“El compañero Presidente”, foto de María Cristina Orive.
El 11 de septiembre de 1973 fue una fecha fatídica cuyos ecos siguen resonando en Chile y el mundo.
Lo recuerdo bien. Yo vivía en la calle Huérfanos, en el centro de
Santiago y apenas comenzaba el día cuando sonaron las primeras ráfagas.
Al asomarme a la ventana pude ver a los soldados sobre las terrazas de
los edificios vecinos y comprendí de inmediato lo que venía después. Mi
hija era muy pequeña y estaba asustada, no comprendía por qué teníamos
que arrastrarnos por el piso del departamento sin levantar la cabeza
pero yo sabía del riesgo de recibir una bala perdida. Aun cuando la
amenaza de golpe había flotado en el ambiente desde hacía un tiempo,
para quienes vivíamos la aparentemente sólida democracia chilena la sola
idea de una asonada militar era inconcebible.
Sin embargo, sucedió. Durante los siguientes días el caos fue total,
el pánico de no saber los límites exactos de la represión, los informes
boca a boca sobre quema de libros en grandes piras en plena calle, las
frenéticas llamadas telefónicas y la aventura de desplazarse por la
ciudad buscando a los familiares y amigos, todos dispersos, era
surrealista.
La búsqueda de personas sospechosas de pertenecer a partidos de
izquierda –algo legal y legítimo hasta el día anterior- se operaba con
minuciosidad en sectores residenciales de clase media y en barrios
populares. Las capturas eran masivas y los camiones del ejército, que
pasaban durante las noches cubiertos con lonas para proteger de miradas
curiosas su carga de muerte, provocaban escalofríos. También los cuerpos
tirados a la vera del río Mapocho.
Cuando se habla del golpe de Estado contra el gobierno de Salvador
Allende, por lo general se suele aludir a los hechos más impactantes,
como el ataque aéreo y terrestre contra el palacio de la Moneda y la
posterior muerte del presidente Allende. Sin embargo, para quienes
vivimos esos momentos, uno de los sentimientos predominantes, más que el
miedo a la represión, fue el estupor. Un desconcierto absoluto al
presenciar este hecho inédito para nuestra generación y las anteriores,
con el rompimiento de una línea histórica de tolerancia y activismo
político sin más cortapisas que las establecidas por la ley. Y de
pronto, esas leyes supuestamente inmutables cambian y se vuelven contra
un pueblo sorprendido en medio de la noche.
Las políticas de Salvador Allende y su equipo de gobierno, aun cuando
no satisfacían todas las aspiraciones de una ciudadanía
mayoritariamente capitalina, constituían un avance significativo para
los sectores más pobres, campesinos y obreros. Lo que jamás perdonaron
los círculos de gran poder económico fue el desafío de plantear reformas
que reducirían su cuota de influencia y los colocaría en el plano de un
interlocutor más, después de haber dominado la escena política durante
décadas.
La estrategia de la extrema derecha chilena, con la complicidad de
partidos de centro, se basó en una campaña mediática masiva y el bloqueo
económico interno, al establecer alianzas con ciertos sindicatos como
el del transporte terrestre que hoy también amenaza a la estabilidad de
Chile, y el gran socio de aventuras golpistas: el Departamento de
Estado, con Henry Kissinger a la cabeza, en una urdimbre de tácticas
efectivas que acabaron con el ensayo del socialismo en libertad.
Chile nunca volvió a ser una nación verdaderamente democrática. Las
desigualdades y las limitaciones actuales en aspectos tan fundamentales
como la salud y la educación son herencia de una dictadura tan bestial
que sus ecos aún perduran en la mente y el imaginario de buena parte de
la población. Nunca como hoy se vieron en ese país los extremos tan
distantes entre ricos extremadamente poderosos y pobres de miseria, con
un gran contingente de jóvenes enfrentados a un futuro incierto pero con
la voluntad de participar de los cambios que el país necesita para
retomar, algún día, el camino hacia una democracia más justa y
equilibrada.
Las juventudes chilenas serán quienes cambien la polaridad y retomen la ruta hacia un sistema más justo.
AUDIO:
Audio Player
00:00
00:00
elquintopatio@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario