por Néstor Núñez, AIN
Las noticias económicas, entre otras muchas, dejan bastante que desear con respecto al orden mundial vigente. La Reserva Federal de EE.UU. acaba de anunciar que el imperio tendrá desempeño lastimoso este año en temas productivos y de consumo, mientras que la tasa de desempleo nacional no cede de nueve por ciento, uno de sus más altos índices históricos.
En la sacrosanta Europa, los problemas de abultadas deudas azotan a las naciones de la titulada Zona Euro, y todos los días llegan informes de ajustes financieros, reducción de servicios públicos, desocupación y, por supuesto, huelgas y protestas populares frente al deterioro del nivel de vida.
¿Habrá escapatoria?, se preguntan no pocos quienes también aseguran que sí: la borrasca puede ser sustituida por un día claro.
En esta parte del planeta, por ejemplo, pueblos que recién resurgen a vida diferente luego de siglos de dominación, sientan pautas las cuales indican claramente que existen alternativas y soluciones al drama global.
Así, la creación en La Habana, en 2004 de la hoy Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA) ya suma a su haber el esfuerzo positivo de más de un lustro.
Mucho podría decirse de esta empresa, pero sobre todo ha impuesto giro absoluto al quehacer económico, político y social en nuestras tierras. Se debe recordar que, en un primer momento, el ALBA fue la más trascendente respuesta a los planes norteamericanos de concentrar a América Latina bajo su égida mediante el tratado hemisférico de libre comercio.
Para el ALBA, en la búsqueda de eficaz integración, la justicia y la equidad resultan bases para toda negociación económica: desde la seguridad energética y los planes de desarrollo agrícola y alimentario hasta las empresas grannacionales que ya funcionan en varias de las naciones miembros.
Por demás, la Alianza ha dirigido ingentes y potentes esfuerzos al área social, y de su autoría son la Operación Milagro, los planes de alfabetización masiva, y los estudios especializados para incorporar a la sociedad a las personas discapacitadas, entre otros programas dirigidos a solventar las urgencias de nuestros pueblos. Porque se trata de economía, pero también de prioridad de las necesidades del ser humano.
Por si fuera poco, el ALBA ha incursionado además como ente de elevada ejecutividad política. No puede olvidarse que fue la primera instancia latinoamericana en condenar con extrema energía el golpe de estado fascista en Honduras, orquestado por la oligarquía local y la ultraderecha norteamericana.
También en promover el aislamiento global de los usurpadores, medida que, a pesar de los esfuerzos occidentales, América Latina acata hasta nuestros días.
Son, sin dudas, valores trascendentes de esta experiencia las cuales indican, con su inédita ejecutoria, que no todo está perdido para la humanidad, cómo las penurias inherentes al capitalismo no representan pandemia eterna ni inextinguible.
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