Nacido en una celda
The Guardian / El diario
Mike Africa pasó 40 años de su vida con los dos padres entre rejas. Un día de junio, su vida cambió. |
La placenta era lo más difícil, ¿cómo deshacerse de ella sin armar un
desastre que alertase a los guardias de que acaba de nacer un niño en
una celda de la prisión? No había equipo médico, calmantes, toallitas
esterilizadas o material higiénico de ningún tipo. La parte fácil era
cortar el cordón umbilical sin tijeras: bastaba con usar los dientes.
Pero a Debbie Sims Africa lo que más le preocupaba era la placenta.
Era 1978, Debbie tenía 22 años y llevaba cinco semanas de una condena
que terminarían siendo 40 años en la cárcel. Para poder pasar un valioso
tiempo con su bebé, estaba decidida a dar a luz por su cuenta, sin que
intervinieran los funcionarios de prisión. Al final, una reclusa que
había sido encarcelada junto a ella la ayudó: recogió la placenta en sus
manos y la llevó en secreto hasta el cuarto de baño para tirarla por el
inodoro de la prisión.
El plan funcionó y pudo pasar tres días
maravillosos con su bebé escondiéndolo debajo de una sábana. Cuando
lloraba, otras mujeres de la cárcel se ponían de pie por fuera de su
celda y cantaban o tosían para ocultar el ruido. Pero Debbie era
consciente de que aquello no podía durar mucho. Las reglas de la cárcel
prohibían a las madres estar con sus hijos. A los tres días, informó a
los carceleros de la existencia del bebé. Cuando salieron de su asombro,
se encargaron de separar a madre e hijo para que el niño fuera llevado
al mundo exterior.
Así comienza la extraordinaria vida de Mike
Africa hijo, un hombre nacido en una celda de prisión, y de sus padres
encarcelados. A punto de cumplir 40 años en septiembre, Mike reflexiona
sobre la aventura que ha sido su vida.
Cuando nació, su madre
había sido acusada de asesinato en tercer grado durante uno de los
enfrentamientos más espectaculares entre las fuerzas del orden y el
movimiento de liberación negra de los años setenta. Debbie Africa no fue
la única condenada a 30 años de cárcel por la muerte de un oficial de
policía. Involucrado en el mismo enfrentamiento, su esposo y padre de
Mike, Mike Africa padre, fue castigado con una condena similar.
Las sentencias contra sus dos padres convirtieron a Mike junior en un
huérfano penal del Black Power. Durante casi 40 años los visitó en
prisiones separadas pero nunca los vio fuera de los muros de la cárcel.
El mes pasado, Debbie salió por fin de la cárcel en libertad
condicional, pero su padre sigue encerrado. Hasta el día de hoy, nunca
ha visto a los dos juntos.
Debbie y Mike padre, ambos de 62 años,
forman parte de los Nueve de Move, el grupo de activistas radicales
negros que fue considerado colectivamente responsable por la muerte del
oficial James Ramp durante el tiroteo policial del 8 de agosto de 1978
contra su casa comunal de Powelton Village (Filadelfia). El grupo, cuyos
miembros usan "Africa" como apellido y como insignia política, se
resistió al desalojo.
Move fue uno de los movimientos más singulares en la lucha de
liberación negra de los años setenta. Profundamente comprometidos con la
lucha contra la brutalidad policial en las comunidades afroamericanas,
también se preocupaban por el cuidado de los animales y del medio
ambiente. Eran como una mezcla de Panteras Negras con hippies amantes de
la naturaleza. El black power y el flower power juntos.
Sus miembros vivían en una casa comunal con un montón de perros y gatos
de la calle. Allí predicaban sus creencias políticas día y noche, a
todo volumen y usando unos megáfonos que desquiciaban a los vecinos. Con
el tiempo, la policía y el gobierno de la ciudad de Filadelfia los
clasificó como peligrosos, lo que provocaría un prolongado
enfrentamiento. Culminó en el asedio y tiroteo de 1978 con la
participación de cientos de policías, la muerte del oficial Ramp, y el
encarcelamiento de nueve de los activistas negros, con condenas que
potencialmente serían perpetuas.
