Reseña de Vivir el exilio en la ciudad, 1928 V. R. Haya de la Torre y J. A. Mella, de Ricardo Melgar Bao
Entre
los latinoamericanistas actuales destaca el académico peruano-mexicano
Ricardo Melgar Bao, que ha abordado temas tan variados como la
Internacional Comunista en América Latina, el movimiento obrero
latinoamericano, José Carlos Mariátegui y diversas publicaciones de la
izquierda de nuestro subcontinente. Su último libro de reciente
aparición es Vivir el exilio en la ciudad, 1928 V. R. Haya de la Torre y J. A. Mella [1], del cual se escribe la presente reseña.
La política hacia América Latina de John Calvin Coolidge, presidente de
Estados Unidos entre 1923 y 1929, es analizada por la amenaza que
representaba para la soberanía nacional de los pueblos del continente y
la influencia en el surgimiento de nuevas corrientes nacionalistas y
antiimperialistas. “La derrota de la política de Coolidge en la VI
Conferencia Panamericana (La Habana,1928) no fue un hecho menor para
México y otros países, tampoco para Sandino, Haya de la Torre y Mella.
Desde la Ciudad de México Coolidge fue blanco de muchos actos de
protesta y artículos de denuncia, independientemente del relativo éxito
obtenido gracias a las gestiones negociadoras de su embajador Dwight
Morrow”.
En la obra es descrito el primer viaje que realizó a
México Julio Antonio Mella, “con la finalidad de estudiar en el Colegio
Militar, pero dicha aspiración se frustró porque dicha entidad no
admitía extranjeros”.
En 1926 Mella arribó a México, gracias
al apoyo de los estudiantes y de la Confederación Regional Obrera
Mexicana. Este año corresponde al inicio de la rebelión cristera y la
creación de la Liga Nacional Campesina y la Confederación de
Transportes y Comunicaciones, dirigidas, respectivamente, por los
comunistas Úrsulo Galván y Elías Barrios.
Objeto de los
desvelos y escritos del revolucionario cubano fueron temas como el
partido político, la revolución, el frente único, la lucha
antiimperialista, el Estado, el movimiento estudiantil, la
intelectualidad y las clases medias.
En diversos momentos de su
historia, nuestro país fue tierra de atracción de la más importante
diáspora del exilio latinoamericano del siglo XX por el influjo de su
Revolución y de su política de asilo.
En febrero de 1927,
Mella y Víctor Raúl Haya de la Torre se encontraron en Bruselas con
motivo de la realización del Primer Congreso Antiimperialista. El jefe
peruano desde hacía cuatro meses venía dándole explícita cuerda a su
Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en abierta competencia
con la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) con sede en
México, a la cual adhería y dirigía Julio Antonio. Las diferencias
políticas e ideológicas se reflejaban, así, en el terreno organizativo.
En esa reunión, Mella presentó las ponencias Cuba, factoría yanqui, La verdad del campesinado en Cuba y Machado: fascismo tropical, que habían sido elaboradas por Rubén Martínez Villena.
Para Haya, las clases medias y los intelectuales en su concepción
política, tenían una misión histórica asignada, frente a los obreros y
campesinos en el curso de la lucha antiimperialista y revolucionaria
–tesis que no compartía Mella–, resaltando sus propias contradicciones
ideológicas y políticas, las cuales podían inclinar una de sus alas
hacia la izquierda y otra hacia la derecha.
Haya manifestó que
había chocado con el clericalismo en el Perú, en tanto que Mella
participó en la fundación de la Liga Anticlerical en La Habana y a su
arribo a México se afilió a la Liga Anticlerical que tenía como vocero
gráfico a El Bonete. En consecuencia, ninguno de los dos
líderes podía ver con buenos ojos a los cristeros. El sudamericano
estaba afiliado desde 1924 a la logia masónica Chilam Balam de Mérida,
Yucatán, a la que también pertenecían Esteban Pavletich y Augusto César
Sandino.
Desde 1927 los comunistas discutían si continuar o no
el apoyo crítico a Plutarco Elías Calles, o reposicionarse frente a la
candidatura de Álvaro Obregón. Para Mella el apoyo a Calles frente a EU
perdió sentido a partir de marzo de 1928 tras un acuerdo de la Suprema
Corte de Justicia de la Nación que puso punto final al litigio
petrolero, pues se reconocían derechos a las empresas norteamericanas
que operaban en el país con anterioridad a la Constitución de 1917.
