American curios
David Brooks
▲ La campaña presidencial de Bernie Sanders (2016) se sigue expresando en Estados Unidos al promover como derechos básicos la salud, la educación y un salario digno para todos, lo cual es visto como parte de la resistencia contra la derecha que encabeza el presidente Donald Trump. La imagen del senador es de archivo.Foto Ap
Todo movimiento o gobierno progresista que busca una transformación bajo la sombra de Goliat tiene que empezar con el secreto de que sus reales y potenciales aliados en Estados Unidos no están en Washington y Wall Street, sino son los que buscan una transformación progresista aquí.
No es nada nuevo. De hecho, varios historiadores –entre ellos Paco Ignacio Taibo, Armando Bartra, Rius– han explorado aspectos de alianzas e intercambios entre figuras y fuerzas progresistas en ambos países, incluyendo durante el inicio de lo que algunos ahora llaman la tercera transformación. Flores Magón entendía y tejía esta solidaridad binacional, fue eje de lo que Claudio Lomnitz llama la primera red revolucionaria trasnacional con sus contrapartes estadunidenses en su libro El regreso del camarada Ricardo Flores Magón, el cual, comentó en entrevista con La Jornada, aborda la historia de colaboración y cooperación entre estadunidenses y mexicanos inmersos en un movimiento radical.
Aún falta contar y resaltar las historias de colaboración y solidaridad entre fuerzas progresistas de ambos lados de la frontera a lo largo de la historia de la relación bilateral, pero incluyen desde apoyo mutuo entre sindicatos hasta esfuerzos binacionales con agrupaciones de pequeños productores, proyectos conjuntos de ambientalistas y diversas expresiones de solidaridad entre movimientos sociales, incluyendo las altermundistas que fueron detonadas por la rebelión zapatista. Vale incluir ahí las intensas colaboraciones e intercambios entre artistas y otros trabajadores culturales progresistas y periodistas a lo largo de las últimas décadas.
En el panorama actual, los aliados potenciales y reales estadunidenses son los que, de alguna manera, están en la resistencia contra la derecha trumpista, así como contra las políticas neoliberales y de seguridad nacional que se han implementado de ambos lados de la frontera durante las últimas tres décadas con los mismos resultados desastrosos para las mayorías.
Entre esta resistencia está la diáspora de la campaña presidencial de Bernie Sanders –tal vez el fenómeno aún más sorprendente por sus dimensiones que el de Trump– que se sigue expresando a escala local, estatal y nacional al promover como derecho básico la salud, la educación y un salario digno para todos y el énfasis sobre dar prioridad a los más pobres y vulnerables, es muy parecida a la del movimiento electoral que triunfó en México. Este movimiento, que se expresa a través de diversas organizaciones y redes, se autocalifica como socialista democrático. En un encuesta reciente de Gallup, por primera vez más demócratas favorecen el socialismo sobre el capitalismo.
Al mismo tiempo, se está impulsando una nueva y amplia coalición bajo el rubro de la Campaña para los Pobres, resucitando 50 años después la última iniciativa de Martin Luther King para abordar no sólo el racismo, sino junto con ello, la injusticia económica y las políticas militaristas/imperiales de este país.
Otras fuerzas progresistas recientes (como hemos mencionado en las columnas previas) incluyen la Marcha por Nuestras Vidas, impulsado por estudiantes de preparatoria y sus aliados a nivel nacional contra la violencia de armas de fuego; Black Lives Matter, que se opone a la violencia oficial contra los afroestadunidenses; el movimiento contra la fallida guerra contra las drogas, la rebelión del magisterio en los estados mas conservadores que sigue sacudiendo a varios gobiernos estatales y locales, movimientos ambientales sobre cambio climático, así como en defensa de derechos indígenas a la tierra, el agua y otros recursos naturales; movimientos encabezados por mujeres como la Marcha de las Mujeres que se inauguro con una de las movilización de protesta más grande de la historia al llegar Trump a la Casa Blanca; hasta expresiones masivas contra el abuso sexual que ha sacudido las cúpulas políticas y empresariales (#MeToo y #TimesUp).
Como hemos argumentado en las últimas tres columnas, una nueva transformación nacional implica un cambio en la relación bilateral con Goliat. Para lograrlo, se necesita armar nuevas alianzas, y fortalecer las existentes, entre los David del sur y el norte.
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