El gobierno canadiense, encabezado por el conservador Stephen Harper,
está perdiendo la confianza del público debido a su nuevo proyecto de
ley contra el terrorismo, sostiene esta semana el editorial del
periódico canadiense de mayor tiraje, el Toronto Star.
Con la vista puesta en las próximas elecciones, cada político en
Canadá está buscando presentarse como el único candidato capaz de
solucionar los males que afligen a la nación.
Conservadores, neodemócratas, liberales y todos los demás están
buscando demostrar la particularidad de sus planes en materia de empleo,
economía, seguridad nacional, programas sociales, medioambiente y más.
Un tema central: el nuevo proyecto de ley antiterrorista canadiense
presentado por los conservadores, ha permitido a oposición neodemócrata y
los liberales encontrar algo más que un terreno en común.
Ambos partidos le sacaron tarjeta roja al primer ministro Stephen
Harper debido a los excesos de su Ley Antiterrorista. Neodemócratas y
liberales argumentan con razón que esa ley constituye una grave amenaza
para los derechos civiles de los canadienses, al otorgar a los servicios
de seguridad mayores poderes de lo que legalmente necesitan para
enfrentar las amenazas a la seguridad nacional.
Ambos partidos de oposición también comparten algunos puntos de vista
sobre la manera en la que ese proyecto de Ley C-51 puede ser modificado
antes de convertirse en ley.
Esto quedó claro al comparar las enmiendas separadas pero similares
que el líder neodemócrata Tom Mulcair y líder liberal Justin Trudeau
presentaron en momentos en que el Parlamento canadiense examina este
proyecto de ley a fin de limar sus peores excesos.
Los cambios propuestos por ambos partidos incluyen el control
parlamentario. Neodemócratas y Liberales quieren darle al Parlamento
canadiense un rol efectivo en la supervisión del Servicio Canadiense de
Seguridad e Inteligencia (CSIS), la principal agencia de espionaje de
Canadá, así como la supervisión de otros servicios de seguridad, tal
como ocurre en Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países aliados.
Otra coincidencia es que ambos partidos de la oposición quieren poner
un freno al poder del Servicio Canadiense de Seguridad e Inteligencia
(CSIS) de violar los derechos inscritos en la Carta canadiense de
derechos y libertades. Ambos partidos quieren eliminar las disposiciones
del proyecto de ley que facultarían a CSIS a pedir la autorización de
un juez para violar los derechos fundamentales de los ciudadanos para
interferir en las amenazas a la seguridad, incluyendo la violación del
derecho a la privacidad, la libertad de expresión y la seguridad
personal.
Neodemócratas y Liberales también quieren la protección para las
actividades de promoción y cabildeo, la protesta y la disidencia. Ambas
partidos quieren clarificar el lenguaje vago en el proyecto de ley.
Aunque la Ley C-51 prohíbe al Servicio Canadiense de Seguridad e
Inteligencia tomar como blanco a personas dedicadas a actividades de
protesta “legal”, la oposición quiere que se le prohíba a CSIS actuar
contra los canadienses que participan en actos de desobediencia civil
pero que no representan una amenaza para la seguridad nacional.
La oposición también quiere una revisión obligatoria de la
legislación y de los nuevos poderes de CSIS a los tres años de la
aprobación de la ley. También está a favor de una cláusula de extinción y
la necesaria aprobación previa del Parlamento para extender esta ley.
Estos son algunos de los muchos cambios sugeridos por Mulcair y
Trudeau. Y tienen suficientes elementos en común como para que el
gobierno de Harper atienda el pedido.
Los conservadores están perdiendo el debate público sobre el tema. Y
ellos lo saben. Es por eso que ahora hay señales de que están planeando
hacer algunos cambios a su proyecto de ley para neutralizar las
críticas, lo cual es un comienzo, dice el editorial del Toronto Star.
La Ley C-51 no contiene nada que permita una supervisión rigurosa de
los servicios de inteligencia y seguridad de Canadá por parte del
Parlamento. Esta ley faculta imprudentemente a Servicio Canadiense de
Seguridad e Inteligencia violar nuestros derechos constitucionalmente
protegidos. Esta ley hace de los jueces cómplices en la violación de la
Carta canadiense de derechos y libertades y subvierte el Estado de
Derecho.
Esta ley del gobierno conservador criminaliza la libertad de
expresión y representa una amenaza para la legítima protesta y la
disidencia. Y para colmo, ni siquiera se le da al Parlamento la
oportunidad de revisar sus efectos dentro de algunos años.
La Asociación de Abogados de Canadá considera la Ley C-51 como una
amenaza. Lo mismo opinan la Asociación Canadiense de Libertades Civiles,
el Comisionado federal de la vida privada y otras instituciones
defensoras del bien público.
No es de extrañar que el apoyo público a este proyecto de ley se haya
deteriorado rápidamente a medida que es escrutada y debatida en el
Parlamento, antes de ser sometida a votación final.
Una reciente encuesta encontró que un 50 por ciento de los
canadienses rechaza ese proyecto de ley, y que sólo el 38 por ciento la
aprueba. Esto es un cambio impresionante desde el mes pasado, cuando el
apoyo a la Ley C51 llegaba al 80 por ciento.
Poco a poco, Harper ha ido perdiendo la confianza del público en el
tema. Los canadienses están preocupados por la seguridad nacional a raíz
del tiroteo en el Parlamento y otros sustos, pero son justamente
reacios a renunciar a sus derechos fundamentales a cambio de una mayor
seguridad.
Los canadienses quieren un mejor equilibrio que lo que la Ley C-51
ofrece. Los cambios menores no serán suficientes. Hay que reformular a
fondo esa ley, o simplemente retirarla, dice finalmente el editorial de
la semana del periódico canadiense de mayor tiraje, el Toronto Star.
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