Carlos Martínez García
Ya es todo contra lo que combatió en su juventud. El presidente Daniel Ortega se transformó poco a poco en el dictador que persigue fieramente a sus críticos y reprime a quienes se movilizan en su contra. Ya no queda en él nada de los ideales que le llevaron a ser uno de los líderes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que se levantó contra la sangrienta dictadura de Anastasio Somoza.
Tal vez el antiguo comandante del FSLN desconozca el poema del gran José Emilio Pacheco, Antiguos compañeros se reúnen, sin embargo ha cumplido a cabalidad lo escrito por el ganador del Premio Cervantes: Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los veinte años. Cuando Ortega Saavedra, junto con liderazgos y combatientes del FSLN, en julio de 1979 entró triunfante a Managua, no tenía 20 años sino 34, pero era la antípoda de lo que personifica hoy.
La Revolución sandinista levantó movilizaciones solidarias por todo el mundo. Desde distintos países viajaron al pequeño país, pequeño por la extensión de su territorio pero enorme por las esperanzas que levantaba, miles de hombres y mujeres para contribuir en tareas de reconstrucción. La devastación de la dictadura somocista debía revertirse en todos los órdenes, y uno de ellos era el educativo. Entusiastas brigadas alfabetizadoras se dispersaron por la geografía del país, forjaron bellas historias de lo que significó para los pueblos y sus habitantes que se hiciesen heroicos esfuerzos por proveerles de herramientas cognitivas liberadoras.
Hacia finales de 1981 el presidente estadunidense Ronald Reagan instruyó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), y aprobó fondos, para que el organismo conformara fuerzas combatientes cuya meta era derrocar a los sandinistas. Entonces Daniel Ortega ocupaba la presidencia del país, y junto con la plana mayor del FSLN se dio a la tarea de enfrentar los ataques de los llamados contras. En el esfuerzo por atajar a los mercenarios debieron distraerse valiosos recursos humanos y financieros que eran indispensables para la sociedad y la economía de Nicaragua.
Daniel Ortega dejó la presidencia en 1990, tras que el sandinismo fue derrotado en las urnas por una coalición opositora encabezada por Violeta Chamorro. Ortega Saavedra fue elegido por los nicaragüenses en 2007 como presidente, cargo que ocupa a partir de entonces. Sus opositores, entre ellos destacados sandinistas que hicieron causa común con Ortega para combatir la dictadura de Tacho Somoza, sostienen que los sucesivos triunfos electorales de Daniel solamente pueden explicarse por los fraudes perpetrados en distintas formas.
Desde que retornó al poder en 2007, Daniel Ortega y su camarilla, sobre todo familiar, han acrecentado su patrimonio mediante la corrupción y el tráfico de influencias. En el transcurso de los años, anteriores camaradas de Ortega en el FSLN rompieron con él y señalaron que trastocó los principios del sandinismo. Comentan, con sobrada razón, que Daniel Ortega está reproduciendo el modelo somocista para beneficiarse él, y beneficiar a los suyos, del presupuesto público y otros bienes que son patrimonio de los nicaragüenses.
El escritor Sergio Ramírez, opositor a Somoza y perseguido por éste, quien fue vicepresidente del país en la primera presidencia de Daniel Ortega (1984-1990), fue tomando distancia del orteguismo y sus cercanos que continúan usufructuando la figura de Augusto César Sandino. Cuando en 1999 se cumplieron 20 años de la victoria del FSLN sobre el dictador Anastasio Somoza, Sergio Ramírez escribió y publicó Adiós muchachos. La obra fue reditada en 2007, tras el regreso de Ortega a la presidencia de Nicaragua. Desde la edición original Sergio Ramírez advirtió señales ominosas que de fructificar, como fructificaron, torcerían el rumbo del sandinismo cooptado por Daniel Ortega.
En 2007 Ramírez señaló que la nueva llegada al poder de Ortega Saavedra era resultado de un pacto con las fuerzas vivas políticas de Nicaragua, que facilitó la sumisión de los tribunales de justicia a la voluntad personal de [los] firmantes, lo mismo que la sumisión del sistema electoral y de la Contraloría de Cuentas, y facilitó también el clientelismo político, basta citar el ejemplo de la Corte Suprema de Justicia ampliada a 17 miembros, un número escandaloso para un país pobre de apenas 5 millones de habitantes, con el único objeto de repartir cargos entre incondicionales.
Desde abril pasado hay movilizaciones que exigen la renuncia de Daniel Ortega. Se han destacado al frente de las protestas los contingentes estudiantiles. ¿Cuál fue la respuesta del presidente Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo? Desataron la represión, que ha dejado más de 300 muertos. Ortega dice que son menos de 200. Afirma que los opositores son traidores a la patria. Lo mismo decía Somoza de los sandinistas, ¿te acuerdas Daniel?
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