Uruguay
El Observador
Todo fue muy
vertiginoso. El capital político, la forma de vida y hasta la apariencia
personal de Sendic cambiaron en un pifpaf
Las caídas duelen más
cuando más alto se vuela, y el vuelo del renunciante vicepresidente
Raúl Fernando Sendic Rodríguez fue lo suficientemente relevante como
para que el golpe recibido le mueva el esqueleto a él y a su fuerza
política, replique en la estructura institucional del país y recuerde
que, muchas veces, conviene andar por la vida ligero de equipaje y ayuno
de pesadas herencias.
Porque difícilmente Raúl Fernando Sendic
hubiera emprendido el vuelo del que se despeñó en estas horas, sin el
soplo de su padre Raúl Sendic Antonaccio, el "Bebe", el mítico líder y
guerrillero tupamaro, al que muchos evocaron cuando le dieron pista al
hijo ahora caído en desgracia.
Pero, se sabe, el peso de la
sangre puede dotar al heredero de una transfusión de capacidades y
posibilidades únicas, pero también puede convertirse en una pesada
lápida. Ambas cosas ocurrieron en el caso de Raúl Fernando aunque,
paradójicamente, la relación con su mítico padre fue de todo menos
sencilla y armoniosa.
Cuando el líder tupamaro cayó preso en la
década de 1970, Raúl Fernando, hoy de 54 años, era un niño y la relación
con su padre se cimentó únicamente en las visitas que le realizaba a la
cárcel de vez en cuando.
En su Paysandú natal, junto a su madre
Nilda y su hermano Ramiro, Raúl Fernando conoció la pobreza y el peso
de un apellido que, por primera vez, le jugaba en contra. En medio de la
pobreza y cercado por una sociedad conservadora y asustada por la
dictadura, portar el apellido Sendic era una condena.
Luego, Raúl Fernando se fue del país hacia Cuba y, a la distancia geográfica, se le sumaron las diferencias ideológicas.
En la isla caribeña, así como en Suecia, se habían hecho fuertes los
denominados "seispuntistas", dirigentes desertores del MLN que, en las
cárceles de la dictadura, refundaron el Movimiento 26 de Marzo.
Este grupo basaba su ideología en seis puntos en los que, entre otras
cosas, anunciaban su fidelidad a la Unión Soviética como vanguardia de
la revolución mundial, y a Cuba como faro socialista del continente.
Además, buscaban las más pequeñas grietas en el pensamiento del resto de
la izquierda para bajarles o subirles el pulgar aplicando su particular
mirada del límite entre lo burgués y lo proletario.
En buena
parte de la izquierda, los seispuntistas eran conocidos con el apodo de
"los cátaros", en referencia a un grupo religioso que apareció en Europa
en el siglo X y predicaba un ascetismo radical.
Raúl Fernando
adhirió con fervor a la pureza ideológica del movimiento 26 de Marzo,
cortando amarras definitivas con su padre quien, hasta el final de sus
días, siguió abrevando de la vertiente más heterodoxa del movimiento
guerrillero que había ayudado a fundar.
El joven dirigente del
26 de Marzo volvió a Uruguay junto con la democracia y la relación con
su padre siguió siendo escasa. Sendic Antonaccio murió en 1989 en
Francia a dónde había viajado para tratarse de una rara enfermedad. En
ese mismo año, Raúl Fernando se presentó como candidato a edil por el 26
de Marzo pero no tuvo suerte. La siguiente década lo encontró
dirigiendo el semanario La Juventud –órgano de prensa del 26 de Marzo– y
alentando junto a sus compañeros seispuntistas las posiciones más
radicales de la izquierda.
En 1999 llegó a la Cámara de
Diputados tras un acuerdo con el Movimiento de Participación Popular
(MPP) liderado por José Mujica, quien ya despuntaba como el caudillo
popular que le lavaría la cara al movimiento tupamaro y le granjearía un
montón de votos al Frente Amplio.
Participantes de aquel pacto
señalaron a El Observador que Sendic sentía una especie de "tironeo" y
"vacilaba" acerca de su futuro político. Se preguntaba, dicen, qué
hubiera hecho su padre en esa situación, y creía que si "El Bebe"
estuviera conduciendo a los tupamaros estos –tal vez– habrían adoptado
un camino más "radical" frente a la coyuntura política.
