David Brooks
▲ Un esquiador pasa frente el Capitolio, en el National Mall, al
cumplirse ayer el día 23 del cierre del gobierno federal debido a que no
se ha aprobado el presupuesto por la exigencia del presidente Donald
Trump de obtener más de 5 mil millones de dólares para construir un muro
en la frontera con México y que los demócratas se niegan a otorgar.Foto Afp
Muchos sugieren que sería
mejor evitar hablar de él, ignorarlo, borrarlo, que eso sería
intolerable para él, que todo su juego es capturar los reflectores,
buscar definir el debate para distraer, para desviar la atención sobre
toda una serie de cosas, incluida su sospechosa relación con el Kremlin y
la corrupción e ineptitud que define a su gobierno, entre otras cosas.
El bufón peligroso maneja este circo, y de alguna manera todos le
ayudamos con su reality show al prestarle atención, incluso,
pues, esta columna, por ejemplo. Pero a veces los reflectores capturan
cosas que el cirquero hubiera preferido dejar en lo oscurito.
A veces este es un juego de escondidillas entre luces y sombras.
Todo el enfoque hoy aquí es el cierre parcial del gobierno con más de
800 mil empleados federales que no recibieron sus sueldos con
consecuencias crecientes para millones más, todo como resultado de la
exigencia por un muro como única solución para una inexistente
crisisde seguridad en la frontera.
Da manotazos a una mesa, viaja a la frontera, cancela sus vacaciones y
su viaje a Davos. Pero de repente, en su prisa por atacar a cualquiera
que perciba como opositor, declara cosas muy reveladoras, como por
ejemplo, cuando denunció reportes en los medios de que la Casa Blanca es
un caos en torno al cierre de gobierno, afirmó que no hay “ningún caos.
De hecho, no hay casi nadie en la Casa Blanca, más que yo…”
Se dice que está cada vez más aislado y sigue bajo sitio por
múltiples investigaciones sobre la posible colaboración y actos
corruptos o de negocios potencialmente ilícitos de sus socios, de su
campaña y hasta de su familia con los rusos. Algunos pronostican cargos
criminales contra él y/o su familia.
Le urge cambiar el canal, y provocar caos en otras partes para evadir el suyo.
Pero dos revelaciones dramáticas en los medios a fines de esta semana
rompieron por ahora el control del circo dirigido por el bufón y los
reflectores se voltearon por un momento de la crisis ficticia en la
frontera a la real dentro de la Casa Blanca.
Primero el New York Times reveló el viernes que la
FBI estaba tan alarmada con el comportamiento del presidente cuando
decidió despedir al entonces jefe James Comey –quien encabezaba la
investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales
de 2016– que ordenó una pesquisa de contra-inteligencia para evaluar si
el presidente de Estados Unidos estaba trabajando para intereses rusos,
lo cual implicaba que él podría ser una amenaza a la seguridad nacional
de Estados Unidos. No se sabe si esta indagatoria sigue activa, si
descubrió algo o si ahora forma parte de la encabezada por Mueller.
Eso fue seguido el sábado, cuando el Washington Post reportó
que no hay transcripciones o reportes detallados –ni en archivos
clasificados– de los cinco intercambios cara a cara entre Trump y
Vladimir Putin a lo largo de los últimos dos años. El presidente cerró o
limitó el acceso de su propio equipo a esas reuniones, no rindió
reportes detallados de lo que se habló, y en por lo menos una ocasión
Trump confiscó algunos de los apuntes de su traductor y en una de las
reuniones ordenó no revelar nada, incluso a sus propios asesores, sobre
lo que habían escuchado.
El guion no llega al nivel sofisticado e inteligente de una novela de
John le Carre, más bien estamos dentro de una novela o película de
espías y conspiraciones políticas pésima y mediocre, pero el hecho de
que así estén las cosas es casi increíble. Que parte de la cúpula
nacional, como los diplomáticos extranjeros, intelectuales, políticos y
más pretendan que todo es normal es aún más increíble (la historia no es
muy amable con los cómplices).
Este maestro de ceremonias sabe manipular los reflectores. Pero este
circo sólo puede funcionar porque demasiados seguimos comprando boletos y
palomitas, y los críticos siguen ofreciendo sus reseñas en lugar de
llamar a que el público se levante y se salga de la carpa dejando al
bufón solo bajo el reflector.
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