Por Marta Denis Valle*
La
Habana (PL) Como las cálidas aguas de la corriente del Golfo de México y
la brisa suave que llega del norte, arriban a esta capital cada vez más
estadounidenses, generalmente asombrados de su encuentro con la
verdadera Cuba.
Sin ser todavía lo que puede ser, los pasos dados desde el pasado 17 de
diciembre, a raíz de comparecencias públicas de los presidentes Raúl
Castro y Barack Obama, han renovado el interés en ambos pueblos por
echar a andar un proceso que nadie espera sencillo y rápido, el de la
normalización total.
El 3 de enero de 1961 -año en que nació
Obama- Estados Unidos rompió unilateralmente sus relaciones con Cuba y, a
partir de entonces, Washington comenzó a presionar a los demás países
de la región para que hicieran lo mismo.
Con la honrosa
excepción de México, los gobiernos del Hemisferio siguieron ese camino y
Cuba fue excluida, en 1962, de la Organización de Estados Americanos,
pero hace varios años los países latinoamericanos restablecieron sus
plenas relaciones diplomáticas y amistosas con La Habana.
Encarar poco a poco la solución del histórico diferendo bilateral, puede
llevar tiempo porque sus orígenes se remontan a la época colonial;
quizás más fácil sea franquear la cortina de humo tendida sobre el
archipiélago cubano, en las últimas décadas, con el fin de ocultarlo
prácticamente del mapa americano.
La novedad resultó bien
recibida por el pueblo cubano, la amplia mayoría de los ciudadanos
estadounidenses y la emigración cubana.
Decenas de
norteamericanos, como se les dice aquí, están aprovechando la aún
limitada lista de las categorías de ciudadanos autorizada por las
actuales autoridades, que ahora pueden visitar este país, derecho
prohibido a cal y canto durante medio siglo.
Los yanquis o
gringos, llamados así, en el pasado, todo lo desean ver y conocer;
algunos se admiran de no observar soldados patrullando las calles y de
la fraternidad de la gente que esperaban fuera hostil.
Del lado
de acá existe la buena voluntad de establecer una relación civilizada,
aunque persista la desconfianza a nivel de calle respecto a la
sinceridad del poderoso vecino, autor de agresiones incalificables y de
un bloqueo económico (de Kennedy a Obama), repudiado por la comunidad
mundial.
La mayor parte de los cubanos nacieron bajo las
penurias del cerco económico, impuesto en 1962, el cual fue recrudecido
en la década del 90 por la Ley Torricelli y la Ley Helms-Burton.
Tan cerca geográficamente y, a la vez, muy lejos en la práctica de sus
relaciones, Cuba y Estados Unidos han permanecido distanciados medio
siglo por la aplicación de una política estadounidense que el presidente
Obama calificó de enfoque anticuado, y anunció su disposición a cambios
significativos. En lo que a Cuba respecta, el presidente Raúl Castro
reiteró ante la Asamblea Nacional la disposición para sostener un
diálogo respetuoso, en igualdad y sin comprometer la independencia, la
soberanía y la autodeterminación nacional.
"Si realmente
deseamos avanzar en las relaciones bilaterales -dijo-, tendremos que
aprender a respetar mutuamente nuestras diferencias y acostumbrarnos a
convivir pacíficamente con ellas".
DOLOROSAS HERIDAS EN LAS ALMAS CUBANAS
Las distintas administraciones de Estados Unidos, desde el gobierno
republicano del general Dwight D. Eisenhower, auspiciaron o toleraron
las agresiones de todo tipo contra el pueblo de Cuba y su Revolución.
Eisenhower reveló en sus memorias (Mis años en la Casa Blanca) haber
ordenado a la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el 17 de marzo de
1960, comenzar a organizar el entrenamiento de cubanos
contrarrevolucionarios, principalmente en Guatemala.
La CIA
inició en abril de 1961 la ejecución del denominado Plan Pluto,
destinado -en primer lugar- a crear una cabeza de playa en suelo cubano,
luego de meses de preparación.
El plan de la administración Eisenhower fue asumido y realizado por el sucesor demócrata, John F. Kennedy.
El 25 de abril de 1961 la Casa Blanca reconoció su responsabilidad en
la invasión por Bahía de Cochinos, en un comunicado: "El Presidente
Kennedy, desde un principio, ha manifestado que asume plena
responsabilidad por los hechos de estos últimos días".
La
brigada 2506, de mil 550 hombres reclutados por la CIA, fue entrenada en
Retalhuleu, Guatemala, y sus integrantes partieron de Puerto Cabeza,
Nicaragua, mientras que la fuerza aérea dispuso de la base
estadounidense de Oppalocka, en la Florida.
