Fuentes: Rebelión
Se cumplen 125 años de la caída en combate de José Martí, su luz sigue iluminando a nuestras culturas, que reflejan la grandeza del ser latinoamericano con una filosofía propia y universal, la semilla que sembró explica nuestra identidad y la ayuda florecer en el quehacer humilde y descalzo de los pueblos. Nuestra América es la utopía que nos mueve al porvenir, la unidad e integración son sueños necesarios, y es que estamos integrados con una sola identidad unida en la diversidad, fortalecerla y protegerla es parte de la militancia de la vida en las geografías nuestras, la esperanza sobrevive en estas tierras al perjurio y la soberbia imperial. La dignidad nos hace ser virtuosos y útiles para la humanidad, la América nuestra vive en la memoria de nuestros pueblos y en el ahora en que nosotros la defendemos.
Nuestra América, el ensayo magistral que publicará José Martí, el 30 de enero de 1891, en el periódico El partido liberal, habiéndose publicado veinte días antes por primera vez en La Revista Ilustrada de Nueva York, es la síntesis de nuestra historia escrita y descrita desde lo profundo del espíritu libertario que da forma a las miles de voces que reclamaban una segunda independencia, hoy, ciento veintiséis años después, las mismas voces demandan el establecimiento de otro orden social y continental, el reclamo originario por su derecho a ser, el grito rebelde de la mujer que se reconfigura a sí misma desde nuevas perspectivas autogestivas, el campesino despojado, el jornalero vilipendiado, el obrero explotado, el estudiante excluido de los debates nacionales, los niños hambrientos y los ancianos olvidados sin importar cuánto dieron a las patrias presentes. La voz martiana encausa el callado grito de esperanza, crítica y proposición, análisis y programa, el ensayo Nuestra América reúne lo más significativo de las necesidades y proyecta lo más urgente de nuestras obligaciones, “hacer es la mejor manera de decir” sentenciara Martí, en los tiempos de grandes discursos y pocas acciones estas palabras resuenan en lo profundo de los corazones que laten empujando el deseo irrenunciable de construir nuevas realidades en libertad, la cultura latinoamericana y caribeña es única porque retoma lo más universal y lo suscribe en forma originaria.
Nuestra América ha tenido que explicarse a sí misma, para reconocerse y ser reconocida, el trauma colonial continúa negando la existencia, por tanto, el racismo, la discriminación y la desigualdad no únicamente son temas materiales, son ante todo, ideas implantadas en la colectividad como justificante de dominación, la filosofía latinoamericana es respuesta a la hegemonía occidental, es resistencia en el campo de las ideas frente a la cultura que se asume como superior, el crisol nuestro es diverso como lo es la realidad. La filosofía se asume también como instrumento para la liberación de los pueblos. Enfrentamos la disyuntiva de poner fin a la hegemonía imperialista cristalizando el sueño bolivariano y martiano, construyendo la América libre, justa, autónoma, con una real autodeterminación, o padecer las lacerantes atrocidades que la historia registra y siguen repitiéndose, las dictaduras, la desigualdad, el despojo, la explotación podrían profundizarse aún más, la disyuntiva es la humanidad frente a la barbarie.
La luz del pensamiento de José Martí nos ilumina con mayor intensidad en estas horas tan complejas para la humanidad, marca el derrotero del porvenir. Utopía nuestra la unidad y la integración de nuestros pueblos en una sola congregación compuesta por la raíz compartida, la misma desde el río bravo hasta la Patagonia, fronteras difusas de una identidad común, nuestras naciones latinoamericanas nacieron hermanadas en la tragedia de la historia, forjaron patria quienes con su vida y sus actos dieron rumbo a los ideales de próceres que soñaron con el mejoramiento humano, la independencia como bandera y guía de la esperanza. Nuestra América tiene su génesis en la dignidad de las mujeres y hombres de piel multicolor, en el esfuerzo diario por ser como somos sin condicionamientos ni condicionantes, libres, siempre libres, porque las cadenas apresan los cuerpos, pero las ideas surcan los cielos sin presidio, la libertad y la independencia son la sangre que recorre nuestras venas, si la utopía es soñar, soñamos despiertos con los pies descalzos andando los senderos de la dignidad.
Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas
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