Alfredo Serrano Mancilla y Silvina Romano *
Las paradojas
del calendario: el pasado Viernes Santo, Donald Trump sostuvo una
reunión con los ex presidentes colombianos Álvaro Uribe y Andrés
Pastrana. Poco o nada se sabe de lo que ahí conversaron. Lo único ha
sido un tuit de Pastrana agradeciendo
la cordialidad y franca conversación. Lo particular del caso es que ese encuentro se haya realizado antes con ellos que con el propio mandatario colombiano, Juan Manuel Santos. Con éste lo único que se produjo fue una llamada telefónica, en la que el presidente estadunidense
le expresó su apoyo a la paz. De esta forma, debemos imaginar que Trump se asegura de jugar con todas las cartas: el apoyo a la paz vía Santos y el respaldo a la guerra vía Uribe-Pastrana.
El primer presidente latinoamericano en visitar la Casa Blanca desde
la investidura de Trump fue el peruano Pedro Pablo Kuczynski. Fueron
únicamente 12 minutos de reunión. ¡Sale carísimo el minuto para ver a
Trump si posees ciudadanía latinoamericana! El siguiente de la lista fue
Mauricio Macri. El mandatario argentino estaba empeñado en mostrar esa
foto al costo que fuera. Si el precio fuera ceder más soberanía, así lo
hubiera hecho. Incluso hubiera estado dispuesto a ofrecerle hasta una
base militar. Después de lo hecho con los fondos buitres,
cualquier cosa podría haberse esperado de ese encuentro, en el que Macri
pretendió proclamarse el verdadero CEO del patio trasero.
Trump descartó que esa visita fuera considerada
de Estado. Ello implicaba que no iba a haber encuentros formales de los gabinetes de ambos países. Los temas tratados entre los mandatarios en el almuerzo –previsto de 90 minutos– seguramente fueron los de siempre: Macri comprará armas a Estados Unidos; se endeudará aún más; seguirá órdenes en contra de Venezuela; se comprometerá a adquirir algunas torres Trump, y con suerte Trump le permitió que los limones argentinos entraran a su país con un arancel aceptable. Un intercambio desigual, que es a lo que Macri llama
volver al mundo.
Luego de las últimas acciones de Trump en Siria y Afganistán, muchos
siguen creyendo que la política exterior estadunidense con América
Latina será de segundo orden en las prioridades del Pentágono. Pero no.
Ni mucho menos. Y para prueba, un botón. En su reporte anual al
Congreso, el almirante Kurt Tidd, actual comandante del Comando Sur,
declaró abiertamente:
Planteado de manera simple, los desafíos para la seguridad en la región (América Latina) probablemente se transformen en desafíos al interior de la frontera de Estados Unidos. Dicho de otro modo, en clave militar, se da una vuelta de tuerca más a la nunca abandonada doctrina monroista. En virtud de un planteamiento geopolítico de largo plazo para América Latina, el actual gobierno estadunidense actualiza la noción de
patio trasero.
Que nadie lo dude: aunque Trump lance bombas contra medio
mundo, esto no significa que descuide a su vecino del sur. En un informe
reciente del Security Assistance Monitor se afirma que las
notificaciones de ventas comerciales de armas de Estados Unidos a
América Latina y el Caribe suman más de la mitad del total a escala
mundial (351 millones de 662 millones de dólares), siendo potencialmente
la mayor región receptora a nivel global. Esto demuestra que persiste
un gran interés en recolonizar el patio trasero, profundizando la
dependencia armamentística y militar.
La más reciente actuación de política exterior de Estados Unidos
hacia la región ha sido la declaración del Departamento de Estado
nuevamente en contra de Venezuela. El tono sigue subiendo. Luego del uso
ineficaz de la Organización de Estados Americanos, ahora el camino
parece ser más explícito y directo. Con un lenguaje imperativo insta a
tomar medidas inmediatas que permitan una pronta solución a la grave crisis que afecta a todos los venezolanos y, consiguientemente, a la región. Pero además habla de
represión criminalcomo si el gobierno estadunidense tuviera la integridad para dar ejemplos de respeto a los derechos humanos (basta recordar el demoledor informe del Senado en 2014 sobre torturas perpetradas por la Agencia Central de Inteligencia).
Trump está mirando hacia América Latina en un contexto en el que
parece haber otorgado vía libre al Pentágono como rector de la política
exterior. La región latinoamericana es parte de los objetivos
estratégicos de larga data para el gobierno del norte. El unilateralismo
de Trump choca de frente con el mundo multipolar en el que vivimos.
Veremos quién puede más.
* Investigadores del Celag
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