La Jornada
El 6 de septiembre
inició en Newark, Nueva Jersey, el juicio por corrupción contra el
senador estadunidense de origen cubano Robert Bob Menéndez. Por
primera vez en 36 años es sentado en el banquillo un miembro del Senado
de Estados Unidos. De hecho, salvo casos de traición durante la Guerra
Civil, únicamente cuatro senadores en funciones han sido condenados por
un tribunal en la historia del país.
Menéndez ya perdió tres apelaciones para que se desestimaran los
cargos que se le imputan. Dos ante la Corte Federal de Apelaciones y una
ante la Corte Suprema, la definitiva.
El senador, de 63 años, no es un legislador más. Presidió la poderosa
Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, cargo del que se tuvo que
apartar en enero debido a la investigación por corrupción, de cuya
tremenda gravedad aún no se tenía idea. Uno de los más connotados
enemigos de Cuba, Venezuela y los gobiernos y movimientos populares de
América Latina y el Caribe, el legislador enfrenta 18 cargos por fraude y
soborno de fiscales federales. Si es condenado, el demócrata por Nueva
Jersey podría pasar un buen tiempo en la cárcel.
Menéndez es acusado de haber recibido cerca de 800 mil dólares en
donaciones a sus campañas, regalos, viajes en avión privado y lujosas
vacaciones pagadas por Salomon Melgen, un oftalmólogo multimillonario de
Florida, a cambio de que abogara por sus negocios.
Según la acusación, Menéndez se reunió con altos funcionarios del
programa de asistencia pública sanitaria Medicare, con el propósito de
que el médico no tuviera que pagar millones de dólares a la agencia.
También hizo que funcionarios del Departamento de Estado gestionaran
visados para amigas de Melgen. La fiscalía sostiene que al menos seis de
los asistentes del senador, pagados por el gobierno y,
consiguientemente, por los impuestos de los contribuyentes, hicieron
llamadas y enviaron cartas a su nombre solicitando visas para las
jóvenes de 20, 22 y 27 años que su amigo Melgen, casado y de 60 años,
quería traer. Las tres son ahora residentes legales en Estados Unidos.
El senador, acusan los fiscales, también hizo gestiones con el ente
de aduanas estadunidense para que Melgen se beneficiara de un contrato
por 500 mil dólares para servicios de seguridad portuaria en República
Dominicana. Menéndez fue también acusado en otra ocasión de disfrutar en
el país caribeño de los favores de prostitutas menores de edad
facilitadas por Melgen. Pero su prontuario delictivo comienza casi con
su carrera política. El ahora legislador se libró de la cárcel en 1982,
cuando aceptó un trato con los fiscales federales para declarar contra
su mentor Bill Musto, entonces alcalde de Unión City, en medio de una
investigación sobre una pestilente trama de corrupción política en el
condado de Hudson.
Un gran jurado acordó los cargos penales el pasado primero de abril contra Menéndez y Melgen, lo que llevó a The New York Times a
pedir la dimisión del senador. Cada uno de los ocho cargos por soborno
está penado con 15 años de prisión. Los dos acusados mantienen su
inocencia y se declaran no culpables. Alegan que todo lo hicieron debido
a su estrecha amistad. La fiscalía deberá demostrar que hay una
relación directa entre el incentivo financiero y las actividades
oficiales del senador. Pero la tarea se le complica pues un reciente
fallo de la Corte Suprema estrechó la definición de corrupción aplicable
a los funcionarios electos.
Los fiscales argumentan que Melgen le costó a Medicare, las
aseguradoras privadas y los pacientes entre 65 y 150 millones de dólares
al diagnosticar mal y maltratar a decenas de personas con degeneración
macular húmeda. En algunos casos, facturó para el tratamiento de
prótesis y ojos ciegos. Una acusación tan grave equivale casi a 30 años
de cárcel y es lo que ha hecho que expertos legal
es
adelanten la teoría de que Melgen –como hizo Menéndez en 1982 en
relación a Nusto– puede haber llegado a un acuerdo con la justicia para
declarar contra el legislador y ver así su condena considerablemente
reducida.
Si ese fuera el caso, Menéndez la tiene muy difícil. El poderoso
senador que, sin rubor alguno, se ha empeñado durante años en recrudecer
el genocida bloqueo a Cuba y en fomentar el golpismo y la violencia
fascista en Venezuela nunca imaginó que podría verse con un pie en la
cárcel del sistema que lo ha prohijado y enriquecido. En la mejor de las
alternativas, su carrera política está acabada.
Twitter:@aguerraguerra
No hay comentarios:
Publicar un comentario