Fueron derrotados en
tres días (17-19 de abril); quedaron destruidos 12 aviones, dos buques
de transporte y tres barcazas; otro buque y tres barcazas resultaron
averiados; también les ocuparon técnica y armamento de diferente tipo.
Las bajas de los agresores fueron más de 200 muertos y mil 197
prisioneros; entre los combatientes de las fuerzas revolucionarias y la
población civil hubo 176 muertos y más de 300 heridos, de los cuales 50
quedaron incapacitados de por vida.
Las acciones terroristas (de
1959 a 1999) causaron la muerte de tres mil 478 personas y quebrantaron
ilícitamente la integridad física de más de dos mil.
Algunos de
estos sucesos conmovieron en extremo al pueblo cubano; por la magnitud
del crimen citamos dos: el sabotaje al buque francés La Coubre (4 de
marzo de 1960), preparado por la CIA en el extranjero, y el estallido en
pleno vuelo de un avión civil de pasajeros de Cubana de Aviación
(octubre de 1976).
El primero de los hechos provocó dos
terribles explosiones en el puerto habanero con saldo de 101 muertos,
entre ellos seis marinos franceses, y centenares de heridos.
En
el segundo murieron sus 73 pasajeros y tripulantes (57 cubanos, 11
jóvenes guyaneses y cinco ciudadanos coreanos), debido a un atentado
terrorista, organizado por los contrarrevolucionarios Orlando Bosch
Ávila y Luis Posada Carriles, protegidos por Estados Unidos.
La nave DC-8, con matrícula CUT-1201, acababa de despegar del aeropuerto de la isla de Barbados rumbo a Cuba.
Se enlutó el deporte nacional al perecer allí los 24 integrantes del
equipo juvenil cubano de esgrima, ganadores de todas las medallas de oro
del reciente campeonato centroamericano.
LA CULPA DE LA FRUTA QUE NO CAYÓ"
No es un secreto que, en el siglo XIX, cualquier expresión de las
repúblicas hispanoamericanas favorable a la libertad e independencia de
Cuba tuvo la oposición estadounidense, ni tampoco como Norteamérica
coqueteaba con elementos anexionistas cubanos.
La vieja
aspiración de Thomas Jefferson (1743-1826), el tercer presidente
estadounidense (1801-1809), de apoderarse de Cuba tuvo su expresión a lo
largo de la centuria, pero la rivalidad anglo-norteamericana permitió a
España conservar su dominio hasta que Londres aseguró a EE:UU. que no
se opondría a sus ambiciones respecto al enclave antillano.
Hubo
varios intentos de compra de Cuba, o sea, adquirirla por dinero, y de
advertencias sutiles a Madrid de que Washington continuaba respetando la
soberanía española, pero en ningún caso toleraría el traspaso del
Archipiélago Cubano a otro país.
El fatalismo geográfico era
para Cuba su único destino, según John Quincy Adams (1767-1848), el
político estadounidense que expuso su Teoría de la fruta madura con
respecto a Cuba y elaboró la Doctrina Monroe, sintetizada en la frase
"América para los americanos".
Fue Secretario de Estado
(1817-1825) y el sexto presidente de Estados Unidos (1825-1829). Antes
había sido senador y posterior a su mandato ocupó una banca en la Cámara
de Representantes (1831-1848).
"... hay leyes de gravitación
política como las hay de gravitación física, y así como una fruta
separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera,
dejar de caer en el suelo, así Cuba, una vez separada de España y rota
la conexión artificial que la liga con ella, es incapaz de sostenerse
por sí sola.."
"...tiene que gravitar necesariamente hacia la
Unión Norteamericana, y hacia ella exclusivamente..., mientras que a la
Unión misma, en virtud de la propia ley, le será imposible dejar de
admitirla en su seno", advirtió Quincy Adams en 1823 a su ministro en
Madrid Hugh Nelson.
A tenor con estas ideas Washington declaró
una guerra relámpago a España en 1898, sin permiso de los cubanos para
intervenir en la tercera de sus guerras independentistas; y cobró como
botín las últimas posesiones del imperio colonial hispano.
A
Cuba impuso tres años de ocupación militar y, mediante la Enmienda
Platt, una ley del congreso estadounidense, nació la neocolonia sometida
a posteriores intervenciones y con una base naval (la de Guantánamo),
todavía en su territorio.
El primero de enero de 1959, con el
triunfo de la Revolución, fue archivada en la historia la neocolonia e
iniciada la transformación económica y social del país.
* Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina.
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