por Domenico Losurdo
Ignorando las instrucciones que dejara el propio Alfred Nobel, el jurado del premio Nobel ya no está recompensando el coraje en el trabajo por la paz sino la utilidad mediática al servicio del imperialismo. La lista de los más recientes laureados con ese premio no es más que una enumeración de personalidades que sirven de coartada a la aplicación de políticas coercitivas y de pretexto para justificar las guerras. El más reciente es el premio Nobel de la Paz de 2010, concedido a un «disidente» chino como medio de justificar la política de containement en contra de China, señala el filósofo Domenico Losurdo.
Un recio debate se ha desatado en Australia en las últimas semanas.
En un artículo publicado en Quartely Essay y del que se adelantaron algunos aspectos en el The Australian, Hugh White lanzó un llamado de advertencia sobre una serie de inquietantes procesos actualmente en marcha:
ante el ascenso de China, Washington está respondiendo con la tradicional política de containment (se puede traducir como política de contención), mediante el amenazante fortalecimiento de su potencial y sus alianzas militares.
En respuesta, Pekín no se deja intimidar ni «contener». Todo lo anterior puede provocar en Asia una polarización de alianzas adversarias y dar lugar al surgimiento de «un riesgo real y creciente de guerra de grandes proporciones e incluso de guerra nuclear».
El autor de esta advertencia está lejos de ser un don Nadie. Tiene en su aval una larga carrera como analista en cuestiones de defensa y de política exterior y forma parte, en cierta forma, del establishment intelectual. No por casualidad su artículo ha desatado un debate nacional, en el que también ha participado la primera ministra, Julia Gillard, quien ha reafirmado la necesidad del vínculo privilegiado con Estados Unidos.
Pero los sectores extremistas australianos han ido mucho más lejos al afirmar que hay que comprometerse a fondo con una Gran Alianza de las democracias contra los déspotas de Pekín. No queda duda alguna. La ideología de la guerra contra China se basa en una ideología existente desde hace mucho que justifica y hasta celebra las agresiones militares y las guerras de Occidente en nombre de la «democracia» y de los «derechos humanos».
Y ahora resulta que se otorga el «Premio Nobel de la Paz» al «disidente» chino Liu Xiaobo. Esa maniobra no podía producirse en momento más oportuno, sobre todo teniendo en cuenta la amenaza de guerra comercial esgrimida contra China, ahora de manera abierta y solemne, por el Congreso de Estados Unidos.
China, Irán y Palestina
Entre los primeros en felicitarse por la selección de los señores de Oslo estuvo la señora Shirin Ebadi, quien inmediatamente añadió aún más sal a la sopa:
«China no sólo es un país que viola los derechos humanos. Es también un país que apoya y ayuda a numerosos regímenes que los violan, como los que están en el poder en Sudán, en Birmania, Corea del Norte, Irán…»
Agregó además que es un país responsable de la «gran explotación de los obreros». Por lo tanto, hay que boicotear «los productos chinos» y «limitar al máximo los intercambios económicos y comerciales con China» [1].
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