El jefe aprista no compartía el eurocentrismo de la Comintern, y era
más próximo al Kuomintang que le sirvió de sustento de su concepción
sobre el frente único de clases y el papel asignado al Estado en
defensa de la soberanía nacional y el desarrollo. Después del viraje
anticomunista de abril de 1927 de Chiang Kai-shek, esta posición
aprista fue motivo de ataques por parte de los comunistas.
Para
Julio Antonio la alianza con la burguesía nacional, las clases medias y
la intelectualidad para la lucha en Cuba era bienvenida, en tanto que
exponía la ruptura y confrontación para con la pequeña burguesía
aprista.
Comunistas y apristas simpatizaban con Calles por su
controversia petrolera con EU, su solidaridad con Nicaragua invadida
por los gringos, sus relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y
su defensa del Estado laico frente al clero y los cristeros. El
embajador James Sheffield y el secretario de Estado yanqui,
construyeron una imagen probolchevique de Calles entre 1925 y 1927.
Posteriormente al Congreso de Bruselas, Haya llegaba como una figura
polémica tras su distanciamiento y ruptura con la IC con la finalidad
de ensanchar el radio de influencia de la APRA tanto en México como en
el continente.
De acuerdo con el líder aprista había tres
posiciones proimperialistas: el panamericanismo por estar al servicio
del imperialismo estadunidense, el latinoamericanismo por sus deudas
ideológicas con el neocolonialismo francés y el hispanoamericanismo por
responder a los intereses del viejo proyecto de dominación
hispano-colonial.
A los apristas les parecía un sinsentido
político y un error táctico convertir públicamente a la Liga en un
apéndice de la IC, restándole así capacidad de convocatoria y
credibilidad ante los sectores no proletarios y de otras tendencias
interesadas en participar transitoriamente contra el imperialismo.
Haya redactó y publicó un texto polémico: “El APRA y el Kuo Min Tang”,
sustentando algunas ideas sobre las mutuas afinidades entre el
movimiento antiimperialista latinoamericano y chino. Los tiempos de Sun
Yat-sen habían quedado atrás y los de Chiang Kai-shek, iniciados en
1927, eran odiados por los comunistas. El líder de la APRA, más allá de
los virajes políticos del Kuomintang, veía en su estructura un diseño
político y orgánico rescatable para AL.
Sobre el curso de la
Revolución peruana, el aprismo exageradamente sostenía: “queda
establecido que el órgano único (que habrá de realizar la revolución
libertadora del Perú) será el Partido Nacionalista Libertador del Perú,
organismo político militar revolucionario que reconoce como fundador y
jefe supremo en ambos órdenes a Víctor Raúl Haya de la Torre...”.
Dicha orientación produjo renuncias en la APRA. Nicolás Terreros y
Jacobo Hurwitz se integraron a las filas de la Liga Antiimperialista y
del Manos Fuera de Nicaragua, por lo que se vincularon con Mella. Éste
y Salvador de la Plaza y los hermanos Gustavo y Eduardo Machado –del
Partido de la Revolución Venezolana– compartían un ideario cada vez más
opuesto al aprismo.
Según Melgar: “Mella había asistido a una
cita con el presidente Obregón acompañando a los venezolanos deseosos
de obtener armamento y parque para sus fines revolucionarios. Sin
embargo, este proyecto se quebró. La torpeza del venezolano Emilio
Arévalo Cedeño al ser detenido con un cargamento de ron de contrabando
en una goleta destinada originalmente para la expedición
revolucionaria, complicó las cosas. Cedeño no encontró mejor manera de
librar el tema aduanero mexicano que atribuirle al presidente Obregón
el ‘encargo’, quebrando de manera definitiva las relaciones con el
gobierno mexicano”.
La afinidad de Mella con Andrés Nin
contrasta con el desencuentro que tuvo éste con Haya en 1924 en la
Internacional Sindical Roja porque “casi no estaba enterado sobre la
situación en América Latina” y encima pretendía darle “desacertadas
orientaciones”.
El investigador señala: “Edgar Woog, en su
informe al Secretariado Latinoamericano de la IC con fecha 18 de
diciembre de 1927 escribió: ‘En el último pleno de nuestro Comité
Central, a inicios de julio [1927], hemos tenido una discusión muy
agria con el camarada Mella quien, a su regreso de Moscú, ha comenzado
a atacar las resoluciones de nuestro último congreso sobre la cuestión
sindical, y sobre nuestra línea hacia el Bloque Obrero y Campesino…
Ante todo hay que decir, francamente, que la opinión de Mella, en
realidad, es la opinión de Nin y en parte también de Losovsky, quienes
desde hace un año ya se oponen a nuestra táctica sindical…’”.