Los Nueve de Move fueron
acusados de disparar el primer tiro y de matar a Ramp. Pero ellos
siempre sostuvieron su inocencia. Niegan haber disparado a nadie y
culpan de la muerte del oficial al "fuego amigo" accidental de otros
policías armados.
Ramp era un ex marine que llevaba 23 de sus 52
años en el destacamento de policía de Filadelfia. A pesar de que sólo lo
alcanzó una bala, los nueve miembros de Move fueron condenados por su
muerte.
Conocí a Debbie Africa y a su hijo durante la
investigación sobre activistas radicales negros encarcelados que inicié
hace más de dos años con el caso de los Tres de Angola, unos ex Panteras
Negras que sufrieron inéditos períodos de incomunicación en Angola, la
célebre prisión de Luisiana.
Así comenzó un viaje que me llevó a
entrevistar a varios de los Nueve de Move, así como a ex Panteras Negras
y a miembros del Ejército de Liberación Negra aún encarcelados (en
algunos casos, llevan medio siglo allí). La experiencia culminó el día
que pasé con Debbie y Mike junior, madre e hijo, celebrando su primera
vez juntos fuera de los muros de la prisión.
Debbie Africa tenía
un embarazo de ocho meses cuando ocurrió el asedio policial de 1978.
Durante el tiroteo se escondió en el sótano de la casa. Hasta que,
acosada con cañones de agua y gases lacrimógenos, salió a tientas en la
oscuridad llevando a Michelle, su primera hija que entonces tenía dos
años.
En el juicio no presentaron ninguna prueba de que ella
hubiera apretado el gatillo o tocado un arma. A pesar de eso la
condenaron como asesina y conspiradora.
Mike padre sigue
encarcelado en el instituto correccional de Graterford, en Pensilvania,
pero Debbie Africa se convirtió en junio en una de las pocas luchadoras
por el movimiento de liberación negra que han logrado convencer a la
junta de libertad condicional de que han dejado de ser una amenaza para
la sociedad y pueden salir de la cárcel tras condenas por actos
violentos que comenzaron en los años setenta.
Dos semanas después
de que saliera de la cárcel de Cambridge Springs en régimen de libertad
condicional, Debbie y su hijo Mike hablaron conmigo en la casa del
pequeño pueblo a las afueras de Filadelfia donde viven. Después de tanto
tiempo, a los dos les seguía pareciendo sorprendente estar en compañía
del otro. Las visitas esporádicas de Mike a las cárceles de sus padres
no tenían nada que ver con la nueva situación.
A Mike, las
pequeñas cosas son las que más lo desconciertan. La primera mañana en su
casa, los dos se sentaron a desayunar sin zapatos. "Fue la primera vez
que vi sus pies, y fue la primera vez que ella veía mis pies desde que
yo tenía tres días en su celda", cuenta.
Debbie Africa habla de
oleadas de emoción abrumadoras. "No puedo creer que esto esté pasando",
dice. "Me pongo a abrazarlo en el supermercado y todo el mundo nos mira
raro". También, del dolor de dejar a su hijo cuando sólo tenía tres
días. "Fue una decisión muy, muy difícil; quería lo mejor para él y
sabía que eso era no acercarse a mí de ninguna manera; así que tuve que
romper el vínculo".
Durante su infancia, a Mike lo criaron su
abuela y una sucesión de mujeres de Move, como parte de la ética
comunitaria del movimiento. "Yo era un niño de la comunidad, tenía
muchas madres", dice Mike sin cambiar de expresión, como quien habla del
tiempo.
Cada Día de la Madre Mike hace una ronda para pasar por
las casas de sus "madres". En el coche lleva tarjetas y flores para al
menos seis mujeres. Las enumera: Bert, Sue, Romana, Pam, Mary, Teresa.
Ahora podrá llevar flores a su verdadera madre biológica. No tuvo ni
idea de quién era ella, ni su padre, hasta los seis o siete años, cuando
le explicaron su relación. "No sabía que estaba en prisión, no sabía
nada de eso; pensaba que la persona que me cuidaba era mi madre".
Al recordar su infancia, Mike reconoce que algunos aspectos de su
educación no fueron ideales. "¿Quién le enseña a un niño a lavarse los
dientes o a bañarse si no son sus padres? No supe cómo lavarme el pelo
hasta los 15 años".
