David Brooks
Detención de un activista vestido de payaso que burló el cerco policial
que custodiaba la escultura del toro monumental en el sector financiero
de Nueva York, en los días de más actividad del movimiento Ocupa Wall
StreetFoto Tomada de Youtube
En
las obras de Shakespeare hay sólo dos figuras que se atreven a decir
toda la verdad: el rey y el payaso, comentó el gran director de teatro
Jonathan Miller a Studs Terkel, el extraordinario entrevistador e
historiador oral. El rey puede decir absolutamente todo porque tiene
autoridad suprema. “La otra manera de decir la verdad es no tener
absolutamente ninguna autoridad, lo cual permite que la gente ignore lo
que dices y, por lo tanto, estás en posición para decir lo que se te
antoje… El payaso no tiene nada que perder, y el rey nunca puede perder
lo que tiene”.
Todos los demás mienten o se callan o no lo dicen todo ante el temor
de caer al nivel del bufón mientras intentan escalar hacia el rey,
comenta Miller.
Un par de payasos/bufones en Estados Unidos, Jon Stewart y Stephen
Colbert, ofrecen un gran respiro ante la torrente de propaganda,
manipulación y noticias de todos los días. Cuatro noches a la semana en
sus programas de cablevisión, Stewart como conductor de un noticiero
ficticio, The Daily Show, y Colbert, quien asume la identidad de un comentarista conservador rico en su programa The Colbert Report, no sólo se burlan de las
autoridadespolíticas o mediáticas, sino de toda noticia que les parezca absurda, pretenciosa o engañosa.
El resultado: ambos son puntos de referencia nacional. Stewart ha
sido declarado como el periodista más confiable del país en una
encuesta de la revista Time, y eso que es locutor de un
noticiero ficticio. Según algunas encuestas, ambos son la principal
fuente de información política para los jóvenes, el sector más
codiciado del teleauditorio nacional.
Cada noche unos 2 millones sintonizan The Daily Show (tres veces la audiencia de CNN) para ver cómo Stewart y su equipo de
corresponsalesabordan las noticias, no sólo para reírse, sino para algo más serio, acercarse a la neta. Muchos se quedan para ver el programa de su colega que sigue inmediatamente después.
Una nación desesperada y agradecida sintoniza a Stewart porque hace la tarea a la que los medios de noticias han abdicado: rastrear el historial público para hacer que los políticos y periodistas rindan cuentas, comenta Rolling Stone. Ambos se pueden consultar en (the dailyshow y colbert nation)
Lo que hacemos es crítica social, sólo que lo hacemos a través de la comedia, resume Stewart, quien ha comentado que aunque la sátira puede ser catártica y puede avergonzar a poderosos, en sí no cambia las cosas, y señala que esa es
la diferencia entre ser un revolucionario y ser un satírico. Pero afirma:
somos una expresión de la insatisfacción de la gente con las instituciones existentes.
Ambos son parte de una larga tradición de cómicos como críticos
sociales que han impactado la cultura y el debate político nacional a
lo largo de la historia de este país. Entre los genios de la sátira se
tendría que mencionar a Mark Twain, o en algunos momentos Chaplin o
Marx (Groucho), o los cómicos Lenny Bruce, George Carlin, Tom Lehrer y
Richard Pryor, y hoy día Bill Maher, entre tantos más. Ni hablar de los
grandes caricaturistas.
El
uso del humor como arma de crítica social y política se ha expresado en
diversos momentos. Por ejemplo, durante el movimiento antiguerra y
anticapitalista de los 60, el líder de los Yippies, Abbie Hoffman,
convocó a una manifestación masiva alrededor del Pentágono, donde
prometió hacer
levitarel enorme edificio. Las autoridades primero lo descartaron como una bobería más, pero por si las dudas desplegaron a sus fuerzas para ver si a fin de cuentas algo sucedía. En otro momento, al ganarse una beca de unos miles de dólares, la canjeó por puros billetes de un dólar, se subió con cómplices al balcón para turistas de la Bolsa de Valores de Nueva York y los hicieron llover, para ver cómo los corredores se volvían histéricos brincando por los billetes.
En la gran
batalla en Seattle, donde decenas de miles tomaron las calles para frenar la reunión de la Organización Mundial de Comercio en 1999, activistas entrenados por el Ruckus Society y otros escalaron edificios y puentes, dejando caer mantas maravillosas contra la
globalización empresarial, asombrando a las autoridades y provocando sonrisas entre todos los demás. Payasos y mimos caminaban detrás de ministros de los gobiernos del mundo, imitándolos. Hubo un momento en que un delegado ruso no aguantó la burla y sacó una pistola, gritando
ya basta. El movimiento altermundista que arrancó ahí continuó usando títeres enormes para burlarse de los políticos que promovían el
libre comercioy en una de las movilizaciones masivas en Washington, poco después, la policía secuestró a todos los títeres de un almacén –los primeros títeres presos políticos–, ya que aparentemente eran muy peligrosos.
Los Yes Men utilizan la burla para enfrentar a los grandes intereses
empresariales, mostrándose como representantes de ellos en conferencias
de prensa nacionales y en foros empresariales, lo que provocó
respuestas en verdad histéricas de ejecutivos y voceros de empresas
como Monsanto, Halliburton y Shell, o de la Cámara de Comercio. A veces
sus actos son más sencillos, como durante los mejores días de Ocupa
Wall Street, cuando las autoridades pusieron un cerco alrededor de la
famosa escultura monumental de un toro en Broadway, símbolo del poder
financiero, y colocaron policías y una patrulla para vigilar el sitio.
Una mañana aparecieron dos payasos, con el vestuario clásico (zapatos
gigantes, bolas en la nariz), y se brincaron la valla de metal. Los
policías los empezaron a corretear dentro de la placita alrededor del
toro y de repente apareció un matador, con capa, quien se subió en la
patrulla para desafiar al toro. Ver
Los payasos rompen la maldición del juego de poder. Y tal vez más
que en Shakespeare, a veces hasta desnudan al emperador. Son algunos de
los mejores guías a Estados Unidos. Y a veces la risa es esencial al
tratar de entender este país.
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