Ahí tiene usted
ejemplos frescos. Michel Temer en Brasil llega al poder con un golpe de
facto a la presidenta Dilma Roussef con el mayor descaro, apoyado por
banqueros financistas, doblados en parlamentarios, y así, de un solo
golpe, ponen la constitución y el parlamento de su lado para hacerse del
poder, y a los trabajadores de patitas en la calle, para favorecerse
ellos con los negocios más oscuros. De ahí que se despidieran ahora de
Serra, perdedor de las elecciones presidenciales frente a Dilma Roussef,
quien ahora renuncia oportunamente a su cargo antes de que le abran una
investigación por corrupción administrativa; entonces Temer ubica en su
lugar a Moraes, otro hombre honestísimo. Jugadas de un ajedrez perverso
que sólo conduce al progresivo empobrecimiento de los trabajadores y el
pueblo, quienes habían conseguido sus reivindicaciones con Lula Da
Silva, ahora vilmente traicionadas por esta tendencia de los
gerentes-presidentes. Para hacer dinero no se necesita talento: sólo hay
que tener cómplices y conformar una red que no te delate, porque si
alguno lo hace caen todos y eso no es bueno.
Ahí tienen a
ustedes a Mauricio Macri, otro hábil gerente, propietario de empresas,
que actualmente estafan a la República Argentina de la manera más
impúdica. En estos días condonó una deuda supermillonaria a su propia
familia y a su propio padre por la bicoca de 70 millones de dólares, con
la anuencia de legisladores amigos suyos. Macri, uno de los principales
involucrados en el lavado de dinero de los Panamá Papers, maneja ahora
el país como si se tratara de una empresa personal. Y encima de eso, da
consejos a aquellos países que no sigan un modelo como el suyo.
Ahí
tenemos también al superpoderoso Donald Trump, una especie de Superman
de los negocios, dueño de hoteles, clubes, condominios, concursos de
belleza, bienes raíces; un noble empresario que ahora va a emplear todas
sus habilidades para los negocios en la administración pública de los
Estados Unidos, con unas consecuencias que no podrán ser sino
catastróficas.
Según una teoría política más o menos
decente, los candidatos a la presidencia de cualquier país o para ocupar
cualquier cargo de gobernador, alcalde, parlamentario o de juez
deberían ser personas rectas y honestas, un profesionales de moral
proba, economistas, abogados, sociólogos, diplomáticos, profesores
universitarios, médicos, catedráticos o humanistas con credenciales
humanas suficientes para ejercer tal responsabilidad; no debiera ser
cualquier negociante avezado, cualquier comerciante millonario que
después, cansado de acumular dinero, desea hacerse del poder político.
Si permiten que financistas y adinerados continúen ocupando puestos
públicos y políticos, nuestros países corren hacia el desfiladero de la
inmoralidad y el abuso. Así como antaño las leyes prohibían que los
militares optaran por primeras magistraturas para impedir que se
convirtieran en dictaduras, así ahora se debería impedir que negociantes
y financistas se lancen a presidentes de países, o a gobernantes de
provincias o estados. Si permitimos que clones de Temer, Macri o Trump
sigan pululando por la política de América, vamos a entrar más temprano
que tarde en la ruina moral y material, y nos va a ser más difícil salir
de la crisis terminal donde parecen encontrarse hoy los países bajo ese
formato, con la ayuda de políticos retirados como Felipe Calderón,
Felipe González, Aznar o Uribe, y el apoyo de los brillantes presidentes
Rajoy y Hollande. Según parece, a este combo de inteligencias turbias
se ha unido el presidente del Perú, Kuczcynsky (recordemos que éste fue
ministro de economía del gobierno de Toledo) y otros políticos de un
país donde hay una tradición de corruptos como Alberto Fujimori y
Alejandro Toledo, éste último ahora juzgado por desfalco en Perú, a
quienes se une ahora la sabia asesoría del inefable marqués Vargas
Llosa, cuya figura ahora brilla en su máximo esplendor en la farándula
española. Estos señores, cada vez más erráticos e inconsistentes,
pretenden ahora inmiscuirse en la política interna de Venezuela,
atacando con Trump al gobierno de Nicolás Maduro y la soberanía de
Venezuela. De hombres tan rectos y honestos como estos sí deberíamos
cuidarnos.
http://www.alainet.org/es/articulo/183804
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