Durante su infancia lo llevaban una o dos
veces al año a visitar a sus padres en prisiones separadas. Pero durante
años no supo por qué estaban encerrados. Cuando los amigos del colegio
le preguntaban por sus padres, no respondía o se inventaba historias. Se
avergonzaba de reconocer que no sabía.
No entendió lo que había
pasado hasta que cumplió los 14 años. Mientras visitaba a su padre en
Graterford, le preguntó si en la prisión había gente que hubieran hecho
cosas malas de verdad, como matar a alguien. "Sí", contestó Mike padre,
"yo".
"No siguió explicando", recuerda Mike hoy. "Me asusté, ¿iba
a estar en la cárcel para siempre? Yo lloraba a mares mientras trataba
de entenderlo, pero no podía explicarle por qué estaba llorando, no
podía expresarlo con palabras".
A Mike le llevó años juntar las piezas. "Me dejaron para que lo averiguara por mí mismo, para valerme por mí mismo".
Pero ni el hijo ni la madre son de los que se quedan en las heridas del
pasado. Le pregunto a Debbie Africa si se arrepiente de que sus
acciones como miembro del movimiento de liberación negra y de Move hayan
hecho sufrir tanto a su hijo. "Siempre habrá cosas en mi vida que
desearía que no hubieran ocurrido", dice. "Desearía que lo que le pasó a
mi hijo no hubiera sucedido, de verdad; pero miro al hombre en que se
ha convertido y me encanta".
Tras dos días en las afueras de
Filadelfia junto a Mike Africa hijo, entiendo qué quiere decir. Para
alguien con una experiencia de infancia tan caótica como la suya, se ha
convertido en una persona notablemente preparada. Dirige su propio
negocio como paisajista, está casado y tiene cuatro hijos. Es un
orgulloso miembro de Move y nunca ha tenido un arma. Su casa es cómoda,
muy luminosa y, tras la liberación de su madre, está notablemente más
ordenada. Debbie ha podido cumplir por fin con el ritual de todos los
padres: limpiar el desorden de sus hijos.
Mike hijo está
igualmente encantado de que su madre haya resultado tan equilibrada,
sociable y positiva tras 40 años en cárceles. "Siento alivio. Un gran
alivio. Nunca supe que saldría con vida. Cuando la gente sale de la
cárcel puede tener trastornos mentales, pero esta transición de ella
viniendo a mi casa ha sido la transformación más suave de mi vida".
El desafío ahora es ayudar a que Mike Africa padre obtenga la libertad
condicional y completar así la familia. En septiembre es su próxima
comparecencia ante la junta que lo decide. Ya están todos en vilo.
Una de las paradojas en la excarcelación de Debbie Africa es que su
libertad condicional no le permite comunicarse de ninguna manera con su
esposo. Está clasificado como co-acusado y, por lo tanto, prohibido para
ella. La última vez que se vieron en persona fue en 1986. Desde
entonces se les permitió escribirse. Así lograron mantener vivo su
vínculo.
Ahora que no pueden mandarse cartas, todo lo que tienen
es a Mike hijo como intermediario, que informa a cada padre sobre el
estado del otro. También hace de intermediario para mí, con preguntas
que su padre contestó durante una llamada telefónica con él.
¿Cómo está su nivel de confianza en la decisión de la audiencia de
libertad condicional?, le pregunto. "Confío en que voy a decir la
verdad; estoy seguro de que merezco la libertad condicional; estoy
seguro de que nunca más seré considerado un peligro para la comunidad;
nunca pretendimos que nadie saliera herido y nos arrepentimos de que
alguien saliera herido". Luego añade: "De lo que no estoy seguro es de
lo que van a hacer, sobre eso no tengo ningún control".
Mike
padre dice que saber que su esposa está ahora en casa con su hijo y su
hija es un gran consuelo para él. Pero que también aumentó su deseo de
estar junto a todos ellos. "Cuarenta años queriéndolo, imaginándolo...
Es como saltar a la comba. Siempre en el filo de la cuerda listo para
saltar, arriba, abajo, esperando a entrar, esperando tu turno".
Traducción de Lucía Balducci
Fuente: http://www.eldiario.es/theguardian/Nacido-extraordinaria-historia-movimiento-liberacion_0_801770245.html
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