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domingo, 8 de diciembre de 2013

Julio Mella y el movimiento aprista peruano


Reseña de Vivir el exilio en la ciudad, 1928 V. R. Haya de la Torre y J. A. Mella, de Ricardo Melgar Bao


Entre los latinoamericanistas actuales destaca el académico peruano-mexicano Ricardo Melgar Bao, que ha abordado temas tan variados como la Internacional Comunista en América Latina, el movimiento obrero latinoamericano, José Carlos Mariátegui y diversas publicaciones de la izquierda de nuestro subcontinente. Su último libro de reciente aparición es Vivir el exilio en la ciudad, 1928 V. R. Haya de la Torre y J. A. Mella [1], del cual se escribe la presente reseña.
La política hacia América Latina de John Calvin Coolidge, presidente de Estados Unidos entre 1923 y 1929, es analizada por la amenaza que representaba para la soberanía nacional de los pueblos del continente y la influencia en el surgimiento de nuevas corrientes nacionalistas y antiimperialistas. “La derrota de la política de Coolidge en la VI Conferencia Panamericana (La Habana,1928) no fue un hecho menor para México y otros países, tampoco para Sandino, Haya de la Torre y Mella. Desde la Ciudad de México Coolidge fue blanco de muchos actos de protesta y artículos de denuncia, independientemente del relativo éxito obtenido gracias a las gestiones negociadoras de su embajador Dwight Morrow”.
En la obra es descrito el primer viaje que realizó a México Julio Antonio Mella, “con la finalidad de estudiar en el Colegio Militar, pero dicha aspiración se frustró porque dicha entidad no admitía extranjeros”.
En 1926 Mella arribó a México, gracias al apoyo de los estudiantes y de la Confederación Regional Obrera Mexicana. Este año corresponde al inicio de la rebelión cristera y la creación de la Liga Nacional Campesina y la Confederación de Transportes y Comunicaciones, dirigidas, respectivamente, por los comunistas Úrsulo Galván y Elías Barrios.
Objeto de los desvelos y escritos del revolucionario cubano fueron temas como el partido político, la revolución, el frente único, la lucha antiimperialista, el Estado, el movimiento estudiantil, la intelectualidad y las clases medias.
En diversos momentos de su historia, nuestro país fue tierra de atracción de la más importante diáspora del exilio latinoamericano del siglo XX por el influjo de su Revolución y de su política de asilo.
En febrero de 1927, Mella y Víctor Raúl Haya de la Torre se encontraron en Bruselas con motivo de la realización del Primer Congreso Antiimperialista. El jefe peruano desde hacía cuatro meses venía dándole explícita cuerda a su Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en abierta competencia con la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) con sede en México, a la cual adhería y dirigía Julio Antonio. Las diferencias políticas e ideológicas se reflejaban, así, en el terreno organizativo. En esa reunión, Mella presentó las ponencias Cuba, factoría yanqui, La verdad del campesinado en Cuba y Machado: fascismo tropical, que habían sido elaboradas por Rubén Martínez Villena.
Para Haya, las clases medias y los intelectuales en su concepción política, tenían una misión histórica asignada, frente a los obreros y campesinos en el curso de la lucha antiimperialista y revolucionaria –tesis que no compartía Mella–, resaltando sus propias contradicciones ideológicas y políticas, las cuales podían inclinar una de sus alas hacia la izquierda y otra hacia la derecha.
Haya manifestó que había chocado con el clericalismo en el Perú, en tanto que Mella participó en la fundación de la Liga Anticlerical en La Habana y a su arribo a México se afilió a la Liga Anticlerical que tenía como vocero gráfico a El Bonete. En consecuencia, ninguno de los dos líderes podía ver con buenos ojos a los cristeros. El sudamericano estaba afiliado desde 1924 a la logia masónica Chilam Balam de Mérida, Yucatán, a la que también pertenecían Esteban Pavletich y Augusto César Sandino.
Desde 1927 los comunistas discutían si continuar o no el apoyo crítico a Plutarco Elías Calles, o reposicionarse frente a la candidatura de Álvaro Obregón. Para Mella el apoyo a Calles frente a EU perdió sentido a partir de marzo de 1928 tras un acuerdo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que puso punto final al litigio petrolero, pues se reconocían derechos a las empresas norteamericanas que operaban en el país con anterioridad a la Constitución de 1917.
