Somos un Colectivo que produce programas en español en CFRU 93.3 FM, radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canadá, comprometidos con la difusión de nuestras culturas, la situación social y política de nuestros pueblos y la defensa de los Derechos Humanos.

martes, 10 de mayo de 2011

Isidro Fardales: su pasión por el periodismo en Radio Habana Cuba


Nota de Alternativa Latinoamericana: Nos unimos a los festejos por el aniversario 50 de nuestra querida Radio Habana Cuba, emisora hermana con la que hemos compartido amistad y solidaridad ya por 18 años, especialmente con nuestro amigo y compañero Isidro Fardales. Desde CFRU 93.3 FM Radio de la Universidad de Guelph en Ontario, Canada, en donde tuvimos el honor de contar con tu presencia, isidro gracias por todo tu apoyo y compartir el conocimiento del periodismo y la radio con el colectivo de Alternativa Latinoamericana, extendemos nuestras felicitaciones a todos los que hace posible que Radio Habana Cuba siga siendo esa "Voz de Amistad que Recorre el Mundo"
  
Escrito por Yuzaima Cardona Villena   
Hace varias semanas que Radio Habana Cuba (RHC) y todo su valioso colectivo comenzaron a recibir desde muchos sitios del mundo disímiles comunicaciones, mensajes y felicitaciones. Se adelantan todos, como en una carrera para que no falte nadie a la celebración de hoy, Primero de Mayo, cuando nuestra emisora internacional arriba a sus primeros 50 años.

Cierto es que con el desarrollo tecnológico y la aparición de internet, en la actualidad cualquier planta radial con una versión digital es considerada una emisora internacional, sin embargo, para los radialistas cubanos, Radio Habana Cuba va a seguir siendo la que en las lides internacionales nos represente mejor, se lo ganó con su historia, forjada en la trinchera de Girón.

Uno de sus periodistas más emblemáticos, Isidro Fardales, también tiene mucho que celebrar junto a Radio Habana Cuba. Formado de pies a cabeza en esa planta, ha sido recientemente reconocido con el Premio Gisela Bell a la obra del año, que otorga la Unión de Periodistas de Cuba en su delegación ramal de emisoras nacionales. En ocasión de esa entrega realizamos esta extensa entrevista que publica el Portal de la Radio Cubana hoy, como homenaje a él y a su querida emisora.
-Isidro, ¿cómo llegas al Periodismo?

Entré en la Facultad de Periodismo en 1970. Al inicio iba como trampolín, porque me gustó siempre la Diplomacia y pensé que el Periodismo me servía. No tengo detrás ningún respaldo más allá que mi madre, un ama de casa y mi padre, un obrero que siempre apoyó a los comunistas y al Partido Socialista Popular. Sobre esa enseñanza fue que me manejé, que se acentuó en el Instituto Técnico Militar José Martí (ITM), que me había captado al terminar el noveno grado para hacerme oficial.

Cuando me gradué como periodista me enviaron a trabajar al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), en la Cinemateca de Cuba. Habían evaluado que como universitario me dediqué a hacer cine debates de perfil político, con el interés de mostrar las realidades de los países a través de sus películas. No olvido el primer encuentro dedicado a Brasil, y tampoco el ciclo de cine norteamericano, un boom porque mostraba la discriminación, la mafia. Es por ello que al valorar mi interés en las cuestiones políticas me envían entonces a trabajar en Radio Habana Cuba (RHC).

Cuando llegué a la emisora, luego de entrevistarme con el Director, le confesé que no me interesaba la radio, sin embargo, al término del primer año le dije: “La Radio empieza a entrar en mis venas, Radio Habana Cuba tiene algo especial que me capta y me hace dedicarle todo el tiempo de la vida por el mensaje que lleva, por lo que representa”. En aquel momento, años 70, había una situación muy difícil en América Latina, los movimientos revolucionarios en África y otras partes del mundo eran noticia día a día y RHC estaba ahí, haciendo esa lucha junto esos pueblos.

