Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.
jueves, 1 de julio de 2010
ALEP: ¿Falla de tecnología o de ideología? (I)
CAROLINA ESCOBAR SARTI
El derrame petrolero de la British Petro-leum (BP) en el Golfo de México se puede leer desde muchas aristas, pero yo quiero hablar específicamente de dos: la primera es la que tiene que ver con la imbricación del poder político y el poder económico transnacional en un hecho como este; la segunda es la que tiene que ver con el impacto ambiental de una tragedia de esa magnitud, símbolo de una ideología retorcida que se sigue dando de golpes contra la pared.
La intención es responder a preguntas como esta: ¿basta con tapar un agujero y dedicarse a atender los efectos del desastre provocado o es que este hecho, entre otros, ya manda un cambio de paradigma en el mundo?
Para que ese derrame en el Golfo se produjera, varios factores tuvieron que alinearse: primero, que exista una lógica de oferta y demanda del petróleo, sustentada en una total dependencia nuestra hacia ese recurso y una cierta culpabilidad no culposa por tener que usarlo sabiendo que, o entramos en el sistema o nos quedamos fuera de todo. Segundo, que el poder económico de las grandes explotadoras transnacionales tenga socios incondicionales entre el poder político institucional de cada país y oficinas de relaciones públicas que hagan permanente lobby por sus clientes en los pasillos del poder. Tercero, que las regulaciones legales y ambientales en los países donde se realizan las extracciones petroleras sean laxas.
Este derrame petrolero es un acto de terrorismo, solo que está legitimado por los poderes económicos y políticos que saben usar bien los marcos legales y normativos en beneficio de sus particulares intereses. Es un acto de terrorismo, solo que la bomba explotó dentro del mar, por eso no la vimos por la televisión. Es un acto de terrorismo porque acabó y está por acabar con la vida de miles de seres inocentes y, mucho más allá, es un acto de terrorismo porque condenó en mucho el futuro de toda la humanidad.
Y si algo nos va quedando claro es que lo que no se hace desde el poder se hace para él. Hay una clase de neolibrepensadores que son librepensadores para sí mismos pero libreexplotadores con los demás, y han sostenido durante las últimas décadas que los Estados deben ir desregulándolo todo, para que la competencia sea más abierta, franca y “natural”. Que nadie le ponga cotas a la empresa, al comercio y a la explotación. Las leyes son para la gente.
Pero resulta que ese sistema de libreexplotación desregulada permite que las multinacionales se conviertan en algo así como en un Estado dentro de los estados y monopolicen ciertas industrias, mientras se hacen socias de los actores económicos locales, secuestran al poder político y autodefinen hasta dónde deben llegar los límites de su actuación. La BP opera en cien países de seis continentes, y es la más grande productora de petróleo y gas en el mundo y una de las mayores proveedoras de gasolina para Estados Unidos.
Y, encima de todo, resulta que el alcalde de Londres, situado a miles de kilómetros del desastre y desde su más rancio patriotismo, expresa su preocupación por una retórica antibritánica lanzada desde los Estados Unidos. Esta tradicional condición de víctimas es parte de la lógica que hace prevalecer una visión enana frente a problemas de dimensiones planetarias y que personaliza los problemas en vez de darles su justa dimensión. El mundo tiene ante sí una oportunidad histórica de comenzar a revertir una lógica de voraz destrucción por una visión de presente solidario y futuro para la humanidad.
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