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miércoles, 27 de octubre de 2010

Jefes militares nombrados por Obama tienen un pasado de corrupción

Investigación del Proyecto Censurado 2010
por Robert Parry, Andrew Hughes, Allan Nairn, Roxana Tiron

Los más altos responsables de la Defensa de los EEUU nombrados en sus puestos por el presidente Obama son los mismos que han cometido los peores crímenes y una enorme corrupción con el dinero público en las pasadas administraciones gubernamentales. Lo único que ha cambiado es el discurso, las costumbres siguen en el seno del poder. Lo más sorprendente es la indiferencia que ha acompañado el cierre de la investigación judicial sobre la desaparición de 3,400 millones de dólares de las cajas del Estado y sobre todo la promoción a cargos más elevados de estos mismos responsables implicados en la más gigantesca malversación de fondos de la historia.

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El vice-presidente de los EEUU, Joe Biden (a la izquierda), el Secretario de la Defensa Robert Gates (a la extrema derecha) y otros cargos militares estadounidenses escuchando al presidente Barack Obama en el Pentágono.
(Enero de 2009)

Al mantener el presidente Obama al republicano Robert Gates en su puesto como Secretario de Defensa; Obama tomaba una decisión sin precedentes históricos en los Estados Unidos. Efectivamente, era la primera vez que una nueva administración presidencial mantenía en su cargo a alguien del gobierno anterior en un puesto tan importante. Gates fue un jefe militar de la administración Bush y en ese sentido un ejecutor clave de la última oleada de la guerra en Irak, después que reemplazó a Donald Rumsfeld, quien se mostró opuesto a la nueva escalada.

Los nombramientos de Obama en Defensa e Inteligencia beneficiaron a muchos de los peores elementos de la política de seguridad nacional de las últimas tres décadas. Estas decisiones y nombramientos contradicen además sus principales argumentos de campaña respecto una «inteligencia politizada» y «falta de transparencia». El currículum que vanagloria «décadas de experiencia» de estos jefes está lleno de faltas éticas, mentiras al Congreso y «conflictos de intereses» en la puerta giratoria que une al gobierno y al complejo militar-industrial.

Aunque Obama prometió mantener a los cabilderos fuera de los altos cargos gubernamentales, muchos nombramientos han beneficiado a ex lobbystas o ex consejeros de corporaciones que hacen negocios directamente con el Pentágono, y el nuevo Comisionado de Defensa William Lynn todavía no explica cómo desaparecieron 3.4 mil millones de dólares cuando fue interventor del Pentágono.

La carrera de Robert Gates refleja la puesta en marcha de posiciones neo-conservadoras y también le resta credibilidad al plan de Obama para un retiro organizado de las tropas de EEUU.
Su historial como oficial de inteligencia de carrera comenzó bajo Nixon. Pero, como indica la crónica del periodista Robert Parry [1], cuando ocupó altos cargos en la CIA en los años 80, durante la administración Reagan, desmantelo y anulo el concepto de inteligencia objetiva de la división analítica de la agencia de espionaje.

En el reciente libro, “Failure of Intelligence: The Decline and Fall of the CIA” («Fracaso de la inteligencia: Decadencia y caída de la CIA»), el ex analista CIA Melvin A. Goodman describe a Gates como «el oficial jefe de acción que condujo la adaptación de la inteligencia para cumplir los deseos políticos de la Casa Blanca durante la administración Reagan». Como analista principal reportando directamente al director de la CIAWilliam Casey, Gates «dirigió el primer «sancochado» y «maquillaje» técnico institucionalizado de la CIA en los años 80, con un énfasis particular en hacer la inteligencia a la medida de la Unión Soviética, América Central y el sureste de Asia», aseguró Goodman, a fin de justificar el creciente gasto militar y la colaboración de EEUU en guerras sangrientas que fueron elementos centrales de la política exterior de Reagan.

La audiencia en el Congreso para la confirmación del puesto de Gates como director para la CIA de George H.W. Bush (padre) en 1991 escuchó a un flujo extraordinario de funcionarios de carrera de la CIA que contaron historias internas acerca de cómo este personaje había corrompido la producción de inteligencia.

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