La pandemia anuló sus triunfos
gloriosos
Con 36 millones de desempleados y una economía
en ruinas, culpa de todo a Obama, la OMS, los chinos, Biden, los
migrantes, Pelosi...
▲ El presidente Donald Trump, ayer en la Casa Blanca durante una reunión
de gabinete. Algunos analistas temen que ante la crisis social y de
salud en Estados Unidos el magnate y su equipo de campaña recurran a
tácticas aún más extremas que las utilizadas en 2016, para ganar la
relección este año.
Nueva York. El torbellino de ataques, despidos y
acusaciones que diariamente provienen de la Casa Blanca –en particular
contra cualquier crítica al manejo político de la pandemia que ha
desatado la crisis de salud pública y económica– se ha intensificado
como parte de la ofensiva electoral, repitiendo las tácticas
suciasque ayudaron a llevar a Donald Trump a la presidencia en la pugna electoral de 2016.
En medio de una pandemia histórica y una crisis económica que en
muchos sentidos es comparable a la Gran Depresión, el presidente se ha
dedicado ha polarizar todo y continuar desafiando las llamadas
normaspolíticas, dejando a muchos analistas asombrados ante el asalto diario contra opositores, disidentes, los medios y hasta integrantes de su gobierno, incluidos sus expertos en salud pública.
A finales de la semana pasada, el presidente despidió al inspector
general del Departamento de Estado, quien aparentemente estaba
investigando una venta de armas sofisticadas a Arabia Saudita promovida
por el secretario de Estado, Mike Pompeo, así como su uso inapropiado de
subordinados para hacer tareas personales. En abril, Trump despidió al
inspector general del Departamento de Defensa y después a su contraparte
en la comunidad de Inteligencia.
Ayer atacó a Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes y
la demócrata electa más poderosa del país (si Trump y su vicepresidente
Mike Pence se enferman y quedan incapacitados por el virus, ella
asumiría la presidencia, según la Constitución), comentando que “es una
mujer enferma…tiene muchos problemas mentales”.
La semana pasada afirmó que su experto en salud, el doctor Anthony
Fauci, estaba equivocado al aconsejar en contra de la reapertura de las
escuelas, y denunció a un alto funcionario de salud pública de su
gobierno que testificó ante el Congreso sobre el mal manejo de la
pandemia.
Y en los últimos días Trump regresó a su obsesión con su antecesor, al denunciar un escándalo inexistente al que bautizó como Obamagate, al cual calificó de
el crimen y escándalo político más grande de la historia de Estados Unidosy “peor que Watergate”, donde sugiere, entre otras cosas, y sin pruebas ni detalle, que el gobierno de Barack Obama conspiró para fabricar la acusación de que la campaña de Trump se coludió con los rusos. El mandatario ha recurrido a culpar al ex mandatario –a quien llamó
incompetente– de casi todo, incluso de ser responsable de que el gobierno de Trump no estuviera preparado para la pandemia.
Todo es parte de lo que algunos observadores ya pronostican será la campaña
más suciade tiempos recientes.
Parte de lo que explica este nuevo torrente de descalificaciones y
ataques es que de pronto la estrategia para la relección, basada en que
Trump solito había llevado al país de regreso a su gloria al generar
la economía más grandiosa en la historia del mundo, se anuló con la pandemia. Ahora, con más de 36 millones de desempleados y una economía en ruinas, hay cierta desesperación en la retórica del presidente, quien insiste en que todo esto sólo es una interrupción, y culpa de todo a los demás, incluidos Obama, la Organización Mundial de Salud, los chinos y todos los migrantes.
Trump ha atacado a Joseph Biden, quien se supone será el candidato
demócrata para la presidencia en las elecciones que culminarán en
noviembre, no por sus posiciones, sino con insultos, burlándose una y
otra vez de su forma de hablar, de su edad, repitiendo su apodo de el somnoliento Joe y hasta declarando que
ni él sabe que está vivo. Pero por ahora, Biden mantiene una ventaja sobre Trump en las encuestas.
La relección de un mandatario que ha gobernado sobre la muerte de más
de 90 mil estadunidenses y la peor crisis económica en 90 años no
debería de ser nada fácil, y algunos temen que para lograrlo, Trump y su
equipo tendrán que estar dispuestos a usar tácticas aún más extremas
que las de 2016, incluyendo la intimidación, una polarización social más
aguda y la supresión del voto; algunos están alertando de que incluso
podría usar la pandemia para aplazar la eleccion misma si no está
confiado en ganar.
Otros señalan que Trump sabe que las consecuencias de una derrota en
noviembre podrían no sólo ser políticas, sino personales. Vale recordar
que Trump ha sido acusado y está bajo investigación por toda una serie
de asuntos que van desde violación sexual, pagos por silencio a una
estrella de pornografía, enriquecimiento ilícito durante su presidencia,
hasta posibles violaciones relacionadas con sus impuestos, entre otros
asuntos sospechosos.
Biden se comprometió públicamente, al ser preguntado hace unos días, a no contemplar un
indulto presidencialsi Trump es acusado y condenado de delitos una vez que no goce de inmunidad presidencial.
Foto Afp
David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada
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