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jueves, 20 de octubre de 2016

Investigación revela altísima concentración de la riqueza


Uruguay
Brecha

Al menos la cuarta parte de la riqueza en poder de hogares de Uruguay pertenece a 25 mil personas, el 1 por ciento de la población. De ellas, 2.500 personas de 20 y más años (el 0,1 por ciento) tienen 13,69 por ciento del total, lo que equivale a por lo menos 12.300 millones de dólares. “Hablar de la riqueza y de su concentración refiere en verdad a la concentración del poder”, dice Mauricio de Rosa, autor de esta investigación.
La mitad de los habitantes de Uruguay no es poseedor de riqueza. Un 40 por ciento (un millón de personas) tiene el 38 por ciento de la riqueza, y un 9 por ciento tiene el 36 por ciento. El total de la riqueza es estimado en forma conservadora en 90.000 millones de dólares.
Esta fuerte concentración de la riqueza es demostrada por la tesis de maestría de Mauricio de Rosa, presentada la semana pasada en las VIII Jornadas de la Red sobre Desigualdad y Pobreza de América Latina y el Caribe (Capítulo de Uruguay) realizado en la Facultad de Economía (Udelar). Su título es “La distribución de la riqueza en Uruguay. Una aproximación por el método de capitalización” y constituye una novedad en un tema que el mundo académico llevaba décadas sin encarar en forma sistemática. Mejores fuentes de información y mejores métodos de trabajo abrieron esta puerta para una investigación que insumió casi dos años.
La tesis fue tutorada por la economista Andrea Vigorito, del equipo del Instituto de Economía, y forma parte de las líneas de investigación de éste. El aporte fue definido como el puntapié inicial de un trabajo de mayor aliento sobre la riqueza y su distribución.
El trabajo señala que los antecedentes en la materia son escasos, y destaca el de 1987 de Stolovich, Rodríguez y Bértola, en el que se estudian los grupos de poder económico asociados a la posesión de capital. Ellos sostuvieron, examinando la situación en 1980, que la fuerza hegemónica de la economía uruguaya, asociada a lo que denominan “gran capital”, se encontraba concentrada en algunas decenas de grupos familiares y un acotado número de unidades productivas privadas. Ellas representaban el 59,1 por ciento del valor agregado industrial, el 40 por ciento del valor apropiado por el comercio mayorista, el 12,5 por ciento de las tierras productivas y el 79,1 por ciento del valor de las exportaciones.
En entrevista con Brecha, De Rosa señaló que se sabía sobre la evolución de la desigualdad de ingresos (en particular de 1986 en adelante) mas no de la riqueza: “El índice Gini de de­sigualdad en los ingresos se mantiene más o menos estable luego de la dictadura y en los noventa trepa en el período de crecimiento económico, sigue creciendo cuando la economía se estanca y continúa creciendo cuando la economía entra en crisis. O sea, crece sistemáticamente hasta bien entrada la década del 2000. Con el gobierno del FA, a partir de 2005 y hasta 2007, la distribución de ingresos mantiene la desigualdad que traía, con una moderada tendencia al alza, hasta que entran en juego una serie de reformas: fundamentalmente la transformación del régimen de asignaciones familiares, que actúa sobre la parte baja de la distribución, mientras el Irpf actúa sobre la alta. Esto sumado a los consejos de salarios y el incremento del empleo, que elevan fuertemente la masa salarial de los trabajadores, provoca una brusca caída de la desigualdad, en el entorno de unos 6 puntos del Gini desde 2008 a 2012 [el año estudiado por su tesis]. Es una de las caídas más importantes de América Latina, sobre todo porque ocurre en un período muy corto de tiempo y partiendo de niveles ya bajos. Recordemos que Uruguay se ha caracterizado por tener una de las desigualdades de ingresos más bajas del continente. Después de 2012 este proceso se detiene y queda estable desde entonces”. Pero en materia de riqueza, la de esta tesis “es la primera foto, es de 2012, y da cuenta de una de­sigualdad muy marcada”.
Su trabajo hace una estimación de la distribución de la riqueza en Uruguay en ese año “por medio del método de capitalización, con énfasis en la participación de los fractiles superiores en la riqueza total”. A los efectos, trabaja sobre tres grandes categorías: las riquezas de tipo empresarial, financiera e inmobiliaria. El autor propone que el resultado “realice un aporte al estudio de la distribución de la riqueza en países en desarrollo, para los que existen muy pocos antecedentes, al tiempo que contribuya al debate público sobre la distribución de la riqueza y el ingreso”.
El método de capitalización consiste, según su definición, “en calcular el stock de riqueza subyacente [en tanto no se observa] de cada individuo a partir de los ingresos provenientes de ésta percibidos, empleando para realizar este cálculo un factor de capitalización para cada categoría de riqueza”. A los efectos, define riqueza como “el conjunto de activos menos las deudas, incluyendo el conjunto de bienes inmobiliarios, las propiedades de las empresas y las colocaciones financieras”.
Un aspecto importante de esta fuerte concentración de la riqueza es que con el mero transcurrir del tiempo los ricos serán más ricos. “Si el retorno del capital es mayor que la tasa de crecimiento de la economía, entonces el capital va a tender a tener una mayor participación en el producto conforme pasa el tiempo. En la medida que este capital se encuentra muy concentrado, esta tendencia empeora a su vez la distribución de la riqueza y por su intermedio la del ingreso”, dice su tesis.
