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viernes, 7 de octubre de 2016

A 48 años de la matanza de Tlatelolco y a 2 de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa


Yelina Gómez Martínez 
¡Estamos obligados a no olvidar!

El deseo claro es que no se repitan las matanzas impunes y el deseo claro es que la democracia por sí misma tenga el valor que hasta el momento el capitalismo salvaje no le ha permitido.
Carlos Monsivais
En la Plaza de las Tres Culturas en 1968 durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, que se caracterizó por su intolerancia, los estudiantes a través de manifestaciones por la falta de democracia, la falta de igualdad y justicia social, se levantaron en un paro estudiantil indefinido. El Consejo Nacional de Huelga que sostenía conversaciones con el gobierno convocó ese 2 de octubre de 1968 a una manifestación pública (ya la plaza estaba tomada por el ejército) con el propósito de dar a conocer los resultados de esas conversaciones con el gobierno y proponer acciones. Comandos de francotiradores apostados en el techo de la iglesia de Santiago de Tlatelolco y de otros edificios comenzaron a disparar contra los manifestantes. La cifra de asesinados y presos fue enorme y superior a la asumida oficialmente. Es una de las matanzas más sangrientas de la historia mexicana perpetrada por el gobierno, fue “un laboratorio de experimentos represivos a gran escala”. La Violencia de estado caracterizó al México de aquel entonces. (Montemayor: 2008).
La violencia continúa acompañando a este capitalismo del siglo XXI donde hay poca o ninguna oportunidad para los jóvenes, donde lo único que interesa es la acumulación parasitaria de capital como relación de poder, donde en nombre de la paz mundial se fabrican guerras que provocan desplazamientos de millones de personas incluyendo a los niños y a los jóvenes, donde se enseña desde el modelo de sociedad impuesto por la hegemonía angloestadounidense que el consumismo es más importante que el compromiso social y político con la patria, que hay que olvidar la historia.
Capitalismo que usurpa la tierra, privatiza el agua, esclaviza a los campesinos, obtiene cifras exorbitantes de dinero con la trata de personas y con el narcotráfico. Un capitalismo que crea las condiciones políticas, culturales y sociorrelacionales para el retroceso a un ecocidio.

En México el neoliberalismo se arrecia, tragedias sociales como el feminicidio, el trabajo infantil, pululan como si nada. Continúa la violencia de estado.
Ayotzinapa: noche del 26 al 27 de septiembre de 2014, la policía de Iguala abre fuego contra los estudiantes y “desaparecen” a 43 de ellos. El crimen es flagrante, aún no se sabe el paradero de los muchachos, sus familiares siguen exigiendo justicia. México sigue sumiéndose en la corrupción, la violencia es política de ese estado para implantar el terror en la población, para atemorizar a todo aquel que se oponga a las políticas del gobierno de Peña Nieto, al autoritarismo y a un modelo de país militarizado apoyado por los EE.UU.
La lucha de los estudiantes de Tlatelolco y Ayotzinapa es la lucha por el cambio social, es la lucha contra la injusticia y contra la falta de oportunidades para los jóvenes y para la mayoría desposeída, es la lucha contra la dominación y la sumisión. ¡No podemos descansar hasta esclarecer la verdad! ¡No, a la impunidad, no a la violencia de estado!

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