Immanuel Wallerstein
Donald Trump utiliza
todas sus habilidades retóricas para mantener los ojos de todo mundo
enfocados en él y sólo en él. Se esfuerza tanto precisamente porque es
más y más evidente a la mayoría de políticos y figuras públicas, en
Estados Unidos y en otras partes, que va perdiendo terreno
constantemente. Más y más protagonistas ignoran sus exigencias. Quién
tiene mayor claridad en esto es el propio Donald Trump.
Así que él le hace cosas hirientes a todos y cada uno simplemente
para evitar que otros reúnan los votos para excluir al señor Trump del
centro de la acción mundial.
Él ya clausuró el gobierno estadunidense, o al menos aquella parte
que no ha recibido renovación de vida alguna en unos cuantos meses. Él
afirma que se siente orgulloso de haber logrado esto, para escándalo de
la mayoría de los actores políticos. Él alega que no se ablandará hasta
que la absurda cantidad de dinero que pide para la construcción de su
querido muro sea aprobada por votación. El dinero no será votado.
¿Por qué, me preguntan, hace esto? La respuesta es tan simple que
termina siendo boba. Él hace estas cosas porque nada más de lo que haga
puede usarlo para validar lo que a él le importa.
Se fue en absoluto secreto a visitar a las tropas estadunidenses a
Irak. Dice que está retirando sus tropas por completo de Siria, y
parcialmente de Afganistán. Habremos de ver si realmente lo cumple. O
más bien, si falta a su palabra como hicieron los tres presidentes que
lo antecedieron.
Pero esto no importa en el presente. Ahora él reafirma lo que a él le
importa. Es seguro que sigue siendo el presidente de Estados Unidos.
Tiene ciertos poderes que puede utilizar. Eso es precisamente lo que
asusta a la gente por todo el mundo.
Así que al mundo le ofrece un trato:
Digan que Trump importa aunque no lo crean y me repliego de nuevo. Consideren qué inútil es este juego, en realidad. Pero esto no le importa al señor Trump, que lo único que quiere es garantizar su reelección en 2020. ¡Hurra por los juegos peligrosos!!
Traducción: Ramón Vera-Herrera
© Immanuel Wallerstein
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