Recuerdo a mi primer maestro, Miguel de la Guardia, un periodista excelente. El primer turno de trabajo fue con él, me entregó dos notas que me llevaron todo el tiempo para redactarlas, sin embargo, cuando las revisó me las devolvió llenas de tachaduras y cambios. Regresé a recoger mis cosas para irme, con la idea de que no servía para aquello y cuando me vio, me dijo: “Ya tienes las herramientas, ahora aquí es donde tienes que utilizarlas y hacer profesión”.

RHC me ofreció muchas oportunidades. Quería hacer otros estudios, pero Alfredo Viñas, fallecido recientemente, director en aquella época y quien tenía un dominio absoluto de las capacidades de cada periodista, me dijo que la fragua estaba allí mismo con el trabajo diario. Me adentré en la redacción particular de RHC, que sirve en cualquier parte del mundo y en disímiles medios, con jefes extraordinariamente rigurosos y una dirección que revisaba todo, me sentía en una gran escuela.

En la emisora conocí del proceso de grabación y me preguntaba por qué no saber eso también. En correspondencia con ello, creo que no hay un lugar de RHC por el que no haya pasado, estuve en la Sala Internacional, en Programas, en los Departamentos de idiomas, donde dirigí Francés. A veces recorro los pasillos de mi emisora y siento que hasta las paredes me saludan, es por el sentido de pertenencia, por el tiempo de mi vida dedicado a hacer radio, ya van a ser 37 años.

-Durante años has representado a la Radio Cubana en disímiles coberturas de prensa en el exterior, acompañando al Comandante en Jefe Fidel Castro y a diversas personalidades. ¿Cómo te has preparado teniendo en cuenta los rigores de las transmisiones múltiples que has debido realizar, en ocasiones sin editor?

Percibí con prontitud los cambios que se iban experimentando en la radio hacia otras formas de hacer, desde siempre me serví de la tecnología y busqué mis propias fórmulas para transmitir, lo que me sirvió en muchas coberturas, sobre todo el tiempo que estuve en Nicaragua.

Muy tempranamente, en el año 1993 aprendí a editar, cuando teníamos todavía grabadoras de cassette y no se hablaba de hacer una cobertura integral, en la que uno mismo tuviera que hacerlo todo. A pesar de que era algo novedoso, todos no percibían la necesidad de emprender el trabajo de esa manera. En aquel momento era jefe de información, y promoví cursos de edición y realización. Hoy ese conocimiento es una prioridad, porque el mundo sigue caminando por esa escala progresiva y hay que buscar la mejor manera de lograr la calidad.

Antes había quien tenía como escudo la realidad de las transmisiones en onda corta, permeadas de algunos ruidos de antena, por lo que podía notarse que la calidad dependía de ello. Sin embargo, ahora internet desnuda todo y si se entregó un trabajo mal editado lo percibe la audiencia. A veces salen cosas que no se entienden y eso en un medio como la radio significa no comunicar.

Mi mamá siempre me decía cada vez que viajaba a algunas partes que yo llevaba más cables que ropa, porque trataba de facilitarme las posibilidades para que todo quedara bien. La radio pide estar siempre alerta. No fueron pocas las ocasiones en que regresé de viaje en la madrugada y en lugar de llegar a mi casa seguía para Radio Rebelde y en Haciendo Radio brindaba las últimas impresiones de un viaje. Hoy tenemos la competencia de Internet, que también tiene mucha inmediatez, pero para América Latina y creo que para el Caribe sigue siendo mucho más importante la radio, por su bajo costo y cercanía.

-El 13 de enero de 2010, un día después del terremoto en Haití, saliste con un grupo de prensa para reportar lo allí ocurrido para toda la Radio Cubana, quisiera me hablaras de esa experiencia.

