CELAG
El siglo XXI supuso
para la región un nuevo aroma que hacía demasiado tiempo que no se
respiraba. La larga y oscura noche neoliberal acababa. Venezuela,
Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Uruguay, Paraguay… una ola de
cambio recorría la región. Esto se tradujo en avances indudables en los
indicadores sociales (sanidad, educación, pobreza, desigualdad…) y en
muchos casos también institucionales. Los cambios eran urgentes, porque
el paciente entraba en el nuevo siglo en estado de coma. Las recetas muy
diferentes de aquellas aplicadas por el Fondo Monetario Internacional
(FMI) o el Banco Mundial (BM). Aquellas siempre se han mostrado
efectivas para el beneficio de las élites y el empobrecimiento de las
mayorías.
Pero no es objeto de este texto hacer un mapa del estado
de situación en la región y debatir sobr la tesis del supuesto cambio
de ciclo. El objeto es centrarnos en Brasil, y concretamente en la
propuesta económica que empuja hacia el golpe en Brasil y nos ayuda a
entenderlo. Para esto tenemos que volver la mirada atrás un poco hacia
atrás.
En primer lugar, como ya se ha dicho, los logros sociales y
económicos de los gobiernos del PT son incuestionables. Estos logros
sociales se fundamentaron en un aumento de la capacidad redistributiva
del Estado, esto a través de una gran cantidad de programas sociales y
el fuerte aumento de la inversión social. Sin embargo, la distribución
primaria del ingreso no se modificó, pero como el pastel era cada vez
más grande, aunque el Estado sacara una buena parte del mismo y lo
destinara para mejorar las condiciones de vida de la mayoría, las élites
económicas también veían aumentar sus ingresos sin ver en peligro sus
privilegios. Así funcionaba el pacto interclasista con el beneplácito
del Estado.
En segundo lugar, la ruptura de este pacto se produce
con el segundo mandato de Dilma, donde el desencadenante fue la menor
disponibilidad presupuestaria. Esta reducción de recursos se presenta en
forma de dilema dicotómico. A menores recursos caben dos opciones: 1)
quitar a las grandes mayorías y que sean ellas las que soporten el peso
de la restricción presupuestaria al más puro estilo neoliberal, o 2)
apostar a que sean las élites privilegiadas y adineradas las que
soporten con mayor fuerza el ajuste.
¿Por qué salida apostó la
presidenta Dilma Rousseff? Pues en un primer momento intentó alargar el
pacto con las élites y fruto de ello, entre otras cuestiones, fue la
designación como Ministro de Economía de Joaquim Levy, que entró en el
gabinete el 1 de Enero de 2015. La prensa opositora lo tomó bien porque
esa entelequia que son los mercados decían estar contentos con la
apuesta. El resultado tras conocerse esta designación fue la fuerte
subida de la bolsa brasilera (la mayor en los tres años anteriores) y el
fortalecimiento del Real frente al Dólar estadounidense. Por su parte,
en este momento, el lobo con piel de cordero del PMBD celebraba esta
reorientación y su recompensa en el Gabinete que pasó de 5 a 6 miembros
del partido. El pacto con el diablo parecía funcionar, al menos para
mantener contentas a las élites.
Sin embargo, las disputas no
tardaron en saltar a la luz, ya que esta reorientación suponía romper
con los postulados clásicos del PT. El pacto con la ortodoxia exigía
cada vez más ajustes. El detonante se dio en la controversia entre la
presidenta Dilma y Joaquim Levy con uno de los programas sociales
estrellas del PT, el programa Bolsa Familiar[1].
Finalmente, a menos de un año desde su llegada, concretamente el 17 de
diciembre de 2015 se hacía oficial un secreto a voces, la salida de
Joaquim Levy del Ministerio de Economía. Ese día, los “mercados”
mostraron su descontento. La bolsa brasilera cayó un 2,14% y el Real
cayó fuertemente frente al Dólar. Aunque la salida se produjo el 17, las
discrepancias venían de mucho antes por la apuesta de la presidenta por
la otra salida, aquella que apostaba porque fueran los que más tienen,
los que soportaran la restricción presupuestaria. Fruto de esto fue el
inicio del proceso de impeachment el 2 de diciembre de 2015. Es decir,
el detonante para la activación fue la elección del camino contrario a
los intereses de las élites económicas. Las cartas se iban poniendo
sobre la mesa. O Dilma Rousseff aceptaba el pacto (chantaje) o la
sacarían por cualquier medio de la presidencia.
Para esa fecha,
Joaquim Levy ya había cumplido su función. Iniciar una fase de shock
económico que además de promover fuertes ajustes, elevó la inflación por
encima del 10%, algo impensable un año antes. Las condiciones estaban
dadas para que el FMI y el Banco Mundial se unieran al festín. Y por
cierto, desde finales de 2015 Joaquim Levy también era Director General y
Director Financiero del Grupo Banco Mundial.
Pero aún faltaba el
toque de complot de los capitales internacionales. Para esto el FMI fue
reduciendo progresivamente las proyecciones de crecimiento de Brasil
hasta convertir la situación de la economía brasilera en una gran
recesión que no levantaba cabeza. Cuando iniciaba el proceso de
impeachment el FMI anunciaba una recesión del PIB de Brasil del 3,8%,
mientras que la CEPAL decía en el mes de abril que la caída del PIB
sería del 0,9%. El shock, si no es real, debe ser inducido. Sin embargo,
tras la llegada provisional al poder de Temer en Abril y con la
revisión que hizo en julio el FMI de la economía brasilera, corrigió la
caída del PIB para este año al 3,3% debido “a que el desempeño de la
economía brasileña en el primer semestre ha sido mejor de lo previsto, y
con ello se prevé que la contracción anual será menos drástica de lo
que se había pensado”. Además, el FMI también mejoró las previsiones de
crecimiento para el 2017, pasando de un crecimiento nulo a un
crecimiento estimado del 0,5%. Con esto, se quería evidenciar que el
primer paquetazo de Temer tenía rápidamente efectos positivos sobre el
crecimiento. Eso sí, por supuesto que obviando las condiciones de vida
de las grandes mayorías, la calidad democrática, y cómo no, comparándo
con las previsiones anteriores que el organismo había lanzado para
desacreditar el desempeño económico del ejecutivo de la presidenta
Rousseff. Si finalmente la economía brasilera cae “sólo” el 2%, incluso
más de lo que auguraba la CEPAL a comienzos de año, será un supuesto
éxito de las políticas temerarias del nuevo ejecutivo en comparación con
las previsiones catastrofistas del FMI.
Pero ¿en qué consisten
estas medidas económicas del Gobierno de Temer?. El primer paquetazo ha
consistido en un fuerte impulso de las privatizaciones de todo aquello
que era rentable para el Estado, y por tanto, para la sociedad
brasilera. Comenzó por el sector eléctrico, donde se están privatizando
más de 200 pequeñas empresas que además de rentabilidad cumplían la
función social de llevar electricidad a la mayoría de lugares del país.
Las privatizaciones también han llegado a las empresas de transporte y a
las de gestión aeroportuaria y portuaria. Otras instituciones públicas
se abren a una mayor participación privada como el Seguro de Caixa
Económica Federal o el Instituto de Reaseguro de Brasil[2].
Y por supuesto, en la puja por el expolio, no podía faltar la nueva
joya de la corona brasilera, los grandes yacimientos petrolíferos del
presal.
No sólo están en venta los activos del país. Sino que toda
la inversión social, aquella que ha conseguido los tan importantes
avances sociales en términos de reducción de la pobreza y la desigualdad
o acceso a la educación y la sanidad, también está sufriendo el ajuste.
Desde que Temer ocupó de forma provisional la presidencia, expuso su
voluntad de eliminar el fondo creado para invertir los ingresos
petroleros en educación, en julio eliminó las prestaciones de la Bolsa
Familia excluyendo a 10 millones de familias de dicha ayuda. Y esto sólo
fueron algunas de las cosas realizadas durante el interinato antes del
31 de agosto. Ahora, ya consolidado el golpe, ha lanzado nuevos recortes
en derechos laborales y pensiones, recortes para la salud, donde el
ajuste para el próximo año se espera que llegue casi al 40%. Sin
embargo, a pesar de todos estos recortes, el déficit público en 2016
según el propio ejecutivo de Temer será de $48.000 millones, mucho más
alto que los $27.286 millones de déficit en 2015, que supuestamente era
intolerable y motivado por el supuesto despilfarro del dinero público en
las medidas de protección social.
Quienes son los ganadores y
quienes son los perdedores con el golpe están claros. Cuales son los
intereses de los ganadores también. Como dijo Dilma, “la historia será
implacable con los que se creen vencedores”. Dilma Roussef sobrevivió a
las torturas y vejaciones de un régimen militar, seguro no se
arrodillará ante los atropellos de unas élites corruptas que para nada
gozan del apoyo popular. El golpe contra la democracia en Brasil es un
golpe del capital, intolerante con aquellos gobiernos que piensan en las
mayorías por sobre las élites. El neoliberalismo ha vuelto en forma de
golpe.
Notas:
[1]
El Programa Bolsa Familiar beneficiaba a casi 60 millones de pobres
proporcionando una ayuda financiera para cubrir las necesidades básicas
de las familias.
[2] Para un mayor detalle de la primera oleada privatizadora ver Serrano, A. (2016). “Brasil en rebajas” publicado en http://www.celag.org/brasil-en-rebajas/ publicado el 19 de Julio de 2016.
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