Al mismo
tiempo, hacía buenas migas con Tabaré Vázquez, a quien invitaba para
que divulgara su palabra a través de CX 36 Centenario, la radio
propiedad del 26 de Marzo. Era, dicen algunos compañeros de entonces,
una circunstancia en la que Sendic se sentía pleno. Estaba en la Cámara
de Diputados, el dinero de los negocios del 26 de Marzo le permitían
tener en sus manos medios de prensa en la que propalaba sus ideas –la 36
era la radio preferida por la militancia de izquierda– y se mostraba
intransigente en sus ideas, honrando aquella "pureza" ideológica de los
"cátaros" políticos.
Implacable con sus adversarios –pidió
recurrentemente la renuncia del presidente Jorge Batlle durante la
crisis de 2002– incluso sus aliados del MLN, ampliado en el MPP,
quedaron ubicados a su diestra.
Tanto que en las elecciones de 2004 decidió romper con los viejos compañeros de su padre y se lanzó solo con su 26 de Marzo.
Pero el vuelo fue cortito, los votos no le dieron para renovar su banca
y Sendic se dio contra el suelo. Los compañeros que lo rodeaban
entonces dicen que Raúl Fernando no tenía todavía en su cabeza la idea
de acceder a lugares de mucho privilegio, pero le temía al ostracismo
político y a no estar a la altura de su pedrigrí revolucionario.
Vázquez, aquel disertante de CX 36 convertido en presidente de la
República, le agradeció los minutos al aire con la vicepresidencia de
ANCAP e, imprevistamente, el hijo de Sendic empezó a carretear de nuevo
cuando parecía que había quedado en la vía.
En las elecciones de
2009 ya había armado su propio sector, la lista 711, cuyo lema llevaba
su nombre pero, en realidad, evocaba la figura de su padre: "Por la
senda de Raúl Sendic".
La lista 711 obtuvo una sola banca en la
Cámara de Diputados pero, con la llegada de Mujica a la Presidencia de
la República, la buena estrella de Raúl Fernando se encendió como nunca
antes.
Mujica lo arropó como si se tratara de un hijo político,
lo designó en la presidencia de ANCAP y le transmitió, a los viejos y
nuevos tupamaros, que Sendic sería el heredero, ya no de sus escasos
bienes, pero sí de su capital político.
En abril de 2011, Mujica
convocó a los suyos a "blindar" a Raúl Fernando y, aunque se encontró
con una fuerte resistencia en el MPP, logró el cometido. Por aquellos
días, Vázquez comentaba que le "encantaría" tener a Sendic como
compañero de fórmula y eran miles los seguidores de una página de
Facebook en la que se invitaba a los cibernautas a participar del futuro
a través de la consigna "Conozcamos más del próximo presidente".
En 2014 Sendic se convirtió en vicepresidente de la República
acompañando a Vázquez, y su grupo creció hasta convertirse en una de las
principales columnas del Frente Amplio.
Todo fue muy
vertiginoso. El capital político, la forma de vida y hasta la apariencia
personal de Sendic cambiaron en un pifpaf.
Aquel radical, que
en fotos de hace no muchos años aparecía con una modesta campera y
luciendo un tupido bigote, se afeitó, moderó sus propuestas, se calzó un
traje elegante y se rodeó de guardaespaldas.
A quienes le
hacían notar el cambio en las ideas y en el guardarropa, Sendic les
insinuaba que no tenía que exhibir el carné de revolucionario ante
nadie. Alcanzaba con googlear su apellido para mensurar las entradas que
hablaban de cárceles, exilio y balas.
El resto de la historia
está muy fresca. Las denuncias en la Justicia por su gestión en ANCAP,
el título que dijo tener y no tiene, los gastos con una tarjeta de
crédito del Estado que lo dejaron al borde del nocaut, el abandono de
sus propios compañeros, y el dictamen condenatorio del tribunal de ética
del Frente Amplio lo arrastraron a la renuncia final.
Hoy las
agencias de noticias internacionales hablan de ese Sendic que, con su
decisión, marcó un hito en la historia institucional del país.
Hoy, cuando se dice Sendic, se piensa antes en el vicepresidente
renunciante Sendic Rodríguez que en Sendic Antonaccio, aquel guerrillero
que condujo a los tupamaros cincuenta años atrás.
Finalmente, la fama del hijo superó a la del padre. La historia tiene esas vueltas paradójicas y crueles.
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