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Hoy,
el Senado Federal tomó una decisión que entra en la historia de las
grandes injusticias. Los senadores que votaron por el impeachment
escogieron lastimar la Constitución Federal. Decidieron por la
interrupción de un mandato de una presidente que no cometió crimen de
responsabilidad. Condenaron a una inocente y consumaron un golpe
parlamentario.
Con la aprobación de mi apartamiento
definitivo, políticos que buscan desesperadamente escapar del brazo de
la Justicia tomaron el poder unidos a los derrotados en las últimas
cuatro elecciones. No llegan al Gobierno por el voto directo, como yo y
Lula hicimos en 2002, 2006, 2010 y 2014. Se apropian del poder por medio de un golpe de Estado.
Es
el segundo golpe de Estado que enfrento en mi vida. El primero, el
golpe militar, apoyado en la truculencia de las armas, de la represión y
la tortura, se me presentó cuando era una joven militante. El segundo
golpe parlamentario, acontecido hoy, a través de una farsa legal, me
derriba del cargo para el que fui elegida por el pueblo.
Se
trata de una clara elección indirecta, en la que 61 senadores
sustituyen la voluntad expresada por 54.500.000 votos. Es un fraude,
contra el que todavía vamos a recurrir a todas las instancias posibles.
Sorprende
que la mayor acción contra la corrupción de nuestra historia, como
consecuencia de medidas adoptadas y las leyes promulgadas a partir 2003 y
profundizadas en mi gobierno, lleven justamente al poder a un grupo de
corruptos investigado.
El proyecto nacional progresista,
incluyente y democrático que represento está siendo interrumpido por una
poderosa fuerza conservadora y reaccionaria, con el apoyo de una prensa
partidista y venal. Se capturarán las instituciones del Estado para
ponerlas al servicio del más radical liberalismo económico y el
retroceso social.
Acaban de derrumbar a la primera mujer presidente de Brasil, sin ninguna justificación constitucional para este juicio político.
Pero
el golpe no se acaba de cometer contra mí y mi partido. Este fue sólo
el comienzo. El golpe golpeará indistintamente cualquier organización
política progresista y democrática.
El golpe está en contra de los
movimientos sociales y sindicales y contra los que luchan por los
derechos en todas sus acepciones: el derecho al trabajo y la protección
de las leyes laborales; derecho a una jubilación justa; derecho a la
vivienda y a la tierra; derecho a la educación, la salud y la cultura;
derecho de la juventud a protagonizar su historia; derechos de los
negros, los indígenas, la población LGBT, mujeres; derecho a hablar sin
ser reprimido.
El golpe es contra el pueblo y contra la
nación. El golpe es misógino. El golpe es homofóbico. El golpe es
racista. Es la imposición de la cultura de intolerancia, los prejuicios,
la violencia.
Les pido a Brasil y los brasileños que me
oigan. Hablo a los más de 54 millones que votaron por mí en 2014. Hablo a
los 110 millones, que apoyan la elección directa como forma de elección
de presidentes. Hablo fundamentalmente a los brasileños que, durante mi
gobierno, superaron la pobreza, alcanzaron el sueño de la casa,
comenzaron a recibir atención médica, entraron en la universidad y
dejaron de ser invisibles a los ojos de la nación, pasando a tener
derechos que siempre les fueron negados.
La incredulidad y el dolor que nos golpean en momentos como éste son malos consejeros. No desistan de la lucha.
Oigan
bien: creen que nos ganaron, pero están equivocados. Sé que todo el
mundo va a luchar. Habrá contra ellos la oposición más firme, incansable
y llena de energía que un gobierno golpista pueda tener.
Cuando
el presidente Lula fue elegido por primera vez en 2003, llegamos al
gobierno cantando juntos que nadie debía tener miedo de ser feliz. Por
más de 13 años, llevamos adelante con éxito un proyecto que promovió la
mayor inclusión social y reducción de las desigualdades de la historia
de nuestro país.
Esta historia no termina así. Estoy segura de que
la interrupción de este proceso por el golpe de Estado no es
definitiva. Volveremos. Para continuar nuestro viaje hacia un Brasil
donde el pueblo es soberano.
Espero que sepamos unirnos en defensa
de las causas comunes para todos los progresistas, independientemente
de su afiliación partidaria o posición política. Propongo que luchemos
todos juntos contra el retroceso, en contra de la agenda conservadora,
en contra de la extinción de los derechos, por la soberanía nacional y
el pleno restablecimiento de la democracia.
Dejo la presidencia
como entré: sin haber incurrido en ningún acto ilegal; sin haber
traicionado ninguno de mis compromisos; con dignidad y llevando en el
pecho el mismo amor y admiración por los hombres y las mujeres
brasileñas y la misma voluntad de seguir luchando por Brasil.
Viví
mi verdad. Di lo mejor de mi capacidad. No huí de mis
responsabilidades. Me emocioné con el sufrimiento humano, me conmoví con
la lucha contra la pobreza y el hambre, combatí la desigualdad.
Me
embarqué en buenas peleas. Perdí algunas, gané muchas y, en este
momento, me siento inspirada en Darcy Ribeiro para decir: no me gustaría
estar en el lugar de aquellos que se consideran vencedores. La historia
será implacable con ellos.
A las mujeres brasileñas, que me
cubrieron con flores y afecto, les pido que crean que se puede. Las
futuras generaciones de brasileñas sabrán que la primera vez que una
mujer ocupó la Presidencia de Brasil, el machismo y la misoginia
mostraron sus caras más feas. Hemos abierto un camino de una sola vía
hacia la igualdad de género. Nada nos hará retroceder.
En este momento, no voy les voy a decir adiós. Estoy segura de que se puede decir “hasta dentro de poco”.
Concluyo compartiendo con ustedes una maravillosa inspiración del poeta ruso Maiakovski:
“No estamos contentos, por supuesto,
Pero ¿por qué razón deberíamos estar tristes?
El mar de la historia es agitado
Las amenazas y guerras, habremos de atravesarlas,
Las romperemos por la mitad,
Cortándolas como corta una quilla”
Un fuerte abrazo a todos los brasileños, que comparten conmigo la creencia en la democracia y el sueño de la justicia.
Jueves, 1 de Setiembre de 2016
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