Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.
viernes, 9 de julio de 2010
ALEPH: Bicentenario (I)
CAROLINA ESCOBAR SARTI
Si la tecnología y la mundialización han sido capaces de desdibujar fronteras, ¿por qué a los seres humanos nos cuesta tanto? Si tomáramos conciencia que del tamaño de nuestras ideas es nuestro mundo, leeríamos más, pensaríamos más, veríamos un poco más lejos de los 10 kilómetros que usamos para ir de la casa al trabajo o al supermercado y nos interesaríamos de verdad por otras culturas y formas de ver la vida.
El mundo es demasiado pequeño cuando sólo nos interesa lo que tenemos frente a nuestras narices. Nos hemos olvidado que somos parte de algo mayor y que la historia de unos es la de todos.
Los bicentenarios que se están viviendo en varios países del continente nos incumben y pueden decirnos mucho de nuestra historia pasada y presente. México, Chile, Colombia, Argentina son algunas de las naciones que conmemoran sus luchas de independencia este año y que fueron imprimiendo, entonces, una huella libertaria en el resto del continente. Hace algunas semanas, el embajador argentino en Guatemala, Ernesto López, pronunció un discurso que consideré una pieza digna de comentar y reproducir. Y creo que no hay momento mejor para hacerlo, que ahora que un asesino de la talla del ex dictador argentino Jorge Videla está sentado en el banquillo de los acusados por crímenes de lesa humanidad.
Citaré varios fragmentos del discurso que iniciaba así: “Estamos hoy frente a una fecha infrecuente y entrañable. Infrecuente, sencillamente porque es única: no habrá ya otro Bicentenario Argentino. Y es entrañable porque cada 25 de mayo conmemoramos el inicio de una gesta que condujo a lo que es hoy la República Argentina. (….) Así pues, como se sabe, el 25 de mayo de 1810 se instaló en lo que entonces era el Virreynato del Río de la Plata, el primer gobierno autónomo de un naciente estado nacional. Porque en el fondo de eso se trató la gesta que acabo de aludir: de darnos la oportunidad de construir una nación independiente.
Pero cabe preguntarse ¿y cómo nos fue en el intento? ¿Supimos aprovechar esa oportunidad? (…) Nuestro terrible siglo XIX, plagado de desencuentros y de sangre, cerró con una epifanía de progreso. De la mano de los ganados y las mieses, la Argentina se incorporó al mundo, a partir de 1880, como un segmento subordinado al mercado internacional, dejando rápidamente atrás las oscuridades que la antecedieron. La exportación de trigo y de carne vacuna originó un ciclo extraordinario de acumulación y de riqueza. Así llegamos al Centenario en medio de una opulencia y de un apogeo fuera de lo común.
Era un tiempo en apariencia espléndido en un mundo que no obstante el brillo y la grandeza que exudaban los grandes países de la época se enfrascaría, cuatro años más tarde, en la Primera Guerra Mundial. Y era para la Argentina una etapa de esplendor y de abundancia que se reforzaría, en la antedicha guerra, a raíz de su neutralidad. Esta Argentina de la riqueza extraordinaria sin límite previsible preparó su Centenario con toda pompa y con todo lujo.”
Exposiciones internacionales se instalaron en diversos sitios, regalos llegaron de todas partes e importantes personajes visitaron el país, pero “no todo era oro lo que relucía. Tras los despampanantes relumbrones latía una sociedad bullente y dinámica escasamente integrada al cuerpo de la Nación. Casi la mitad de la población de la Argentina de entonces estaba formada por extranjeros. Junto con el tesoro de la diversidad cultural, trajeron las ideas anarquistas y socialistas, la organización sindical, la atemorizante acción directa, las ligas campesinas, la demanda de participación política, la huelga y la protesta social, a las que se sumaron segmentos de la novel clase media urbana y de las clases subalternas criollas.” (Continuará)
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