Y también “si individuos más ricos tienen acceso a más y mejor información o tienen mayores posibilidades de eludir impuestos, entonces los retornos del capital estarían positivamente correlacionados con el nivel de riqueza. Si esto efectivamente ocurre, a los individuos más ricos se les estaría aplicando un factor de capitalización más alto del que les correspondería, sucediendo lo opuesto para los menos ricos”.
La clave radica en que “la riqueza es importante más allá de su rol en tanto proveedora de ingresos”. La riqueza es poder, según sostenía ya Adam Smith (a quien cita) en el siglo XVIII, apoyándose en Thomas Hobbes, del siglo XVI.
A continuación, un resumen del diálogo de De Rosa con Brecha:
—La concentración de la riqueza implica poder, dice la tesis. ¿Qué poder?
—El poder económico en primer lugar, en tanto poder sobre los procesos productivos. Una de las decisiones más importantes de una sociedad es cómo invertir sus recursos, y el poder sobre los procesos productivos significa poder incidir en las características de esa inversión. Qué producir, cómo producir y para quién producir.
—¿Implica influenciar el poder político?
—Implica tener más margen de maniobra individual que el resto de la población para ensayar actividades económicas como le plazca. Y en particular implica poder de influencia política. O sea, es una riqueza para influenciar el proceso productivo y para influenciar las políticas.
—La relación del poder de la riqueza con su capacidad de influir en el proceso político no debe de estar estudiada.
—No en Uruguay y en particular no desde la economía como disciplina, sobre todo porque los mecanismos son difusos. La forma del poder de actuar es a través del lobby, por medio del financiamiento de partidos políticos y otros mecanismos. Quiero establecer con claridad que esto de la riqueza como poder es parte de la fundamentación del estudio de la riqueza, pues yo sé que hablar de la riqueza y de la concentración de la riqueza refiere en verdad a la concentración del poder. Pero yo no estudio ni los mecanismos mediante los cuales esto opera ni ningún proceso de esa naturaleza.
—¿Influencia ese poder económico al Estado?
—Y sí. El Estado, que se relaciona dinámicamente con el sector privado y en particular con las unidades productivas, se está relacionando con un conjunto acotado de personas, que en el caso del 0,1 por ciento no supera las 2.500. Es un conjunto muy acotado que tiene una gran capacidad de coordinación interna, que evidentemente pueden articular entre ellos y con el Estado. Y pueden coordinar o presionar a la administración pública, por supuesto.
La riqueza inmobiliaria es dominante por cuantiosa, el 85 por ciento del total de la riqueza, y es también la mejor distribuida, y la empresarial y la financiera se reparten en partes iguales el restante 15 por ciento. Lo interesante es que para el 99,9 por ciento de la población, si tienen riqueza, es básicamente inmobiliaria. Es recién en el 0,1 por ciento restante donde irrumpen violentamente, por altamente concentradas, las riquezas empresarial y financiera, con la riqueza inmobiliaria bajando en este último fractil al 35 por ciento. Esta fuerte concentración de las riquezas empresarial y financiera hacen que, a pesar de representar relativamente poco de la riqueza total, expliquen más de tres cuartas partes de la desigualdad observada. Recordemos que las 2.500 personas que integran el 0,1 por ciento más rico controlan más de la mitad de la riqueza financiera y casi el 80 por ciento de la empresarial.
—Esto actúa sobre los procesos productivos.
—Sobre todo lo empresarial, porque lo financiero refleja básicamente depósitos bancarios, por ejemplo, que tienen poca influencia. En cambio, el empresario define inversión, distribución de utilidades, contratación de personal, cambios tecnológicos, etcétera.
—Esta concentración es un desafío para un gobierno electo con el compromiso programático de luchar contra la desigualdad y también para el resto del sistema político.
—Ciertamente. El desafío es enorme. Incluso el de bajar la desigualdad en los ingresos es grande. La historia y la experiencia han demostrado, en Uruguay y en el mundo, que con políticas públicas se puede bajar la de­sigualdad. La riqueza es un poco más… terca, pero igual se puede disminuir. Insisto: de esto se ha hablado muy poco. Ahora sabemos un poco más, pero todavía nos falta saber mucho. Estos números dan cuenta de que algo muy grande está pasando, que la riqueza está realmente muy concentrada y que desde el punto de vista de las políticas públicas sería interesante atacarlo de frente.
—¿De frente?
—Esto que aporta el trabajo es una novedad para el campo político. Y en particular para sus integrantes que busquen disminuir las desigualdades, pues el problema tal vez sea más grande del que se suponía.
Ojalá tome nota la clase política de este tipo de números, que son importantes. Y lo son para la deliberación pública y para discusión de la ciudadanía; para la acción política, en el sentido más amplio y lindo del término. Desde la ciencia lo que podemos hacer, en el mejor de los casos, es aportar insumos para una discusión que en realidad no es técnica sino política pues refiere a la ciudadanía y a la forma en que la sociedad decida encarar este tema. El asunto al final del día es que la riqueza está muy concentrada, en particular aquellas formas de riqueza más directamente asociadas con el poder económico y político, y esto genera problemas muy grandes y es sin duda un desafío para la política pública.

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