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domingo, 2 de octubre de 2016

Argentina-Brasil, antes y ahora



Emir Sader
La Jornada 
Desde que los gobiernos de Argentina y Brasil se han articulado como eje de los procesos de integracion latinoamericanos, a partir de coincidencias fundamentales en la lucha contra el neoliberalismo, sus presidentes en cuanto eran elegidos se visitaban mutuamente, como primer viaje internacional. Eran maneras de reafirmar esa alianza, esa amistad, ese cariño que se tenían Lula y Néstor Kirchner, Cristina y Dilma.
Fueron los mejores años de las relaciones entre los dos países y en los que más se avanzó en el intercambio entre ellos y en los procesos de integración latinoamericana. En los encuentros se hablaba de las relaciones estrechas entre los dos países, de la situación de América Latina, del lugar del continente en el mundo. ¿Se acuerdan, hermanos?, ¡qué tiempos aquellos!
Eran encuentros llenos de pueblo, de participación de movimentos populares, de concentraciones en las plazas, de conversaciones con representantes de las fuerzas del campo popular. Eran dos países que se acercaban, que hablaban por intermedio de sus presidentes.
Hoy, sin embargo, ¿qué representa el encuentro de dos presidentes profundamente antipopulares como Mauricio Macri y Michel Temer? ¿En qué escenario se van a encontrar? ¿De qué temas van a hablar? ¿Cómo se van a defender de la hostilidad del pueblo argentino para ambos?
Será un encuentro soturno, de dos presidentes que no representan a sus países, sino a los intereses del Imperio. Hablarán del FMI, del retorno del endeudamiento de sus países; compararán el nivel de recesión de sus economías, los niveles récord del desempleo, de las manifestaciones populares contra ellos, de la hostilidad que nutren hacia países vecinos como Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Se defenderán del pueblo con barricadas, con tropas, con esconderse de las calles. Hablarán al final en entrevistas controladas a los medios que los promueven, no anunciarán nada en el camino de avanzar en la integración regional, al contrario. Nada de la construccion de formas de defensa comunes respecto a la crisis internacional del capitalismo.
No habrá nada que anunciar de bueno para sus pueblos. A lo mejor ni hablarán de los ajustes fiscales que los identifican, porque saben que sólo contienen noticias malas para los pueblos.
Ya no será la relación de acercamiento y fraternidad entre dos países y dos pueblos. Ninguno de los dos piensa en América Latina como un sujeto político, ni en sus países como agentes de la integración.
Ni de elecciones es de buen tono hablar, dado que Temer llegó a la presidencia mediante un golpe y lo que más teme son las elecciones directas que el movimiento popular revindica en Brasil.
Los dos tienen en común intentos de reimplantar el modelo neoliberal que ha fracasado en ambos países, produciendo las peores crisis en Argentina y en Brasil en mucho tiempo. Tienen en común representar a los sectores que habían sido desplazados del gobierno por el voto democrático de los dos pueblos, a lo largo de mucho tiempo. Y hoy representan los intentos de restauración conservadora en América Latina.
No hay forma de no echar de menos las relaciones fraternales entre Néstor y Lula, entre Cristina y Dilma. Y las relaciones estrechas y solidarias entre Argentina y Brasil, como ejes de impulso de la integración latinoamericana.

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