Socialismo21
Desde tiempos
inmemoriales, las personas que se sienten oprimidas y/o ignoradas por
los poderosos han resistido a las autoridades. Tal resistencia puede
cambiar las cosas, aunque esto ocurra sólo a veces. La opinión que
merecen las causas de los resistentes depende de los valores y
principios de cada uno.
En Estados Unidos, durante el último medio
siglo, surgió una resistencia de ciertos sectores sociales contra las
“élites” porqué consideraban qué Washington estimulaba prácticas
ofensivas; a grupos religiosos, a poblaciones rurales olvidadas y a
personas cuyos niveles de vida han disminuido de manera importante. En
un primer momento, la resistencia tomó el camino de la participación
social. Luego adquirió una forma más política, con el nombre de Tea
Party.
El Tea Party tuvo algunos éxitos electorales, pero se
disolvió sin una estrategia clara. Donald Trump vio una oportunidad y se
ofreció como un líder unificador de esta derecha “populista” y logró
catapultar a este movimiento hasta el poder político.
Trump comprendió que no había conflicto entre liderar un movimiento contra el establishment
y ganar el poder del Estado a través del Partido Republicano. Por el
contrario, la única forma que podía lograr sus nocivos objetivos era
armonizar estos ambos fracciones.
El hecho es que tuvo éxito en la
mayor potencia militar del mundo y ha conseguido estimular a grupos
afines en todo el mundo, que siguen caminos similares ganando cada vez
mayor cantidad de adeptos.
Aún hoy en día, el éxito de Trump no es
comprendido por la mayoría de los líderes de los dos principales
partidos estadounidenses pues siguen esperando que la “presidencia” lo
transforme. Es decir, quieren que abandone su papel como líder de un
movimiento y se limite a ser el presidente y líder de un partido
político.
Se agarran de cualquier pequeña señal para creer que va a
cambiar. Cuando, por un momento, ablanda su retórica (como lo hizo en
su discurso de febrero de 28 al Congreso), no entienden que esta actitud
es precisamente la engañosa táctica del líder de un movimiento. En su
lugar, se sienten alentados o esperanzados, pero Trump no renunciará a
su papel de “líder del movimiento” porque en el momento que lo haga
perdería el poder real.
En el último año, frente al éxito de
Trump, ha surgido un contra-movimiento en Estados Unidos (y en otros
lugares) que han llamado a Resistir. Los participantes comprendieron que
la única manera de contener y derrotar al “trumpismo” es un movimiento
social que represente diferentes valores y prioridades diferentes. Este
es el “por qué” del “Resistir”. Lo que es más difícil es el “cómo” del
“Resistir”.
El movimiento de la resistencia ha crecido con notable
rapidez, en ocasiones ha sido tan impresionante que la gran prensa se
ha visto obligada a informar de su existencia. Esta es la razón por la
que Trump arremete constantemente contra la prensa. La publicidad
alimenta el movimiento, y este puede llegar a crecer hasta derrotar al
Trumpismo.
El problema con la resistencia es que realiza muchas
actividades dispersas sin una estrategia clara o todavía no adopta una
estrategia definida. Tampoco tiene una figura unificadora que sea capaz
de hacer lo que Trump hizo con el Tea Party.
La “Resistencia” ha
participado en múltiples acciones. Se efectuado grandes marchas,
desafiado a los representantes del Congreso en reuniones públicas,
creado santuarios para que las personas amenazadas de expulsión,
boicoteado el transporte, publicado denuncias, firmado peticiones, y
creado agrupaciones locales que se reúnen para estudiar propuestas. La
“Resistencia” ha sido capaz de cambiar a multitudes de personas comunes
en militantes por primera vez en sus vidas.
Sin embargo la
“Resistencia” tiene algunos peligros imperiosos. Cada vez son más los
participantes que son detenidos y encarcelados. Ser militante es
extenuante y después de un tiempo muchos se cansan de participar. Se
necesitan éxitos, pequeños o grandes, para mantener en alto los
espíritus. Nadie puede garantizar que el movimiento no se marchite. Al
Tea Party le tomo décadas llegar a donde está hoy. Puede que el camino
para el movimiento de la “Resistencia” sea igualmente de largo.
La
Resistencia como movimiento tiene que tener en cuenta que estamos en
medio de una transición histórica y estructural del sistema-mundo
capitalista, en el que hemos vivido durante unos 500 años. Esta
transición podrá llevarnos a dos sistemas sucesores muy diferentes; un
sistema que conservará todas las peores características del capitalismo
(jerarquía, la explotación, polarización) o su opuesto, un sistema que
sea relativamente democrático e igualitario. Yo llamo a esto, “ la lucha
entre el espíritu de Davos y el espíritu de Porto Alegre”.
Estamos
viviendo en una situación caótica y confusa propia de una transición.
Esto tiene dos implicaciones para una estrategia colectiva. En el corto
plazo ( digamos tres años), debemos hacer grandes esfuerzos para que el
movimiento sobreviva. Todos necesitamos alimento y refugio. Cualquier
movimiento que quiera crecer debe ayudar a la gente a sobrevivir,
minimizando el dolor de los que sufren.
Sin embargo, en el mediano
plazo (digamos 20-40 años), lo que minimiza el dolor no cambia nada.
Tenemos que concentrar nuestra lucha contra lo que representan el
espíritu de Davos. No puede haber compromiso. No hay un versión
“reformada” del capitalismo que pretenden construir.
El “cómo” de a
Resistencia es claro. Necesitamos entender ,colectivamente, con la
mayor nitidez , lo que está sucediendo. Necesitamos una deliberación
ética y estrategias políticas más sagaces. Esto no se consigue de manera
automática. Tenemos que construir la organización. Sabemos que otro
mundo es posible, sí, pero también hay que tener en cuenta que no es
inevitable.
Traducción: Emilio Pizocaro
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