Lo que ocurrió en Haití fue muy impactante para todos los cubanos. Escuchar las noticias de aquello fue terrible. Al otro día del desastre yo estaba en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí, precisamente en un curso sobre las nuevas formas de usar internet, el facebook, el twitter, todo esto que se está haciendo cotidiano. Comenzamos a las 8.30 am comentando las noticias del día anterior, el sismo en Haití y sobre las 10 me avisan de que tenía una llamada, me preguntaban si estaba en condiciones de salir para Haití. Sólo pregunté cuándo era la salida, sería dos horas más tarde.

Salí para mi casa en mi bicicleta, donde ya mi esposa me esperaba con una mochila preparada. En el camino pensaba cómo enfrentar aquello, era una situación totalmente diferente. Hacía solo un mes había regresado de Venezuela, donde estuve un año. Nunca había estado en coberturas con ese nivel de impresión, porque el terremoto en Cuba no es una cosa conocida, solo tenía referencias de temblores cuando estuve también un año en Nicaragua, pero nunca llegué a asimilarlos totalmente.

24 horas posteriores a la tragedia ya estábamos allí. Fueron muchos los impactos, el primero ver desde el cielo aquella ciudad en el piso, los edificios destruidos, todo me recordaba las imágenes de las películas hechas sobre la segunda guerra mundial, las ciudades devastadas por los bombardeos, era una cosa parecida.

El segundo impacto fue acercarnos a la pista y ver a la gente desesperada en las calles, recogiendo cosas que podían rescatar, con el pánico de no regresar a ningún lugar donde hubiera una edificación por la posibilidad de nuevas réplicas, como muchas se sucedieron después, algunas muy fuertes.

El tercer impacto fue encontrar el aeropuerto ocupado por una fuerza enemiga, fuertemente armada, con movimientos libres, bajaban y subían aviones de procedencia norteamericana, muchos vehículos militares, aquello fue muy duro, un despliegue innecesario.

Finalmente, lo más doloroso, recorrer las calles de Puerto Príncipe llenas de escombros y cadáveres, para llegar a lo que ellos llaman el Anexo, una construcción al lado del Hospital Militar, donde vive parte de la Brigada Médica cubana. En el patio había dos mesas improvisadas de cirugía, con un techo parecido a una carpa, donde estaban operando a cielo abierto prácticamente.

Las imágenes del terremoto en Haití son dantescas. Las personas llegaban sin cesar y se acumulaban, tanto heridos como muertos. Los llevaban en puertas de casas como si fueran camillas o echados sobre los hombros como si fueran sacos, había niños también. El olor de la muerte no se me olvida. Fue un día muy largo, cuando fuimos a descansar con el primer equipo médico, otro seguía operando, pues las personas arribaban constantemente, cada vez desde más lejos, era como una oleada, sabían que estaban los médicos cubanos y para allí iban. La labor periodística había sido sustituida por la humana, teníamos que ayudar a las personas.

En esas primeras horas recuerdo que la Doctora Yiliam Jiménez, jefa de la misión médica, hablaba a las personas en inglés para que se apartaran de aquellas mesas improvisadas de cirugía, me di cuenta que no iba a funcionar y le ayudé a comunicarse con ellos en francés. Pudimos despejar un poco el lugar desde donde muchas veces tuvimos que partir en busca de historias para contar.

Fueron casi cuatro meses de cobertura en condiciones extremas, no había agua ni fluido eléctrico, los teléfonos estaban colapsados. Con una planta teníamos algunas horas de corriente para redactar en una PC entregada por nuestra embajada. Así pudimos hacer la primera nota solo en texto y soltar un poco la información retenida en la mente, aflojar un poco la tensión escribiendo y comenzar a cumplir con nuestro compromiso allí.

-¿En qué condiciones técnicas desarrollabas el trabajo y las dificultades idiomáticas?

Con la PC que nos entregó la embajada tuvimos varios problemas, lo primero fue el editor, estaba vencido, por lo que aprovechamos una conexión inalámbrica para bajar de internet programas de software libre y tener la base fundamental para hacer el trabajo sin estar pendientes de los virus.

