retórica y fue dudoso en la
acción. En un mes o dos más, si esto continúa (y hay todas las
probabilidades de que así sea), lo negativo avasallará las pretensiones.
La pregunta final será entonces: si Trump realmente está en aprietos, ¿quién se beneficia?
Traducción: Ramón Vera-Herrera
© Immanuel Wallerstein
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