Carolina Escobar Sarti
Creemos vivir en democracia solo porque votamos, con todo y que muchas veces votamos pero realmente no elegimos. Creemos que el gobierno del pueblo por el pueblo existe, solo porque no tenemos una dictadura formal, de esas que se visten con chaqueta verde, insignias y galones. Y aun reconociendo que hemos avanzado lentamente en algunas prácticas civilizatorias, la sensación que va quedando es que hemos disfrazado más de una dictadura contemporánea con traje de civil.
Nada más cercano y simbólico en esta línea que el golpe de Estado en una Honduras que se nombra democrática solo porque terminó votando por un señor impuesto por los poderes fácticos de ese vecino país, que no dudaron en recostarse de nuevo en el hombro del Tío Sam. La imbricación de los poderes político, económico, militar y mediático volvió a confirmar que esa combinación de cuatro deriva en uno de los matrimonios más estables que hayamos conocido. Autocrático y todo, pero estable en la historia de nuestras naciones. Si no que lo diga el surrealista caso Rosenberg en Guatemala, que casi barre con nuestra tambaleante institucionalidad democrática.
Entonces, y aunque sabemos que para guardar un meridiano orden social hay que responder a ciertas normas que se han ido creando para tal propósito en estas democracias restringidas, convendría preguntarnos ¿quiénes han hecho y siguen haciendo esas normas, para qué las han hecho y cómo las han hecho y sostenido en la práctica? Decía Charles Bukowski que “la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes.”
Y es precisamente allí donde está la fisura: toda tiranía, expuesta o velada, demanda súbditos y soldados que obedezcan órdenes, mientras que una democracia verdadera exige una ciudadanía educada, consciente y responsable que participe activamente en la historia de su país. Entonces hay que volverse a preguntar: ¿quiénes mandan en Guatemala realmente y ejercen el poder de manera directa o indirecta y qué medios usan? ¿Cuál es el método que permite a los poderes politicoeconomicomilitaresmediáticos preservar un orden tan desordenado desde donde se sostiene una impunidad de 98% en nuestra Guatemala injusta? ¿Por qué no sirve solo que cambiemos personas cada cuatro años, sino de método?
Cambiar el método va por la vía del cambio profundo de hacer las cosas, porque los dueños del país nos siguen creyendo idiotas. Cuando, por ejemplo, se elige ideológicamente a un ícono como Chávez, que para nuestra mala suerte es además megalómano, y este es usado desde las mafias de sacrosantos empresarios o políticos para satanizar a los enemigos políticos y asustar con ello a una población desinformada y enajenada por la economía de sobrevivencia, se atenta contra nuestra frágil democracia. Esas son las cosas que mandan un cambio de método. Por eso queremos una ciudadanía más informada, menos manipulable, por eso queremos una democracia de verdad, no solo una de electores.
Por ello hoy ya no se habla de polarizaciones ideológicas, sino de polarizaciones mediáticas; es un peligro que se cierne sobre nuestro país, apenas saliendo de un conflicto armado y sin haber sido siquiera capaces de llevar a la justicia a sus más cínicos verdugos. Pensando en nuestra Guatemala, enferma de vivir entre tensiones y mal acostumbrada a la violencia, al abuso de poder y a la polarización convenientemente sostenida, parece que ya va siendo tiempo de cambiar el método.
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