Dentro de este contexto de crisis se enmarca la ofensiva general que
sufrimos las masas obreras en el territorio. El imperialismo utiliza la
ley Promesa y la Junta del Wall Street (JWS) como herramientas para
afianzar la tiranía capitalista en Puerto Rico. Mientras el discurso de
políticos liberales y reformistas se centra en buscar “puntos comunes”
entre sus amos explotadores y las masas trabajadoras, se consolida la
ofensiva a tal punto, que se les hace imposible esconder que, en efecto,
la guerra ha comenzado.
Tras el año que recién cumple la
JWS en funciones y la implementación de abarcadoras medidas
antipopulares, hacen evidente los planes de reorganización capitalista
del imperialismo en el territorio. Hipócritamente, tanto liberales, como
reaccionarios pretenden desmarcarse de ser herramientas eficientes de
la JWS en la implementación de las severas medidas de austeridad. Pero
el registro de sus actos, y la conciencia que tienen de sus
consecuencias, evidencia a la clase obrera y las masas trabajadoras de
su condición de ser nuestros enemigos de clase.
Los ataques
a las condiciones laborales de la clase obrera en su conjunto, sector
privado y público, por medio de la llamada reforma laboral, que incluyó
la eliminación de días por enfermedad, beneficios y bonificaciones, ha
tenido el efecto inmediato de reducir el valor del trabajo. Se le añade
la reducción de jornada a empleados públicos, que ya sufren cientos de
empleados municipales. La misma tendrá el efecto de reducir los salarios
en un 10%.
Con la excusa de “rescatar los fondos de
pensiones” han implementado dos medidas nefastas que tienen el efecto de
desmantelar los sistemas de retiro. Por un lado, privatizaron los
fondos de pensiones con la modalidad de “pay as you go” que no es otra
cosa que un 401K. Esto ha colocado en una posición de vulnerabilidad a
los trabajadores, principalmente porque, este ámbito del capital
financiero no tiene ninguna obligación con sus cotizantes en caso de
pérdidas. A la misma vez, la asignación presupuestaria de $2 mil
millones, en nada beneficia a los jubilados y sí a los bonistas de
sistemas de pensiones, quienes han saqueado por años más esa cantidad.
La ofensiva contra la educación pública, el cierre de escuelas, los
ataques a la UPR, las abusivas condiciones contra el magisterio, así
como contra todos sus sectores laborales tienen un carácter más profundo
que implicaciones de carácter presupuestario. Estas van dirigidas a
reducir el acceso de las masas a la educación y prepararlas para acceder
a trabajos que requieran poca formación técnica y por tanto, poca
remuneración.
El acelerado deterioro del sistema de salud
público causado por la tiranía de las aseguradoras ha generado un
verdadero caos, que ha tenido múltiples efectos como la venta de
hospitales, éxodo masivo de médicos, así como la exclusión de decenas de
miles de personas de cubierta médica. Para agravar la situación, la
administración Trump se apresta a derogar el ‘Obamacare’, cuyas
asignaciones finalizan en 2018, lo que harán insostenible el
financiamiento del modelo actual.
Las movidas de
privatización de las corporaciones públicas como AEE y AAA, no solo
pondrán como prioridad los intereses de bonistas y magnates, sino que
causarán un aumento de tarifas, así como el empeoramiento de los
servicios que proveen.
De la misma forma, la nueva
legislación ambiental ha abierto la puerta a nuevas agresiones en
Peñuelas, Arecibo, Guánica, por mencionar algunas, aun contra la
resuelta oposición de sus comunidades. Este nuevo modelo de explotación
medioambiental está a tono con la lógica de saqueo que se está
implementando en el territorio y que se extiende a nuestros recursos
naturales.
Estos son solo algunos aspectos que nos
demuestran a las masas trabajadoras las dramáticas circunstancias en las
que nos toca desarrollar nuestra lucha contra la explotación. Sin
embargo, para que podamos lograr verdaderos cambios no podemos seguir
haciendo lo mismo. Tenemos que organizarnos de manera diferente para que
podamos desarrollar métodos de lucha a tono con la coyuntura. Es en
este aspecto que toma una importancia fundamental la organización
independiente de la clase trabajadora, donde pueda desarrollar un
programa político que represente verdaderamente sus intereses y
aspiraciones.
Esta será condición para que la clase obrera
se constituya en ‘clase para sí’ para darse a la tarea de mover la rueda
de la historia en la lucha contra todas las clases explotadoras por el
poder político y construir la sociedad socialista.
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