Bajo la lupa
Alfredo Jalife-Rahme
A casi dos meses de la trascendental elección, hasta The New York Times –convertido en portavoz oficioso de Hillary Clinton– supuso que la esposa del ex presidente Bill tenía ya en el bolsillo la presidencia y debía consagrarse a la formación de su gabinete de transición, cuando el polémico Donald Trump se desplomaba estrepitosamente debido su locuacidad incontinente que ofendía a tirios y troyanos.
En una elección tan volátil y pasional como la que vive ahora EU, los gurús de ocasión y las de por sí sesgadas encuestadoras –que encauzan la voluntad de los grandes intereses en juego cuando captan y cooptan a los electores desinformaados– suelen equivocarse en forma grotesca.
Con Hillary en la supuesta cúspide y Trump en el subsuelo, hace casi dos meses avancé cuatro escenarios, tanto en mi cuenta Twitter como en una entrevista con Carlos Castellanos, de Radio Red, que marcarían el epílogo:
Escenario 1: Trump es el peor enemigo de Trump: su incontinencia locuaz, al
estilo Foxen México, y sus atrabiliarias invectivas lo hundirían aún más cuando se perfila(ba) un cataclísmico
escenario Goldwaterpara los congresistas del Partido Republicano.
Escenario 2: la célebre
sorpresa de octubre: un evento funesto o una demoledora filtración que aniquile al afectado a unos días del 8 de noviembre. Un atentado terrorista, a uno de los dos lados del Atlántico Norte –tanto mejor si fuese doméstico–, operaría en favor de Trump.
Escenario 3: la exhumación de los fétidos correos de Hillary, que pueden erosionar aún más su dañada imagen de deshonestidad y opacidad, como amenaza publicar Wikileaks, sin contar la operatividad de la Fundación Clinton –manejada por su marido Bill y su hija Chelsea– y sus nausebundos vínculos con el maligno megaespeculador George Soros (http://goo.gl/lzIA0B), los banksters de Wall Street y
dictadores foráneos.
Y escenario 4: la eclosión de la(s) enfermedad(es) oculta(s) de Hillary.
Hoy pesa más el
escenario 4cuando, como
melodrama Netflix, en la mañana de la conmemoración del icónico 11-S, el video de un inmigrante aficionado de origen checo de 50 años, Zdenek Gazda –quien impulsó el
periodismo ciudadano–, expuso el casi desplome clínico de Hillary que se viralizó en las redes, pese al ocultamiento inicial de los multimedia, aplastantemente inclinados en favor de la esposa del ex presidente Bill, lo cual ha dado un vuelco a la elección que ese día amaneció muy apretada, incluso con CNN dando una ventaja en la votación general de 2 por ciento a Trump cuando Hillary conserva(ba) una conspicua ventaja para obtener los mínimos 270 votos del colegio electoral.
Se recuerda que el voto es
indirectoen EU: se impone la mayoría de los sufragios del colegio ante el voto popular (remember Al Gore en Florida).
A reserva de que el equipo de Hillary exhume su verdadero estado clínico, lo cual le ha valido severas críticas por su opacidad, por inferencia de los tres medicamentos expuestos que ingiere se pueden deducir sus enfermedades: 1) antibióticos para su
neumoníainespecífica –reportada con retardo de dos días– de expectoraciones verdes, lo cual denota una infección bacteriana, más que viral; 2) hormonas tiroideas sustitutivas para su hipotiroidismo, y 3) anticoagulantes (warfarina), que da pie a una trombosis profunda de venas y/o a un accidente cerebro-vascular concomitante a una anterior concusión que obligó a una previa hospitalización (http://goo.gl/PT6EPx).
Me llama la atención que no ingiera nada para su probable menopausia a sus 68 años de edad.
Para lo que no existen fármacos es para su legendaria deshonestidad (http://goo.gl/LQdpQE).
De todas sus enfermedades, ocultas y/o públicas, la más grave que padece Hillary es su sicopatología por el poder dinástico.
Sin tomar en cuenta el asombroso desplegado del pasado 6 de septiembre –cuando casi 90 omnipotentes ex generales y ex almirantes, encabezados por el teniente general Michael Flynn (ex director de la DIA), se pronunciaron por Trump (http://goo.gl/RrkGvR)–, la semana del 5 al 11 de septiembre fue desastrosa, y quizá fatal, a las aspiraciones de Hillary cuando otorgó dos regalos inesperados a Trump.
Tras dos días consecutivos –el 5 y 6 de septiembre– de incoercibles crisis tusígenas que imputó en forma ocurrente a su
alergia a Trump, Hillary arremetió contra
la mitad del cestode los aguerridos seguidores del magnate de casinos, a quienes injurió como
deplorables. Esta invectiva, fuera de lugar para la experimentada política y que quizá revelaba un inicio de confusión mental, era el primer regalo semanal a Trump, que rebobinó la furia de sus partidarios (http://goo.gl/t93TyK).
El segundo regalo para Trump (de 70 años) fue el casi desplome clínico de Hillary, lo cual pone en tela de juicio su viabilidad como candidata, mientras Bill Clinton, en San Francisco, y Obama en su feudo afro suplen su campaña heredada y horadada, cuando corren voces en el seno del Comité Nacional Demócrata para que sus 447 miembros se preparen a un
plan de contingenciay busquen al sustituto de la alicaída candidata (http://goo.gl/rh8sdC), que van desde el católico Tim Kaine (58 años), el también católico Joe Biden (73 años) y Bernie Sanders (75 años) –judío progresista antisionista de esposa católica–, hasta la posposición de la elección (http://goo.gl/Fxt2G2). Ninguno de los sustitutos de marras es WASP (siglas en inglés de blanco, protestante y anglosajón).
Y aquí emerge el “problema WASP” que ha padecido Hillary –de religión
metodistaprotestante–, cuando los
cristianos blancos (no católicos), en la singular clasificación del Censo teológico-racista de EU, se han volcado por Trump, mientras el Partido Demócrata es preferido apabullantemente por el multiculturalismo plural de las minorías de católicos blancos no hispanos (19 por ciento del total) y latinos/mexicanos guadalupanos, así como de los afroprotestantes.
¿El escandaloso “muro Trump (http://goo.gl/OtW3I3)” es producto del fugitivo encapsulamiento teológico-racista de los WASP, cuyo
ocasoes analizado por el teólogo Robert P. Jones en su reciente libro Fin de EU como país blanco cristiano (http://goo.gl/JrqKwA)”?
Los blancos (sin latinos) son baby boomers, la generación posterior a la Segunda Guera Mundial, mientras los millennials constituyen 56 por ciento de las minorías.
Más allá de las fuertes pasiones desatadas, hoy la elección presidencial representa un doble choque generacional y racial, cuando los WASP fundacionales (80 por ciento de los blancos no hispanos) se sienten alienados por la migración y la detonación demográfica juvenil de otras razas y religiones.
Los
blancos no hispanosconstituyen la mayoría de la población de EU: 61.6 por ciento con una edad promedio de 43 años (http://goo.gl/soGDB8), cuando, más allá de filias y fobias, Trump representa “la última revuelta demográfica de los WASP (http://goo.gl/FJwiJv)”, quien ha explotado la furia y el desempleo de los
cristianos blancos(80 por ciento).
Quizá esta sea la última elección que puedan ganar los WASP –más por default aleatorio que por aciertos planificados–, quienes tienen el cronómetro demográfico en contra.
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