Mella, el 3 de diciembre de 1927, criticó a Haya de la Torre por su
plan de integrar una comisión para fiscalizar las elecciones en
Nicaragua, favoreciendo a Adolfo Díaz Recinos y Emiliano Chamorro
Vargas o al liberal José María Moncada Tapia, al estilo de las
propuestas del Senado yanqui.
Sandino no varió en su postura
frente a la cuestión electoral, como lo prueba, cuando sostuvo el 21 de
octubre: “Nuestro ejército no tiene compromisos políticos con nadie y,
por consiguiente, sus actos se ajustan al más elevado patriotismo.
Puede estar Ud. seguro, desde hoy, que no habrá elecciones, y que
nuestro triunfo será un hecho”.
Objeto de las críticas y burlas
de Mella fue, asimismo, el supuesto envío de una legión de la APRA a
Nicaragua, simple y sencillamente porque esta organización no contaba
con los cuadros y militantes suficientes.
Russell Blackwell, de
la Oposición Comunista en México, dejó constancia de que Mella se
deslindó formalmente del trotskismo ante el CC del PCM. Por su lado,
Haya compartía análogas simpatías por León Trotsky y seguía con
atención a la Oposición de Izquierda sin compartir sus puntos de vista,
salvo los que abonaban a favor de las críticas a la Comintern.
El 28 de diciembre de 1927 el CC del PCM resolvió: “a) Condenar
enérgicamente la actitud divisionista de la oposición [rusa], actitud
que resulta objetivamente contrarrevolucionaria dada la utilización que
el imperialismo y los revolucionarios nacionales hacen de ella”.
Acerca de ¿Qué es el ARPA?,
el conocido texto del líder caribeño, Haya de la Torre decía: “Aquí ha
aparecido un folleto de Mella furibundo contra el APRA y contra mí.
Está vomitando bilis. No ha causado buena impresión y se trata hasta de
recoger la edición. A nosotros nos conviene que circule. Varias gentes
espontáneamente han respondido. La cosa es grotesca”. En realidad, el
folleto hirió profundamente al aprismo y perfiló a Mella como un
extraordinario polemista.
Empero, el héroe cubano subsumió las
cuestiones indígena y negra bajo criterios estrictamente clasistas,
negándole toda potencialidad revolucionaria a las tradiciones
comunitarias andinas y viendo un arcaísmo inaceptable en el llamado
“comunismo incaico autónomo”.
El colombiano aprista Julio
Cuadros Caldas, asentado aquí en la década de los años 20, consideraba
que México era el ejemplo del Estado antiimperialista de la APRA, punto
tercero de su programa continental. Por ello, su libro El comunismo criollo mereció grandes elogios del caudillo peruano.
Para 1928, el PC venía procesando un viraje político en consonancia con
el espíritu de su V Conferencia y la orientación de la Comintern previa
a la realización del VI Congreso de la IC. La Declaración del CC del
PCM condenando a la APRA con fecha 19 de abril de ese año fue un signo
de la ruptura y antagonismo con organismos políticos de la pequeña
burguesía como el aprismo.
Melgar afirma: “El Antiimperialismo y el Apra fue
mitologizado, reescrito, editado y congelado durante 34 años, su
tercera edición de 1970 se realizó con motivo del 75 aniversario del
natalicio de su autor, interesado en disputarle ideológicamente al
gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, el origen primigenio de
algunas de sus reformas de Estado”.
Mella participó en la
constitución de la Liga Nacional Campesina y en la organización del
movimiento obrero jalisciense y nacional. Quizá un punto no tocado
suficientemente por el autor de la obra reseñada es la militancia
activa del héroe cubano en las luchas de los obreros, campesinos y
comunistas mexicanos. En la historia del PCM existen pocos casos como
éste, que se equipara al famoso canario Rosendo Gómez Lorenzo y el
ucraniano Julio Rosovski (Gómez). La intervención de Mella en el
movimiento obrero mexicano es abordada en forma clara por Jean Ortiz en
el artículo “Julio Antonio Mella en México, ¿una estrategia sindical
herética?”, y en el ensayo de Jaime Tamayo “Julio Antonio Mella y el
marxismo en el movimiento obrero jalisciense”. Para ubicar el contexto
de los años del caudillismo revolucionario y la estancia de Mella en
México pueden consultarse los artículos del autor de esta reseña “El
PCM y la organización de las masas (1925-1929)”, “La Liga Nacional
Campesina (1926-1929)” y “Valentín Campa Salazar, dirigente obrero
comunista”, en Apia virtual, La Haine y otros sitios de Internet.
