Con la posible excepción de Venezuela, las revueltas populares que tuvieron lugar inmediatamente después de la crisis dieron lugar a resultados capitalistas
Introducción
Acabada la mejor parte de la década actual, los mercados de valores latinoamericanos han vivido una expansión. Los inversores extranjeros han recogido y repatriado a sus países de origen miles de millones de dividendos, beneficios e intereses. Las corporaciones multinacionales se han metido en la minería, el sector agrario y otros afines, sin trabas y prácticamente sin que las diferentes regiones les hayan exigido realizar “transferencias de tecnología” ni impuesto limitaciones medioambientales. Los gobiernos latinoamericanos han acumulado unas reservas de divisas extranjeras sin precedentes para garantizar que los inversores extranjeros gocen de acceso ilimitado a monedas fuertes para remitir las ganancias. La década ha sido testigo de una desmovilización sin precedentes de movimientos sociales radicales. Los gobiernos han brindado protección política y social a inversores nacionales y extranjeros, así como garantías a largo plazo del derecho a la propiedad privada.
Ni un solo gobierno de la región, con la excepción de Venezuela, ha invertido el curso de privatización a gran escala de sectores económicos estratégicos implantado en la década de 1990 por los gobiernos neoliberales anteriores. En realidad, la concentración y centralización de tierras fértiles se ha mantenido sin el menor disimulo en el calendario político de una posible redistribución de la tierra o la riqueza. Mientras los banqueros y los inversores nacionales y extranjeros celebran la expansión económica y, lo que es más importante, expresan su valoración positiva invirtiendo miles de millones en la región, los expertos de la izquierda afirman percibir el «resurgir de la izquierda» y escriben sobre una u otra versión del socialismo del siglo XXI. Concretamente, muchos intelectuales y expertos euroamericanos progresistas y de izquierdas, destacados y cuyos textos se publican en todo el mundo han prestado muy mal servicio a sus seguidores y lectores. Los comentarios basados en exploraciones lejanas y superficiales ofrecen informes elogiosos del giro de América Latina hacia la izquierda y la independencia nacional. Estas descripciones carecen de fundamento empírico, histórico, analítico o estadístico.
Autores tan distintos como Chomsky, Tariq Ali o Wallerstein, que jamás han realizado una investigación de campo al sur de Río Grande en ningún momento o, por lo que nos toca, tampoco han consultado a los inversores importantes que cosechan miles de millones en la América Latina actual, se han convertido en expertos instantáneos sobre la orientación social y política de los gobiernos, la situación de los movimientos sociales y las políticas económicas vigentes. Parece como si América Latina fuera un blanco fácil para cualquiera y para todos los autores occidentales de izquierda capaces de repetir la retórica política de los gobiernos implicados. No cabe duda que esa práctica garantiza recibir una invitación oficial de vez en cuando, pero apenas sirve para clarificar los rasgos socioeconómicos más llamativos de la actual hornada de gobiernos latinoamericanos y de las estrategias de desarrollo marcadamente definidas que aplican.
La abundancia de datos basados en entrevistas de campo extensas, los estudios estadísticos publicados por organismos de desarrollo internacional, los informes de consultoras, empresas y bancos de inversión y los debates con dirigentes de movimientos sociales independientes aportan documentación sobrada para mantener que América Latina ha tomado múltiples caminos hacia el capitalismo del siglo XXI, y no al socialismo ni a nada que se le parezca.
De hecho, uno de las grandes historias triunfalistas aclamadas por la prensa internacional es la marginación de la política socialista, la aceptación generalizada de la «globalización» por parte de los dirigentes políticos (desde el centro-izquierda hacia la derecha) y la des-radicalización de la élite intelectual y académica, que libra la batalla contra los fantasmas neoliberales al tiempo que ofrece legitimación populista a los políticos del... capitalismo del siglo XXI.
El capitalismo del siglo XXI: Continuidades y cambios
En los últimos años, los inversores, los especuladores, las corporaciones multinacionales y las empresas comerciales de Asia, Europa, América del Norte y Oriente Próximo han encontrado virtudes y valores en las políticas de desarrollo económico instauradas por los dirigentes latinoamericanos recientes. Concretamente, aplauden la recién hallada estabilidad política y las nuevas oportunidades económicas a largo plazo y las elevadas tasas de beneficio. En realidad, a América Latina se la mira como un gran almacén al por mayor donde realizar inversiones lucrativas que superan los frutos extraídos de las que se hacen en los mercados inestables y volátiles de Estados Unidos y la Unión Europea.
Por las operaciones que conocemos de él en América Latina, algunos de los elementos más importantes el capitalismo del siglo XXI (C XXI ) se solapan con las múltiples variantes del capitalismo del siglo XX. El C XXI ha suscrito las políticas de «apertura de mercados» del modelo neoliberal del siglo XX; ha fomentado las exportaciones agrarias y mineras y la importación de manufacturas, similar a la división colonial del trabajo de principios del siglo XX. Ha tomado prestadas medidas de intervención estatal de la estrategia de desarrollo nacionalista para aliviar la pobreza, rescatar bancos y promocionar a los exportadores y a los inversores extranjeros.
Como en casi todos los países capitalistas en vías de desarrollo «tardíos» y «retardados», en algunos de los más extensos, como Brasil y Argentina, el Estado desempeña un papel mediador importante entre los exportadores agrarios y mineros y los capitalistas industriales (nacionales y extranjeros).
A diferencia de las versiones anteriores de capitalistas liberales y neoliberales que, en primera instancia, eliminaban las restricciones pre-capitalistas impuestas a los flujos de capital y, a continuación, las exigencias laborales y de bienestar que constreñían la explotación capitalista, los actuales gobiernos liberales heterodoxos (o «post-neo-liberales») tratan de incorporar a los trabajadores y a los pobres e invitarlos a participar en la nueva estrategia de exportación. En parte, el capitalismo del siglo XXI puede defender el «mercado libre» y las políticas de bienestar y lucha contra la pobreza debido a la coyuntura favorable del mercado mundial de carestía de las materias primas y a la expansión de los mercados asiáticos.
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