Los primeros días no tenía condiciones para trabajar el audio y empecé a redactar las primeras crónicas. No me sentía cómodo porque el lenguaje que estaba acostumbrado a emplear era el informativo, el de los reportajes, y las crónicas casi siempre se nos quedan medio olvidadas, sin embargo me permitían contar cosas que no salen en la información o la entrevista, detalles que uno va viviendo, de los que va participando junto al pueblo haitiano, con los médicos cubanos.

Haití me ofreció una buena oportunidad también para escribir no solo en español sino en otros idiomas. Cuando llegaron los médicos haitianos que estudiaban en Cuba o cuando nos unimos con los que ya estaban en su país después de haberse graduado en Santiago de Cuba, me di cuenta que podía hacer trabajos en creole y con otras personas más preparadas me comunicaba en francés.

Otra gran oportunidad fue la llegada de las doctoras norteamericanas que también estudiaron en Cuba, aprovechamos porque hablaban español pero también las entrevistamos en inglés. Después arribaron los bolivianos con los que hice trabajos en quechua. Con dos estudiantes, un saharaui y un libanés, hice materiales en árabe y cuando el ex presidente Lula Da Silva, de Brasil, visitó Haití, pues me llegó la oportunidad del portugués.

No olvido tampoco la estancia corta que realizó el Jefe de Estado de Ecuador, Rafael Correa, a quien su homólogo haitiano, René Preval, le habló en francés, a sabiendas de que el primero dominaba la lengua. Hubo otras muchas cosas a nivel presidencial con Preval, todas las cuales me permitían emplear el idioma galo, como cuando llegaron unos Payasos sin Fronteras canadienses a los que yo mismo traduje para montar los trabajos.

Todas estas experiencias permitieron que hiciera una cobertura en varios idiomas para RHC, que transmite en 9, sé que las hice de modo rudimentario, sin mucha realización, aunque algunos pocos trabajos los pude musicalizar para dar mayor fuerza a lo que decía a partir de lo que estaba experimentando, vivencias imborrables.

Por aquellos días de mucha tristeza me alentaba saber que, a pesar de la precariedad en Haití, ese pueblo se levantaba de su sufrimiento y era capaz cada día de vivir y hacerlo lo mejor posible. Cierta vez recorriendo las zonas bajas me di cuenta que en cada cuadra había al menos un salón de belleza, tanto para mujeres, que se atendían muy bien, como unisex. También me llamó la atención la mujer haitiana, que defiende su prenda de mujer y aunque esté en un mercado en que tiene que sentarse en el piso, ellas recogen su saya y hacen su trabajo. Esos detalles narrados mediante crónicas mostraban cosas inexplicables en medio de tanto dolor.

Otro aspecto atractivo era intentar acercarnos a las creencias de esa población, cuya espiritualidad es muy variada, los domingos se visten con sus mejores galas para asistir a su iglesia, a pensar en un mundo mejor.

-Indudablemente son historias para transmitir al joven relevo, que siempre ha estado en tu principal atención.

Por supuesto, trabajo con los jóvenes con mucha intencionalidad, tienen un currículo académico grande, han estudiado materias con un diseño bien pensado, por eso cuando están de prácticas en la emisora no los limito en nada, recorren las distintas áreas de labor, van a coberturas, escriben para la web, trabajan las notas para la redacción y hacen sus trabajos con sonido. Ellos sienten ese entrenamiento como algo lógico, que se corresponde con lo que han aprendido, multiplicar formatos de emisión y las tareas. Eso reconforta, a partir de que uno mismo lo ha podido hacer.

Cuando regresé de Haití me preguntaban mucho. Les insistí en el dominio de los idiomas, en creole, por ejemplo, la cobertura que realicé es quizás la más grande de ese Departamento de RHC en su historia. Y me reconforta porque no es mi lengua, no la domino como el francés, y hace bien saber que uno pudo ayudar a todo el equipo.

En ocasión del encuentro de Preval con Esteban Lazo, miembro de nuestro Buró Político, no había un listado de prensa para acceder y estaba muy limitado, la entrevista se iba a realizar en un cubículo preparado como oficina presidencial, pues todo el edificio de gobierno se había caído. En aquel momento gracias al idioma pude llegar hasta la asistente del despacho presidencial y pasamos los 10 periodistas.

La intrepidez es una cualidad que debe tener todo periodista, te lo dice alguien que no es experto en ninguno de los idiomas que conoce, solo soy atrevido. Tuvimos dos momentos tensos con los militares norteamericanos en Haití. En una oportunidad ante la imposibilidad de acceder al hospital militar, donde estaban nuestros médicos, les dije en inglés que a ellos nadie les había invitado a ese país, no eran los dueños, luego noté que su apellido era hispano, así que me fue más fácil una discusión en español, en nuestro español y las buenas palabras que tenemos para eso.

El segundo momento fue cuando cerraron el acceso en varias calles con unos camiones y explicaban que estaban haciendo maniobras. Entonces les dije que repartir comida no era ninguna maniobra y que al igual que ellos cumplían su trabajo nosotros debíamos cumplir con el nuestro.

Te cuento esto y recuerdo una ocasión en que viajé con Fidel en cobertura de prensa a Estambul, Turquía, donde visitaría dos mezquitas. Allí las calles son sinuosas y estrechas, el chofer estaba tan entusiasmado con la visita del Comandante en Jefe que se acercó tanto a su auto, algo que por razones de seguridad no debía hacer, por lo que tuvimos que detenernos y sin darnos cuenta fuimos a dar al final, nos perdimos y.la primera mezquita no llegamos nunca.

Gracias al programa sabíamos dónde era la segunda, pero aquel chofer solo hablaba turco. Entonces pregunté en inglés a un hombre en la calle y seguimos el viaje a pie, llegamos sin problemas, incluso antes que Fidel y el resto de la comitiva.

-Isidro me hablaste al inicio de tus padres, creo que merece un espacio la familia que has creado.

Claro, ellos son el sostén de todo mi desempeño profesional, aunque a decir verdad el tiempo dedicado con pasión a este trabajo me ha traído algunas complicaciones, tengo cuatro hijos de diferentes matrimonios todos. Ahora convivo con mi hijo menor de 9 años, mi esposa se desempeña también en el periodismo, me entiende mejor, al final del camino parece que encontré más comprensión: Mis padres son dos ancianos, 89 y 88 años, mi mamá fue siempre ama de casa, pero ayudó tremendamente a mi papá, quien no escatimó en enseñarme la dedicación al trabajo, la puntualidad, el rigor del compromiso social, la palabra empeñada, y eso siempre me lo demostró en acciones, ayudando a las personas, en cualquier circunstancia, me lo enseñó sin decírmelo, sin leérmelo, sin darme un libro.

Creo en el ser humano, considero que los valores de la ética, el compromiso y la conciencia están por encima de todo, por eso me siento agradecido de la forma en que fui educado, sobre todo en la honestidad. Recibir el Premio Gisela Bell por la obra del año, otorgado por la Delegación Ramal de la UPEC de las emisoras nacionales cubanas es algo que superó mis expectativas porque no soy una persona que participe en concursos. Soy de la opinión de que lo que uno debe estar dispuesto es a la excelencia día por día, puesto que hay mucha gente que sacrifica mucho más que nosotros, como nuestros cinco héroes, y no es tanto entregar lo mejor para ayudar al país.

Les digo siempre a los colegas de mi querida Radio Habana Cuba, que cumple 50 años, si entregamos un trabajo más integral, con calidad y eficiencia, para apoyar esta obra, eso sería lo más importante, es la propuesta que siempre me he hecho, trabajar con el ejemplo y apelando a la conciencia.

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