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domingo, 1 de mayo de 2011

Ernesto Sábato, antes del fin

Por Fausto Triana
Imagen activaParís, 1 may (PL) Había dejado su testamento espiritual desde 1998, con bastante anticipación, pero llegó al umbral del centenario para unas partidas más de dominó en Santos Lugares y hacerse sitio al lado de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.
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Ernesto Sábato murió ayer a 55 días de cumplir 100 años, con una obra monumental e imperecedera a la altura de sus emblemáticas El túnel, Abbadón el exterminador y Sobre héroes y tumbas.

Premio Cervantes de Literatura en 1984, el escritor nacido en la ciudad bonaerense de Rojas el 24 de junio de 1911 se quedó también sin los homenajes en la Feria del Libro de Buenos Aires, precisamente este domingo.

Seguramente no lo echó en falta, porque era un hombre modesto y discreto.

"Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año. Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito en la mañana", comentó en una ocasión.

Aunque su trayectoria está marcada por vibrantes capítulos, algunos relacionados con la historia política de Argentina, deslumbran sus tertulias con Borges e impacta -ahora más que nunca- su obra Antes del fin.

"Yo escribo porque si no me hubiera muerto, para buscar el sentimiento de la existencia", reflexionó a propósito de su relato de corte autobiográfico con aires de Kafka, acerca del desconcierto del hombre moderno y de su propia existencia.

Se llamaba Ernesto, pero por un hecho singular: el día de su nacimiento tuvo lugar el deceso de su hermano Ernesto, por lo cual su madre decidió repetir el mismo nombre.

Siempre pensé que mi papel en este mundo era remplazar a mi hermano, confesó en una oportunidad. Igual se debatía en el conflicto familiar ante la intransigencia y dureza de su padre, a quien terminó por comprenderlo.

Lejos de un ensayo lapidario o asfixiante, Sábato no dejaba pasar su lucidez a los 86 años, para abrumarnos, sin renunciar a la pasión, la vehemencia y la entrega.

"Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido", concluye.

Francia ocupó un lugar relevante en su trayectoria, casi antes de que Albert Camus y luego Thomas Mann aplaudieran su letra firme y aguda. Antes incluso de ser condecorado como Caballero de la Legión de Honor en 1979, con su escudo de cultor de las utopías.

Fue Abbadón el exterminador, lauro a la mejor novela en Francia y el asomo hacia el firmamento de los elegidos de las letras para este candidato al Premio Nobel.

Por iniciativa del entonces presidente Raúl Alfonsín, Sábato encabezó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, para investigar las violaciones de los derechos humanos durante la dictadura (1976-83).

Su prólogo de Nunca más, el desolador reporte de los 15 mil casos de desaparecidos, es quizá su legado político y social más entrañable para los argentinos, sensibilizados por el compromiso del ya ilustre autor.

Allá en su casa de Santos Lugares, donde se despidió de este mundo, vienen las memorias por Cortázar, Borges y el pensamiento de Ernesto Sábato cuando nos dejaba con su impronta tangencial una proyección más allá de Antes del fin.

"En tiempos oscuros nos ayudan quienes han sabido andar en la noche. Lean las cartas que Miguel Hernández envió�ü desde la cárcel donde finalmente encontró�ü la muerte": 

-Volveremos a brindar por todo lo que se pierde y se encuentra: la libertad, las cadenas, la alegría y ese cariño oculto que nos arrastra a buscarnos a través de toda la tierra.

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