El jefe aprista no compartía el eurocentrismo de la Comintern, y era más próximo al Kuomintang que le sirvió de sustento de su concepción sobre el frente único de clases y el papel asignado al Estado en defensa de la soberanía nacional y el desarrollo. Después del viraje anticomunista de abril de 1927 de Chiang Kai-shek, esta posición aprista fue motivo de ataques por parte de los comunistas.
Para Julio Antonio la alianza con la burguesía nacional, las clases medias y la intelectualidad para la lucha en Cuba era bienvenida, en tanto que exponía la ruptura y confrontación para con la pequeña burguesía aprista.
Comunistas y apristas simpatizaban con Calles por su controversia petrolera con EU, su solidaridad con Nicaragua invadida por los gringos, sus relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y su defensa del Estado laico frente al clero y los cristeros. El embajador James Sheffield y el secretario de Estado yanqui, construyeron una imagen probolchevique de Calles entre 1925 y 1927.
Posteriormente al Congreso de Bruselas, Haya llegaba como una figura polémica tras su distanciamiento y ruptura con la IC con la finalidad de ensanchar el radio de influencia de la APRA tanto en México como en el continente.
De acuerdo con el líder aprista había tres posiciones proimperialistas: el panamericanismo por estar al servicio del imperialismo estadunidense, el latinoamericanismo por sus deudas ideológicas con el neocolonialismo francés y el hispanoamericanismo por responder a los intereses del viejo proyecto de dominación hispano-colonial.
A los apristas les parecía un sinsentido político y un error táctico convertir públicamente a la Liga en un apéndice de la IC, restándole así capacidad de convocatoria y credibilidad ante los sectores no proletarios y de otras tendencias interesadas en participar transitoriamente contra el imperialismo.
Haya redactó y publicó un texto polémico: “El APRA y el Kuo Min Tang”, sustentando algunas ideas sobre las mutuas afinidades entre el movimiento antiimperialista latinoamericano y chino. Los tiempos de Sun Yat-sen habían quedado atrás y los de Chiang Kai-shek, iniciados en 1927, eran odiados por los comunistas. El líder de la APRA, más allá de los virajes políticos del Kuomintang, veía en su estructura un diseño político y orgánico rescatable para AL.
Sobre el curso de la Revolución peruana, el aprismo exageradamente sostenía: “queda establecido que el órgano único (que habrá de realizar la revolución libertadora del Perú) será el Partido Nacionalista Libertador del Perú, organismo político militar revolucionario que reconoce como fundador y jefe supremo en ambos órdenes a Víctor Raúl Haya de la Torre...”.
Dicha orientación produjo renuncias en la APRA. Nicolás Terreros y Jacobo Hurwitz se integraron a las filas de la Liga Antiimperialista y del Manos Fuera de Nicaragua, por lo que se vincularon con Mella. Éste y Salvador de la Plaza y los hermanos Gustavo y Eduardo Machado –del Partido de la Revolución Venezolana– compartían un ideario cada vez más opuesto al aprismo.
Según Melgar: “Mella había asistido a una cita con el presidente Obregón acompañando a los venezolanos deseosos de obtener armamento y parque para sus fines revolucionarios. Sin embargo, este proyecto se quebró. La torpeza del venezolano Emilio Arévalo Cedeño al ser detenido con un cargamento de ron de contrabando en una goleta destinada originalmente para la expedición revolucionaria, complicó las cosas. Cedeño no encontró mejor manera de librar el tema aduanero mexicano que atribuirle al presidente Obregón el ‘encargo’, quebrando de manera definitiva las relaciones con el gobierno mexicano”.
La afinidad de Mella con Andrés Nin contrasta con el desencuentro que tuvo éste con Haya en 1924 en la Internacional Sindical Roja porque “casi no estaba enterado sobre la situación en América Latina” y encima pretendía darle “desacertadas orientaciones”.
El investigador señala: “Edgar Woog, en su informe al Secretariado Latinoamericano de la IC con fecha 18 de diciembre de 1927 escribió: ‘En el último pleno de nuestro Comité Central, a inicios de julio [1927], hemos tenido una discusión muy agria con el camarada Mella quien, a su regreso de Moscú, ha comenzado a atacar las resoluciones de nuestro último congreso sobre la cuestión sindical, y sobre nuestra línea hacia el Bloque Obrero y Campesino… Ante todo hay que decir, francamente, que la opinión de Mella, en realidad, es la opinión de Nin y en parte también de Losovsky, quienes desde hace un año ya se oponen a nuestra táctica sindical…’”.
