L’Anticapitaliste
Traducido del francés para Rebelión por Caty R. |
Foto: El pasado 9 de febrero en Antofagasta. DR
Desde el pasado 9 de febrero 2.500 trabajadores están en huelga en la mina «Escondida», situada en el norte de Chile.
En manos de dos gigantes del sector privado, BHP Billiton y Río tinto
PLC (capitales anglo-australianos), Escondida es la mayor productora de
«oro rojo» del mundo con la extracción de 900.000 toneladas anuales, es
decir, el 20 % de la producción chilena (nación que posee la principal
reserva mundial de este mineral).
Frente al anuncio de una
huelga «ilimitada», el grupo empresarial paralizó las actividades de la
mina alarmando a los especuladores de la Bolsa de Londres. A pesar de
las amenazas del presidente de la mina, Marcelo Castillo, y la presión
del Gobierno de Michèle Bachelet (socialista), los mineros mantienen su
postura y han establecido un piquete de huelga por turnos y un
campamento en el exterior de la mina (a 3.100 metros de altitud en pleno
desierto de Atacama), después de haber reunido un importante fondo de
apoyo solidario. El ministro de Economía, Rodrigo Valdés, no ha esperado
para denunciar esta lucha y legitimar a las transnacionales: «esta
huelga podría afectar más gravemente al Producto Interior Bruto que los
incendios forestales –los más graves de la historia de Chile- que
asolaron el país a finales de enero».
Fue después de romper
las negociaciones colectivas y frente a la tozudez de la empresa cuando
el principal sindicato de Escondida se lanzó a la huelga con la
reivindicación principal de una revalorización de los salarios, mientras
el precio del cobre ha conocido un aumento del 27 % en 2016 y se prevé
que seguirá subiendo al mismo ritmo hasta 2020, para mayor beneficio de
los accionistas extranjeros. «Lo mínimo que pedimos –reiteró el dirigente del sindicato Jaime Thenoux– es poder mantener los beneficios del convenio colectivo actual», en particular para los jóvenes mineros que se acaban de incorporar a la plantilla de Escondida.
Una posición estratégica en el neoliberalismo...
La orientación de las empresas mineras en los últimos años ha sido
siempre buscar cada vez más flexibilización laboral, mientras miles de
empleos fueron suprimidos por los numerosos subcontratistas. Por su
parte el sindicato número uno de Escondida exige un aumento salarial del
7 % y un bono excepcional de alrededor de 38.000 dólares por persona.
Aunque a menudo se califica a los mineros de «aristocracia obrera»
debido a sus altos salarios en comparación con la inmensa mayoría del
pueblo chileno, esos trabajadores tienen que soportar condiciones de
trabajo extremas y peligrosas. Y sobre todo es la posición estratégica
que ocupan en la economía «primo-exportadora» neoliberal del país la que
da un gran peso a sus resistencias y reivindicaciones.
En un
contexto de fuerte atomización del movimiento sindical y obrero,
heredada de la dictadura y de 25 años de modelo ultraliberal
(administrado en gran parte por las fuerzas social-liberales de los
gobiernos de la Concertación), esta huelga podría señalar el camino de
futuros conflictos de clases. Sobre todo cuando la Central Unitaria de
los Trabajadores (CUT) continúa en manos de una burocracia poco legítima
y ampliamente cooptada por los partidos del Gobierno (entre los cuales
se encuentra el Partido Comunista).
En los últimos días ronda
el fantasma de la gran huelga de Escondida de 2006, para disgusto de los
medios conservadores y de la patronal. Aquel severo conflicto, que duró
25 días, hizo temblar al sector minero mundial y contribuyó a la
revitalización sindical en todo el país. En su época Salvador Allende
señaló hasta qué punto el cobre representa el «sueldo de Chile». En la
actualidad estos recursos están de nuevo ampliamente en las manos del
capital transnacional: en estas condiciones los llamamientos a la
renacionalización de los recursos mineros bajo control democrático de la
población y de los asalariados resuenan con fuerza.
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