La integración regional en disputa
CELAG
Hace un par de semanas
escribía sobre como América latina se había convertido en la principal
región en la construcción de la multipolaridad en el Sistema
Internacional1.
En esa construcción, sin duda alguna, jugaba un papel fundamental las
nuevas orientaciones políticas y económicas que emanaban de lo que
venimos denominando como regionalismo postneoliberal. Estos procesos de
integración debían ayudar a consolidar los grandes cambios políticos,
económicos y sociales acaecidos durante la última década, sin embargo,
podemos observar que durante el último año, los procesos de integración
regional y concertación política surgidos de la orientación política en
la región durante la última década y media, están también en disputa.
El primero de los factores a tener en cuenta es el del cambio en la
correlación de fuerzas en la región. El retorno de fuerzas políticas de
derechas a algunos países de la región ha afectado sin ningún tipo de
dudas al equilibrio de poder en la misma. Argentina y Brasil, las dos
economías más grandes de América del Sur, han cambiado durante el último
año a sus respectivos gobiernos. A esto podemos unir la difícil
situación que atraviesa Venezuela a nivel interno, que ha impedido que
Venezuela siga ejerciendo el liderazgo en la construcción regional tal y
como lo había hecho durante la década anterior
Estos cambios al
interior de los países, han tenido sus efectos en buena parte de los
procesos de integración postneoliberal en la región. La UNASUR está
sufriendo un debilitamiento paulatino y deliberado por parte de algunos
países. Hasta hace poco tiempo, la UNASUR, era el principal mecanismo
que apoyaba al mantenimiento del orden democrático y constitucional en
los países de la región, habiéndose quedado actualmente en un segundo
plano ante los intentos desestabilizadores en Venezuela y la destitución
de Dilma Rousseff. La UNASUR a través de la Secretaría General ha
levantado la voz, sí, pero ya no ha contado con el apoyo unánime del
resto de los Presidentes.
Por su parte, el MERCOSUR, parece
querer volver a sus orígenes. Aquellos orígenes que en 1991 estaban
claramente marcados por el auge del neoliberalismo en la región. Muestra
de esto ha sido la paralización durante varias semanas del traspaso de
la Presidencia Pro Témpore (PPT) a Venezuela, el retorno a la
negociación del Tratado de Libre Comercio (TLC) con la Unión Europea
(UE) y la cada vez mayor sintonía con la Alianza del Pacífico. La CELAC,
el foro que consigue aglutinar a todos los países del continente con
las excepciones de EEUU y Canadá, también sufrió con la inasistencia de
ciertos líderes a la última Cumbre presidencial que se celebró en enero
de este año en Quito.… Acontecimientos que, si bien no buscan derrumbar
los procesos, sí bajar su perfil o su orientación política.
El
segundo de los factores que puede estar detrás de este debilitamiento de
los procesos de integración es el marcado carácter intergubernamental
de los mismos. Es cierto que la supranacionalidad de todas las
instituciones se ha mostrado perjudicial cuando no existen las
condiciones sociales, económicas y políticas de cohesión entre los
países. Sin embargo, junto con el intergubernamentalismo para la toma de
decisiones que afectan a la soberanía de cada uno de los países, es
necesaria la creación y fortalecimiento de otras instituciones de
carácter supranacional en aquellos ámbitos en que la heterogeneidad de
los países no ponga en riesgo a la soberanía nacional.
Este tipo
de instituciones ayudarían a construir ciertos mecanismos de
irreversibilidad relativa que permitan lidiar con los intentos de
debilitamiento de alguno de los países miembros. Algunas de las
instituciones que se hacen necesarias en la región son: el Banco del Sur
y del Fondo del Sur; mecanismos para la resolución de controversias a
nivel regional y que no estén al servicio de los grandes capitales;
creación de una Agencia Pública de Calificación que no esté a merced de
los intereses especulativos; el fortalecimiento del comercio
intrarregional con mecanismos propios como el SUCRE; y la ampliación o
profundización de los proyectos y las empresas grannacionales.
Estas instituciones, a su vez, ayudarían a avanzar en otro de los
grandes déficit de la integración postneoliberal y que constituye el
tercer factor identificado de debilidad: la falta de integración
productiva regional y concreción de una inserción diferente en la
economía mundo. Se ha conseguido romper con el sofisma de la apertura
comercial como punta de lanza de la integración regional, y en los
discursos políticos han abundado las referencias al cambio de la matriz
productiva y la complementariedad productiva entre los países de la
región. Sin embargo, la realidad es que no se ha conseguido avanzar
sustancialmente en la ruptura del modelo primario exportador y dejar
atrás la tradicional División Internacional del Trabajo que ha condenado
a los países de la región a su posición periférica.
La
integración o complementariedad productiva, así como ciertas
instituciones supranacionales, permitirían la creación de resistencias
frente al intento de tabula rasa que persiguen los gobiernos
neoconservadores en la región. Es rompiendo con las lógicas de la
dependencia como se construye soberanía. La complementariedad productiva
a nivel regional, frente a la competencia y el comercio desigual
extraregional, deben cimentar la construcción de un verdadero polo de
poder en la región, ya no sólo a nivel político, sino acompañado de un
fortalecimiento equilibrado del rol de los países de la región en la
economía mundial.
Nota:
1 Martín-Carrillo, S. (2016). Multipolaridad e integración postneoliberal en América Latina. Publicado en http://www.celag.org/multipolaridad-e-integracion-postneoliberal-en-america-latina/ el 12/08/2016.
@Sergio_MartinC
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