En una entrevista reciente[1],
la ex presidenta Dilma Rousseff afirmó que el golpe que la sacó de la
presidencia aún no había concluido y que temía la impronta aun más
radicalizada y represiva de una segunda fase golpista. Entre otros
aspectos, ésta nueva fase del golpe buscaría quitar a Lula de la carrera
electoral hacia las presidenciales de 2018 y, de concretarse esta
posibilidad, destaca Rousseff, la democracia brasileña estaría ya herida
de muerte.
I
Según la última encuesta de intención de voto
realizada en Brasil, Lula lidera en todos los escenarios, tanto en
primera como en segunda vuelta –creciendo en apoyos respecto de la
encuesta realizada en diciembre por Datafolha[2],
que sólo lo daba ganador en todas las opciones de primera vuelta-. La
más reciente, de mediados de febrero, aplicó dos técnicas: en la
primera, que se le pedía al entrevistado que mencionara espontáneamente
un candidato al cual votar en 2018, Lula obtuvo el primer puesto (16,6%)
seguido del ultraderechista Jair Bolsonaro (PSC, 6,5%) y luego por
Aecio Neves (PSDB, 2,2%), Marina Silva (REDE, 1,8%), Michel Temer (PMDB,
1,1%), Dilma Rousseff (PT, 0,9%), Geraldo Alckmin (PSDB, 0,7%) y Ciro
Gomes (PDT, 0,4%)[3].
Aquí también el número de indecisos fue muy elevado (57,1%), y los
votos blancos y nulos sumaron el 10,7%. En la segunda, se les ofrecieron
nombres de candidatos para el primer turno y el segundo. Lula lidera
los tres escenarios del primer turno: (a) con el 30,5% frente al 11,8%
de Marina Silva, el 11,3% de Bolsonaro y el 10,1% de Aecio Neves como
candidato del PSDB; (b) con el 31,8% seguido de Marina Silva (12,1%),
Jair Bolsonaro (11,7%), Geraldo Alckmin como candidato del PSDB (9,1%) y
Ciro Gomes (5,3%); (c) Sin Alckmin y Gomes en el primer turno, Lula
recoge el 32,8% de la intención de voto, seguido de lejos por Marina
Silva (13,9%), en tanto que el tucano Aecio Neves y Jair Bolsonaro
quedan casi empatados con el 12,1% y el 12%, respectivamente. En cuanto a
los escenarios de segundo turno Lula gana en los 3 en que fue
considerado: si fuera contra Aecio Neves, le ganaría con 39,7% frente a
los 27,5% del tucano; si el oponente fuera Michel Temer, Lula obtendría
42,9% y el anterior 19% y, en el caso que la contienda fuese contra
Marina Silva, ésta obtendría 27,4% y Lula el 38,9% de las intenciones de
voto.
II
Dado este panorama, no son infundados los
temores de Rousseff: poca efectividad a mediano plazo tendrían el golpe
institucional sufrido por ella y el accionar políticamente sesgado de la
justicia brasileña si Lula ve allanado su camino para disputar –y con
chances de éxito- la presidencia en 2018. Si bien el ex mandatario
cuenta con apoyos históricos y con una reciente ola de nostalgia entre
ex aliados de izquierda y ciudadanos afectados con las políticas
sociales y económicas de Temer, cuenta también con un potente cerco
mediático-judicial que podría impedirlo de disputar la presidencia.
A
lo largo de estos últimos años, Lula ha acumulado 5 imputaciones
judiciales, esto es, que los jueces responsables aceptaron como válidas o
suficientes las acusaciones del Ministerio Público y decidió llevar a
juicio al acusado[4]. Más allá de que todo indique que es un caso de lawfare,
lo cierto es que está en manos de la justicia cerrarle a Lula el camino
a Planalto. Según la legislación electoral brasileña, Lula podría
ejercer su derecho a ser candidato, aun estando imputado o preso,
siempre y cuando estas resoluciones se hayan dado en la primera
instancia. Si él apelase y la causa pasa a una segunda instancia, y allí
obtiene otra sentencia desfavorable, se le aplica la “ley de ficha
sucia”, que lo inhabilitaría a ser candidato durante 8 años.
De los cinco procesos judiciales en contra del ex mandatario, tres están bajo jurisdicción del juez Sergio Moro[5],
el superhéroe del “ciudadano de bien” (de derecha), que ha exhibido en
reiteradas oportunidades su animadversión por el ex presidente y
dirigente sindical. Hasta agosto del pasado año, de los pedidos de habeas corpus y recursos ordinarios presentados, sólo un 4% fueron avalados, con lo que la tendencia parece ser adversa para Lula[6].
III
La
candidatura de Da Silva no ha sido oficializada aun. El ex presidente
se ha mostrado dispuesto a encabezar la fórmula por el PT, y la mayoría
de la base partidaria y social afín a la sigla lo demanda[7].
Uno de los interrogantes es si ello acontecerá antes o durante el 6°
Congreso Nacional del PT que está previsto para el 1, 2 y 3 de junio.
Una pre-candidatura anticipada tal vez ponga en mayor evidencia los
intentos judiciales de inhabilitarlo, puesto que los selectivos tiempos
de la justicia brasileña podrían quitar a Lula de la carrera
presidencial antes de haberse colocado en la largada.
El otro
interrogante es si la dinámica interna del PT, y la estrategia política a
seguir se renovarán, como pretenden las bases, o primará el
“pragmatismo” de parte de su burocracia que, como se vio en las
discusiones previas a la votación de los presidentes del Senado y
Diputados[8],
aun defienden las negociaciones con partidos y figuras políticas con
destacada participación en el golpe institucional. La inhabilitación
política de Lula sería el tiro de gracia a la ya moribunda calidad
democrática de las instituciones brasileñas. Pero, con o sin Lula, el PT
necesita reformarse y retomar una agenda radicalmente democrática al
interior y por fuera del partido, que lo posicione como una alternativa
de izquierda al oscurantismo reaccionario y elitista que ha tomado el
poder en Brasil.
Camila Vollenweider (@mcvollenweider)
Investigadora CELAG
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