Por
Fuentes: Rebelión
1° de mayo y en Bolivia, la dictadura del virus se conjuga con la
dictadura del régimen y, en alianza perversa, esta vez no nos permiten
llenar las calles marchando.
La imposibilidad física de
acompañarnos, sin embargo, no apaga la reivindicación de la clase trabajadora y
del pueblo organizado que este año tiene muchos motivos para manifestarse. El Golpe
de Estado de noviembre ha generado una severa crisis política, social y
económica que se ha magnificado con el brote del COVID-19. Mientras tanto, el
régimen golpista apuesta por el miedo, por la represión y por el amedrentamiento
al enemigo y a todo aquel que pretenda cuestionar su legitimidad.
Es en ese contexto que se afronta
una crisis sanitaria sin ninguna medida que tenga que ver con la salud en sí
misma y pareciera que, en la bifurcación del camino en la que se debe tomar decisiones
para paliar la crisis política, social y económica, los golpistas optan por la
salida de la derecha; la de la militarización, la de la persecución, la de la
estigmatización, la del endeudamiento, la de la vulneración de los derechos de
las y los trabajadores y la de la precarización de la vida.
La ilegitimidad de los que
detienen el gobierno en este momento genera incertidumbre, malestar y
descontento en la población que están muy cerca de ser móviles para la
movilización y el desacato. Además, sin un escudo social integral que permita a
la mayoría de los bolivianos cumplir adecuadamente con las medidas de
prevención del coronavirus, cada vez más familias están al borde de tener que
decidir entre la enfermedad y la precariedad.
Por tanto, desde las
organizaciones sociales obreras, pero también indígena-originario-campesinas y
urbano-populares y desde las organizaciones revolucionarias y partidos de
izquierda, las voces se sintonizan para pedir que las elecciones presidenciales
que debían llevarse a cabo este domingo y fueron pospuestas por la pandemia,
sucedan lo antes posible. Se trata de la necesidad de que un gobierno con respaldo
social asuma la conducción del país en tiempos de crisis. Se trata también de
que el gobierno golpista que, en principio se pretendía “de transición”, cumpla
con su deber único de llamar a elecciones y deje de desmantelar todo lo que se
había logrado en 14 años por las organizaciones sociales en el gobierno del
Movimiento al Socialismo.
El gobierno de Jeanine Añez vio
en la pandemia la oportunidad de prorrogarse en el poder y no dudó en
intentarlo. Al frente tiene a dos actores esenciales. Primero, está la Asamblea
Legislativa Plurinacional con una bancada del Movimiento al Socialismo mayoritaria
pero debilitada y con roces internos que cada vez son más visibles. Pero, sobre
todo, tiene al frente al pueblo organizado que va trazando de a poco sus
acciones y su agenda. Un claro ejemplo se dio en la víspera de este día en la
que la Asamblea Legislativa Plurinacional promulgó, a pesar del rechazo de la
presidencia, la ley que llama a elecciones en un plazo de hasta 90 días desde
el día en el que debían llevarse a cabo las elecciones pospuestas (hasta el 3
de agosto) y, al mismo tiempo, miles de personas en distintas latitudes del
territorio nacional se asomaron a sus ventanas haciendo sonar ollas y
reventando petardos exigiendo salud, pan y prontas elecciones presidenciales.
Esta victoria (todavía no certera) del pueblo, ha generado que los
medios de comunicación hegemónicos y el poder institucional
contraataquen intentando instaurar en el imaginario colectivo la falsa
dicotomía entre elecciones y salud. La batalla, en los siguientes días,
deberá darse en el campo del sentido común. El reto será plantear, con
las ollas, petardos y palabras, la necesidad de un gobierno legítimo
emanado del voto popular en contraposición al gobierno golpista que no
tiene respaldo social, que ejerce el poder mediante la violencia y la
represión, y que, en el contexto del coronavirus, puede significar la
profundización de una crisis que cueste muertos y precariedad.
@canela_cs
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