Escribe Melgar Bao: “El imperialismo norteamericano fue el centro de
atención de nuestros dos antagonistas. Les preocupaba su fase expansiva
que hizo de Cuba al decir de Mella una ‘factoría yanqui’ y el Perú,
según Haya, entregado ‘a las cadenas implacables del imperialismo
yanqui al que nos va entregando la clase gobernante’. Las ideas
antiimperialistas de nuestros dos personajes se orientaron hacia sus
respectivos quehaceres políticos, sin desmedro de que propusieran
algunas tesis sobre la penetración norteamericana en el continente, muy
discutidas en su momento”.
De cara a los cuentos apristas, los comunistas uruguayos desmintieron la visita de la célula marítima de la APRA al diario Justicia, pues era
“pura invención”, e informaban que reproducían “sistemáticamente la
documentación que al respecto aparece en la prensa comunista o en El Libertador”
y que ellos tenían muy claro qué era la APRA y qué función cumplía en
América Latina contra la Liga Antiimperialista, por lo que autorizaban
reproducir esta aclaración con la finalidad de “desvirtuar las
manifestaciones del poco escrupuloso señor Haya de la Torre”.
El comunismo ratificó su postura antiaprista mientras que la APRA se
volvió gradualmente anticomunista; su neutralidad anunciada terminó
siendo una promesa insostenible. La APRA, pues, degeneró ideológica y
políticamente.
La bibliografía utilizada por Melgar es muy
amplia, variada e internacional. Entre las obras citadas están: Rodolfo
Cerdas Cruz, Sandino, el APRA y la Internacional Comunista: antecedentes históricos de la Nicaragua de hoy; Adys Cupull Reyes y Froilán González, Julio Antonio Mella y Tina Modotti contra el fascismo; Michelle Dospital, Siempre más allá…: el movimiento sandinista en Nicaragua 1927–1934; Guillermo García Ponce, Memorias de un general de la utopía; Christine Hatzky, Julio Antonio Mella (1903-1929). Una Biografía; Víctor Raúl Haya de la Torre, Obras Completas; José Carlos Mariátegui, Correspondencia, 1915-1930, e Ideología y política; Julio Antonio Mella, Documentos y Artículos y Escritos revolucionarios; Luis Alberto Sánchez, Haya de la Torre y el APRA; Augusto César Sandino, Pensamiento Político; Gregorio Selser, El pequeño ejército loco II; Roy Soto Rivera, Víctor Raúl. El Hombre del siglo XX, y Raquel Tibol, Julio Antonio Mella en El Machete. Antología parcial de un luchador y su momento histórico.
En la hemerografía cabe destacar los siguientes textos: Víctor Jeifets, et al., “Haya de la Torre, la Comintern y el Perú: acercamientos y desencuentros”, en Pacarina del Sur, Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericano; Daniel Kersffeld, “Jacobo Hurwitz: semblanza de un revolucionario latinoamericano”, en Pacarina del Sur; Tristán Marof, “Julio Antonio Mella”, en Alma Mater; Ricardo Melgar Bao, “Militancia aprista en el Caribe: la Sección Cubana”, en Cuadernos Americanos, “El universo simbólico de una revista cominternista: Diego Rivera y El Libertador (1925-1929)”, en Convergencia, y “La recepción mexicana del exilio escarlata: Juan de la Cabada y Julio Antonio Mella”, en El Tlacuache; Julio Antonio Mella, «¿Qué es el ARPA?», en Amauta, “Víctor Raúl Haya de la Torre”, en Juventud, y Diario del primer viaje a México (1 de abril-21 de junio de 1920): en www.cubaliteraria.cu/autor/julio_antonio_mella/html/diario.html, y Salvador Morales, «Un semanario desconocido: El Bonete. Ejemplo de confluencias revolucionarias latinoamericanas», en CONHISREMI.
Nota:
[1] Ricardo Melgar Bao, Vivir el exilio en la ciudad, 1928 V. R. Haya de la Torre y J. A. Mella, México, Taller Abierto, 2013, 314 pp.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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