El Ejército británico emplea torturas en los interrogatorios a los prisioneros iraquíes, según denuncia el diario The Guardian. Entre las técnicas empleadas por los soldados se incluirían la privación sensorial, las amenazas y la obligación de desnudarse.
Según un documento al que habría tenido acceso el diario británico, los mandos del Ejército recomiendan desde 2005 que para conseguir su objetivo, los soldados humillen a los prisioneros, les creen inseguridad, les provoquen ansiedad y miedo, les desorienten y les dejen agotados.
Las indicaciones del Ejército contravienen Los Convenios de Ginebra, que protegen el respeto al honor y a la persona de los prisioneros de guerra. Además, señalan que “no se podrá infligir a los prisioneros de guerra tortura física o moral ni presión alguna para obtener datos de la índole que fueren”.
Pese a que según este convenio los prisioneros que se nieguen a responder “no podrán ser amenazados ni insultados ni expuestos a molestias o desventajas de ningún género”, los mandos británicos abogaban por incomunicarlos, privarles del sueño, usar vendas y hacerles que se desnudaran durante el interrogatorio.
Vejaciones y humillaciones
Un manual elaborado en abril de 2008 sugiere mantener al “personal capturado”, como se le denomina, en condiciones de malestar físico, desnudo y continuamente intimidado y explica que la privación sensorial es legal si “hay motivos operacionales válidos” para ello.
Otras instrucciones más recientes indican que las vendas para los ojos, los tapones en los oídos y las esposas para maniatar a los presos son instrumentos esenciales en los interrogatorios militares y señala que a los prisioneros sólo deben permitírseles cuatro horas de sueño ininterrumpido aunque puedan descansar hasta ocho horas al día.
Igualmente, proponían que los prisioneros fuesen interrogados en lugares preferentemente sucios e incómodos.
El caso de Baha Mousa
Las torturas de los soldados británicos a presos iraquíes fueron destapadas en 2006, durante el juicio militar por crímenes de guerra al que se lo sometió el cabo Donald Payne, donde éste dijo que “disfrutaba” al escuchar a los iraquíes gritar de dolor mientras les propinaban patadas y puñetazos en el centro de detención de Basora.
A Payne se le juzgaba, entre otros motivos, por la muerte del recepcionista de hotel Baha Mousa en 2003, cuya autopsia demostró que tenía 93 heridas (incluyendo varias costillas rotas y la nariz fracturada). En principio, según el diario, las técnicas de interrogación se establecieron tras morir el recepcionista.
La denuncia de las torturas de los soldados británicos se produce días después de que el diario The Guardian hiciera públicos los abusos del Ejército estadounidense en Irak, que demostraban unos documentos filtrados por Wikileaks.
Agencias
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