Mella, el 3 de diciembre de 1927, criticó a Haya de la Torre por su plan de integrar una comisión para fiscalizar las elecciones en Nicaragua, favoreciendo a Adolfo Díaz Recinos y Emiliano Chamorro Vargas o al liberal José María Moncada Tapia, al estilo de las propuestas del Senado yanqui.
Sandino no varió en su postura frente a la cuestión electoral, como lo prueba, cuando sostuvo el 21 de octubre: “Nuestro ejército no tiene compromisos políticos con nadie y, por consiguiente, sus actos se ajustan al más elevado patriotismo. Puede estar Ud. seguro, desde hoy, que no habrá elecciones, y que nuestro triunfo será un hecho”.
Objeto de las críticas y burlas de Mella fue, asimismo, el supuesto envío de una legión de la APRA a Nicaragua, simple y sencillamente porque esta organización no contaba con los cuadros y militantes suficientes.
Russell Blackwell, de la Oposición Comunista en México, dejó constancia de que Mella se deslindó formalmente del trotskismo ante el CC del PCM. Por su lado, Haya compartía análogas simpatías por León Trotsky y seguía con atención a la Oposición de Izquierda sin compartir sus puntos de vista, salvo los que abonaban a favor de las críticas a la Comintern.
El 28 de diciembre de 1927 el CC del PCM resolvió: “a) Condenar enérgicamente la actitud divisionista de la oposición [rusa], actitud que resulta objetivamente contrarrevolucionaria dada la utilización que el imperialismo y los revolucionarios nacionales hacen de ella”.
Acerca de ¿Qué es el ARPA?, el conocido texto del líder caribeño, Haya de la Torre decía: “Aquí ha aparecido un folleto de Mella furibundo contra el APRA y contra mí. Está vomitando bilis. No ha causado buena impresión y se trata hasta de recoger la edición. A nosotros nos conviene que circule. Varias gentes espontáneamente han respondido. La cosa es grotesca”. En realidad, el folleto hirió profundamente al aprismo y perfiló a Mella como un extraordinario polemista.
Empero, el héroe cubano subsumió las cuestiones indígena y negra bajo criterios estrictamente clasistas, negándole toda potencialidad revolucionaria a las tradiciones comunitarias andinas y viendo un arcaísmo inaceptable en el llamado “comunismo incaico autónomo”.
El colombiano aprista Julio Cuadros Caldas, asentado aquí en la década de los años 20, consideraba que México era el ejemplo del Estado antiimperialista de la APRA, punto tercero de su programa continental. Por ello, su libro El comunismo criollo mereció grandes elogios del caudillo peruano.
Para 1928, el PC venía procesando un viraje político en consonancia con el espíritu de su V Conferencia y la orientación de la Comintern previa a la realización del VI Congreso de la IC. La Declaración del CC del PCM condenando a la APRA con fecha 19 de abril de ese año fue un signo de la ruptura y antagonismo con organismos políticos de la pequeña burguesía como el aprismo.
Melgar afirma: “El Antiimperialismo y el Apra fue mitologizado, reescrito, editado y congelado durante 34 años, su tercera edición de 1970 se realizó con motivo del 75 aniversario del natalicio de su autor, interesado en disputarle ideológicamente al gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, el origen primigenio de algunas de sus reformas de Estado”.
Mella participó en la constitución de la Liga Nacional Campesina y en la organización del movimiento obrero jalisciense y nacional. Quizá un punto no tocado suficientemente por el autor de la obra reseñada es la militancia activa del héroe cubano en las luchas de los obreros, campesinos y comunistas mexicanos. En la historia del PCM existen pocos casos como éste, que se equipara al famoso canario Rosendo Gómez Lorenzo y el ucraniano Julio Rosovski (Gómez). La intervención de Mella en el movimiento obrero mexicano es abordada en forma clara por Jean Ortiz en el artículo “Julio Antonio Mella en México, ¿una estrategia sindical herética?”, y en el ensayo de Jaime Tamayo “Julio Antonio Mella y el marxismo en el movimiento obrero jalisciense”. Para ubicar el contexto de los años del caudillismo revolucionario y la estancia de Mella en México pueden consultarse los artículos del autor de esta reseña “El PCM y la organización de las masas (1925-1929)”, “La Liga Nacional Campesina (1926-1929)” y “Valentín Campa Salazar, dirigente obrero comunista”, en Apia virtual, La Haine y otros sitios de Internet.
