José Steinsleger
Donald Trump (Nueva
York, 1946) proviene de una familia de inmigrantes alemanes forjados
desde abajo. En Estados Unidos, su abuelo Friedrich juntó algo de
capital. Pero cuando quiso reinstalarse en su natal Kallstadt (Baviera),
las autoridades lo expulsaron del reino por haber evadido el servicio
militar. Se regresó a Nueva York y allí nació Fred Trump (1905).
Por su lado, Mauricio Macri (Buenos Aires, 1957) proviene de una
familia de ricos terratenientes de Calabria. Su abuelo Giorgio fundó una
empresa de construcción, obtuvo grandes contratos en Libia (colonia de
Italia en la época del fascismo) y, tras la caída de Mussolini, se
instaló en Argentina, donde en 1948 lo alcanzó su hijo Franco (Roma,
1930).
Simpatizante del Ku Klux Klan, corredor de bienes raíces y
financiador de construcciones en Queens (populoso distrito de Nueva
York), Fred prosperó en un negocio que difícilmente podía crecer sin
respetar los buenos modales que las mafias sugieren a los jóvenes
ambiciosos en los territorios que controlan. Así, a los 22 años creó la
Trump Organization (1927).
Por su lado, Franco Macri se educó en colegios exclusivos de jesuitas
y, a poco de haber emigrado, fundó en Buenos Aires una empresa dedicada
a la construcción que daría origen a la actual Sideco Americana y otros
emprendimientos importantes (1951). No le fue mal. Hoy, Franco Macri es
uno de los hombres más ricos de Argentina.
Como vamos viendo, Donald y Mauricio crecieron en un ambiente de
inmigrantes sin dificultades para pagar el gas, el teléfono y la luz.
Acaso por esto, se acostumbraron a mirar por encima del hombro a los
inmigrantes menos afortunados. Con una salvedad: Donald aprendió muy
bien los secretos de la empresa familiar, y Mauricio fue alejado de la
suya por inútil.
Sus esposas también jugaron su rol. Antes de conocer a la actual (la
ex yugoslava Melanija Knauss, o Melania, Eslovenia, 1970), a quien
enamoró al compás de For the love of money (cortina musical de apertura del reality show
que conducía en la NBC), Donald estuvo casado con la modelo Maria
Maples (Georgia, 1963) y con la ex checoslovaca Ivana Zelnikova (Praga,
1949), piedra angular de sus negocios en el decenio de 1980.
En cambio, Mauricio estuvo casado con un par de floreros de la alta
sociedad porteña. Y luego de dar el sí al tercero, estuvo a punto de
morir asfixiado tragándose un bigote postizo en su fiesta de bodas. Nada
serio. Nacida en familia de inmigrantes sirio-libaneses, Julia Awada
(Buenos Aires, 1974) es primera dama de Argentina y no le gusta
que le recuerden que hizo fortuna en talleres textiles clandestinos,
con mano de obra esclava boliviana.
Espiritualmente, Donald fue el mejor discípulo de Norman Vincent
Peale (1908-93), exitoso predicador protestante de Estados Unidos y
autor de El poder del pensamiento positivo, libro que desde la
primera edición (1952) lleva decenas de millones de ejemplares vendidos.
De hecho, Peale fue pastor de la familia Trump, y en 1977 casó a Donald
con Ivana.
Por el contrario, Mauricio ha sido más inestable. Primero
estuvo en manos de la bruja de Guayaquil Shirley Barahona, recomendada
por Jaime Durán Barba, su asesor ecuatoriano. Y hoy tiene una
armonizadora budista que lo inició en el dharma, que, según el presidente, “…te
ayuda a reflexionar y después te genera a través de los cuencos
tibetanos y de los gongs una capacidad de adentrarte en vos mismo, y de
conectarte con áreas tuyas de tu cerebro que tal vez no utilizás”.
Sin embargo, el gurú preferido de Macri es Sri Ravi Shankar, dueño de
un emprendimiento inmobiliario para que los clientes de su ONG El Arte
de Vivir puedan respirar mejor en Opendoor, barrio “slow, sano y eco-friendly” ubicado a 45 minutos de Buenos Aires.
El problema es que Ravi Shankar está vinculado en India a la
organización paramilitar de ultraderecha RSS, que además de aniquilar a
miles de musulmanes en 2002 es señalada como la autora del asesinato de
Mahatma Gandhi. Y el brazo político de RSS es el Bharatiya Janata Party
(BJP), partido que gobernó India desde 1998 hasta 2004 (La Política Online, 26/4/16).
Bien, no nos pongamos negativos, y vayamos cerrando con otros aspectos del emperador electo, y el South American president en ejercicio:
Trump conoce en profundidad a su sociedad, y Macri siempre fue el más
esperado en los grandes reventones porteños con pizza y champaña.
Trump exalta lo peor de su país, y Macri denigra lo mejor del suyo.
Trump apuesta al proteccionismo, y Macri al aperturismo que en días pasados, en la Fiesta del Maní (cacahuate), celebró el primer millón y medio de despedidos en su primer año de gobierno.
Trump será el comandante en jefe de Departamento de Estado y la CIA, y
Macri tiene un gobierno servil a la embajada de Washington, y un
gabinete plagado de agentes o alcahuetes de la CIA.
Las vidas paralelas de Trump y Macri se cruzan, finalmente, en un
punto nodal: ambos son totalmente impermeables al sufrimiento de los
explotados, marginados y excluidos, y ambos llegaron al poder
exacerbando las fobias y prejuicios de las
mayorías silenciosas. Democráticamente, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario