El
TPP
es
un tratado de libre comercio suscrito por 12 naciones (Australia,
Brunéi, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva
Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam) para crear una zona en el Océano
Pacífico con menos aranceles, criterios laborales y medioambientales
comunes y medidas de protección sobre datos y propiedad intelectual.
Beneficia a grandes empresas, sobre todo textiles, farmacéuticas y
automovilísticas. Para Trump, este tratado internacional es un "desastre
potencial" para EEUU. En lugar de eso, se muestra dispuesto a negociar
"acuerdos bilaterales justos que traigan empleos e industria de nuevo a
las costas de Estados Unidos".
Abandonar el TTP desatará
importantes consecuencias no sólo económicas sino también políticas,
pues el pacto fue creado en gran medida para frenar el poder hegemónico
de China en esa parte del mundo. Ese paso implicará, por tanto, un
realineamiento estratégico.Lea más: TPP, TTIP y TLCAN: los acuerdos que Trump quiere poner en el congelador
La decisión de Trump, enmarcada en el eslogan de "poner a EEUU primero", es coherente con su sentir, pues durante la dura campaña electoral, ya había expuesto su firme oposición al citado tratado comercial. Además, la Orden Ejecutiva que presumiblemente firmará a partir del 20 de enero —fecha de su investidura— no requerirá ninguna acción legislativa adicional, ya que el TPP aún no ha sido ratificado por el Senado.
En
Ciudad de México, Santiago de Chile y Lima no ha sentado nada bien el
anuncio y ponen cara de circunstancias. Va a suponer menos acceso a sus
exportaciones de productos y materias primas.
En México al menos
respiraron un poco aliviados porque el presidente electo no citó
(todavía) su promesa de levantar un muro a lo largo de la frontera
meridional. Los mexicanos intentan mantener la calma y dicen que no les
sorprendió el mensaje internauta de Trump. Desde Proméxico —la agencia
que promueve la inversión extranjera directa y las exportaciones de
productos y servicios— insisten en que el país "produce para el mundo" y
no sólo para el poderoso vecino del norte. Su director general,
Francisco N. González, vende la "competividad clara" de la economía
nacional, pero admite que habrá que tener en cuenta el repliegue de EEUU
a la hora de diseñar "todas las revisiones de modernización de los
tratados". González incluso se atreve a lanzar advertencias: "O estamos
juntos o la situación puede ser muy dramática para las industrias en
Estados Unidos". Esa frase también podría hacerse extensible al lado
mexicano. "México sigue siendo un buen punto para producir", opina el
director general de Proméxico.
©
Sputnik/ Vladimir Fedorenko
Sin
embargo, no todos parecen tan tranquilos. "El triunfo de Trump y su
estela oscurantista es el regreso a un tribalismo nacionalista, que
llama a cerrar las puertas de la economía de nuestro principal socio
comercial a los productos y servicios del exterior, sobre todo a la mano
de obra inmigrante que la ha sostenido y fortalecido por décadas. Un
regreso al pasado, cuya primera víctima será la propia economía, y la
sociedad en consecuencia, estadounidense". Así de funesto se expresaba
el exgobernador por el PRI del Estado de Oaxaca, José Murat, en una
columna de opinión publicada en el diario La Jornada.
México debe
dejar atrás su complejo de vecino pobre, quitarse la etiqueta de 'patio
trasero' heredada de la época de las maquiladoras, y transformarse en un
núcleo de producción avanzada que atraiga fuertes inyecciones de
capital extranjero como las fábricas de Audi o Toyota.Las autoridades mexicanas tienen que ponerse las pilas. Deben preparar un plan B incluso para la eventualidad de que también desaparezca el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés). Trump desea renegociarlo. Y el presidente Enrique Peña Nieto parece dispuesto a hacerlo. La pregunta es si alguien está contemplando el coste que eso va a tener para ambas economías frente a la incertidumbre de una nueva negociación y el parón de inversiones que esperarán las nuevas reglas.
La
solución puede pasar por potenciar las relaciones comerciales
interlatinoamericanas y, especialmente, en el área del Caribe, donde
existe mucho potencial de crecimiento. También será preciso seguir
diversificando el negocio, aprovechándose de los cinco años de largas
negociaciones mantenidas con otros Estados miembros del acuerdo.
En
Chile han optado por el 'wishful thinking', es decir, el pensamiento
ilusorio. La primera reacción oficial defendida por la presidenta
Michelle Bachelet ha sido la de reafirmar su intención de avanzar en el
marco del TPP, probablemente porque, si éste descarrila, eso
significaría que el crecimiento de la economía chilena perdería un punto
porcentual de aquí a 2030. Pero es inútil negar lo evidente: El futuro
del TPP no es incierto, es inexistente.
Los chilenos quizás
sufrirán algo menos las consecuencias del 'tsunami'. El aviso de Trump
de que primará el sector de las infraestructuras ha impulsado el mercado
de las materias primas, especialmente la cotización del cobre, metal
del que Chile es el mayor productor mundial.Lea más: El gobierno secreto mundial, en pánico: el suelo se mueve bajo sus pies
Para China, sin embargo, el nuevo escenario proteccionista que defiende el presidente electo representa toda una oportunidad de expansión. A diferencia de Latinoamérica, el réquiem por el TPP es una excelente noticia para Pekín, que no ha dudado en calificar el acuerdo de "brazo económico de la estrategia geopolítica de la Administración Obama para asegurarse el control supremo de Washington en la región".
La retirada de la Casa Blanca de esta iniciativa mina la confianza de sus aliados regionales, ya algo inquietos de por sí, como Australia o Nueva Zelanda. Y, en definitiva, deja un vacío de liderazgo en Asia-Pacífico que China ocupará con mucho gusto.
"Nosotros
no nos cerraremos, vamos a abrirnos más", ha declarado el presidente
chino Xi Jinping en la última Cumbre Asia-Pacífico celebrada en Lima. El
gigante asiático opta por más libre comercio y se posiciona así con la
mayoría de los países latinoamericanos, incluidos los que han cambiado
recientemente de rumbo —Brasil y Argentina— que apuestan por este modelo
de desarrollo. Y en línea con esa política Xi ha estado de gira por
Ecuador, Perú y finalmente Chile.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
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