Escribe Melgar Bao: “El imperialismo norteamericano fue el centro de atención de nuestros dos antagonistas. Les preocupaba su fase expansiva que hizo de Cuba al decir de Mella una ‘factoría yanqui’ y el Perú, según Haya, entregado ‘a las cadenas implacables del imperialismo yanqui al que nos va entregando la clase gobernante’. Las ideas antiimperialistas de nuestros dos personajes se orientaron hacia sus respectivos quehaceres políticos, sin desmedro de que propusieran algunas tesis sobre la penetración norteamericana en el continente, muy discutidas en su momento”.
De cara a los cuentos apristas, los comunistas uruguayos desmintieron la visita de la célula marítima de la APRA al diario Justicia, pues era “pura invención”, e informaban que reproducían “sistemáticamente la documentación que al respecto aparece en la prensa comunista o en El Libertador” y que ellos tenían muy claro qué era la APRA y qué función cumplía en América Latina contra la Liga Antiimperialista, por lo que autorizaban reproducir esta aclaración con la finalidad de “desvirtuar las manifestaciones del poco escrupuloso señor Haya de la Torre”.
El comunismo ratificó su postura antiaprista mientras que la APRA se volvió gradualmente anticomunista; su neutralidad anunciada terminó siendo una promesa insostenible. La APRA, pues, degeneró ideológica y políticamente.
La bibliografía utilizada por Melgar es muy amplia, variada e internacional. Entre las obras citadas están: Rodolfo Cerdas Cruz, Sandino, el APRA y la Internacional Comunista: antecedentes históricos de la Nicaragua de hoy; Adys Cupull Reyes y Froilán González, Julio Antonio Mella y Tina Modotti contra el fascismo; Michelle Dospital, Siempre más allá…: el movimiento sandinista en Nicaragua 1927–1934; Guillermo García Ponce, Memorias de un general de la utopía; Christine Hatzky, Julio Antonio Mella (1903-1929). Una Biografía; Víctor Raúl Haya de la Torre, Obras Completas; José Carlos Mariátegui, Correspondencia, 1915-1930, e Ideología y política; Julio Antonio Mella, Documentos y Artículos y Escritos revolucionarios; Luis Alberto Sánchez, Haya de la Torre y el APRA; Augusto César Sandino, Pensamiento Político; Gregorio Selser, El pequeño ejército loco II; Roy Soto Rivera, Víctor Raúl. El Hombre del siglo XX, y Raquel Tibol, Julio Antonio Mella en El Machete. Antología parcial de un luchador y su momento histórico.
En la hemerografía cabe destacar los siguientes textos: Víctor Jeifets, et al., “Haya de la Torre, la Comintern y el Perú: acercamientos y desencuentros”, en Pacarina del Sur, Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericano; Daniel Kersffeld, “Jacobo Hurwitz: semblanza de un revolucionario latinoamericano”, en Pacarina del Sur; Tristán Marof, “Julio Antonio Mella”, en Alma Mater; Ricardo Melgar Bao, “Militancia aprista en el Caribe: la Sección Cubana”, en Cuadernos Americanos, “El universo simbólico de una revista cominternista: Diego Rivera y El Libertador (1925-1929)”, en Convergencia, y “La recepción mexicana del exilio escarlata: Juan de la Cabada y Julio Antonio Mella”, en El Tlacuache; Julio Antonio Mella, «¿Qué es el ARPA?», en Amauta, “Víctor Raúl Haya de la Torre”, en Juventud, y Diario del primer viaje a México (1 de abril-21 de junio de 1920): en www.cubaliteraria.cu/autor/julio_antonio_mella/html/diario.html, y Salvador Morales, «Un semanario desconocido: El Bonete. Ejemplo de confluencias revolucionarias latinoamericanas», en CONHISREMI.
Nota:
[1] Ricardo Melgar Bao, Vivir el exilio en la ciudad, 1928 V. R. Haya de la Torre y J. A. Mella, México, Taller Abierto, 2013, 314 pp.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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