El Tea Party es la nueva fuerza de ultraderecha en Estados Unidos, sostenida por millones de dólares de los grandes magnates
Resumen Latinoamericano/Público - El Tea Party se presenta como un movimiento revolucionario, espontáneo y diverso, una ola de fervor ciudadano contra Washington. Sus finanzas, sin embargo, dan una imagen bastante más ambigua de intereses corporativos y políticos mucho más tradicionales.
El Tea Party no es un partido, es un movimiento cuya indefinición estructural ha permitido que muchos se cuelen en las rendijas. En la nebulosa ultraconservadora han surgido nuevas plataformas ideológicas que han recaudado sumas considerables de dinero a favor de los candidatos y financiado discursos de comentaristas y expertos para crear opinión.
Detrás de los anuncios, de las manifestaciones, de los mítines, se han ido consolidando grupos muy organizados. Está el Tea Party Express, una organización con sede en Sacramento (California) creada por Sal Russo, un ex asesor de Ronald Rea-gan; Freedom Works en Washington, que lidera Dick Armey, ex representante por Texas, uno de los líderes de la revolución conservadora de los años 90; American Crossroads, del ex estratega de George Bush, Karl Rove; el Club for Growth, una asociación de empresarios a favor de la desregularización fiscal; y sobre todo, la más discreta y sin embargo más poderosa American for Prosperity Foundation, de los hermanos multimillonarios David y Charles Koch, que defienden la casi supresión de todo gobierno.
Los Koch son el ejemplo más extremo. A la cabeza de un conglomerado industrial valorado en 35.000 millones de dólares (que sólo superan las fortunas de Bill Gates y Warren Buffet) sus actividades ultras no eran realmente conocidas hasta la publicación de un perfil en la revista The New Yorker el pasado agosto. Hasta entonces, a los neoyorquinos sólo les sonaba Koch por sus obras filantrópicas y los cien millones de dólares que donaron al Teatro de Nueva York.
Frank Rich, el articulista de The New York Times, ha relacionado a los Koch con “los empresarios que financian a la extrema derecha desde que los hermanos du Pont (el gigante químico) respaldaran la American Liberty League en 1934 para derrocar a Roosevelt”.
Las asociaciones ultraconservadoras no se han agrupado bajo la figura legal del Political Action Committee que usan los candidatos para canalizar dinero electoral, sino bajo la mucho menos restrictiva ley 501 (c) (4), como si fuera una organización sin fines lucrativos, que permite recaudar cantidades ilimitadas de dinero y no tiene obligación de revelar la identidad de los contribuyentes. No pueden coordinarse con las campañas oficiales ni apoyar directamente al candidato pero pueden hablar de los temas que les interesan.
Frank Miller, candidato respaldado por Sarah Palin, ganó en agosto las primarias republicanas a la actual senadora por Alaska, Lisa Murkowksi, gracias en parte a los 550.000 dólares del Tea Party Express en anuncios electorales. Lo mismo hizo en septiembre al gastarse 200.000 dólares en respaldar a la controvertida Christine O’Donnell en su carrera, que ahora parece perdida, para el Senado que se disputa en Delaware.
Ha invertido aún más, casi un millón de dólares, según la organización Center for Responsive Politics, en defender a Sharron Angle, la candidata conservadora que amenaza con arrebatarle el escaño de senador por Nevada al demócrata Harry Reid. En total, el Tea Party Express habría recaudado más de cinco millones de dólares desde enero de 2009.
Un autobús por todo el país
También ha fletado un autobús que salió de Reno (Nevada) el lunes, cruzará el país organizando manifestaciones en distritos cuidadosamente seleccionados y acabará el día antes de las elecciones en New Hampshire, en la otra punta de EEUU. A su paso criticará las políticas de Barack Obama y tratará de canalizar hacia las urnas la ira de sus simpatizantes.
El maná de dinero conservador se ha visto facilitado por la decisión de la Corte Suprema que a principios de este año otorgó a las empresas los mismos derechos que a las personas para contribuir a las campañas electorales. De hecho, Freedom Works reconoce que del 15 al 20% de su capital viene de grandes corporaciones.
Y este año se han batido récords. El Washington Post informó que en estas elecciones, grupos afines pero ajenos a los dos grandes partidos, la mayoría conservadores, se habían gastado 80 millones de dólares en las campañas de sus candidatos comparados con los 16 millones de 2006.
No hay que subestimar el entusiasmo ciudadano. Sharron Angle, la candidata Tea Party de Nevada ha conseguido recaudar 14 millones de dólares en los tres últimos meses gracias a pequeñas contribuciones de menos de cien dólares.
“Cuando vean que ya no somos un tema candente se pasarán a otra cosa. Este es el dinero tradicional de los políticos, el tipo de cosas contra las que protestamos”, afirmó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario