Demostración de fuerza contra el presidente

▲ Un oficial resguarda la escena de un crimen en Ayutuxtepeque, El
Salvador, donde un hombre fue asesinado a tiros, durante una ola de
violencia generada por las pandillas en medio de la crisis sanitaria por
el nuevo coronavirus.
San Salvador., En medio de la crisis desatada por el
Covid-19, El Salvador ha vivido el súbito resurgimiento del virus de la
violencia, producto del actuación de las pandillas: 74 muertos en cuatro
días, muchos más que los 10 causados por la pandemia, hasta ahora.
La repentina escalada de la violencia pandilleril, entre el viernes
24 y lunes 27 de abril, rompió con un largo periodo de calma relativa en
cuanto a los homicidios cometidos por estas bandas, pero sobre todo por
la Mara Salvatrucha MS-13, que sería la responsable del repunte.
No se tiene del todo claro por qué se dispararon los asesinatos en
esas fechas, y por qué justamente en medio de la pandemia. Pero los
analistas hacen hipótesis.
La Jornada habló con dos analistas y una activista de
derechos humanos, y los tres coincidieron en que las pandillas, pero
sobre todo la MS-13, la de mayor fuerza y presencia en el país, está
enviando un mensaje a Nayib Bukele, que publicita la idea de que la baja
de los crímenes es producto de su Plan de Control Territorial.
El recado es que ellos, los homeboys, aún controlan el
territorio y si los índices de homicidios se habían mantenido a la baja
no era por ese plan gubernamental, sino porque ellos así lo habían
querido, probablemente esperando una respuesta más inclusiva de Bukele,
quien asumió la presidencia en junio de 2019.
El incremento de los homicidios
desmiente el éxito, muy publicitado, del Plan Control Territorial, y pone en evidencia que grupos del crimen organizado (de los que forman parte las pandillas), no han perdido su presencia en comunidades ni sus capacidades de acción y control territorial, dice Celia Medrano, directora de Cristosal, una organización de derechos humanos en El Salvador.
Antes del frenesí violento del fin de semana pasado, el país mantenía
un promedio de tres asesinatos diarios, una diferencia abismal si se
compara con 2015, el año más sangriento, que cerró con 6 mil 670
homicidios, un promedio de 24 homicidios diarios, es decir, 103 por cada
100 mil habitantes. El país se colocó, tristemente, entre los más
violentos del mundo.
Bukele, de 39 años, es un empresario que llegó al poder como un outsider
tras arrasar en las elecciones de febrero de 2019, aprovechándose del
hartazgo de la población contra los dos principales partidos
tradicionales, la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y
el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
(FMLN).
El analista Mario Vega, un pastor evangélico que ha dado seguimiento
al tema de las pandillas, dice que la baja paulatina en los homicidios
fue una decisión tomada por esos grupos desde que se dieron cuenta, en
2015, que el enfrentamiento directo con el ejército y la policía les
generaba bajas e inestabilidad en sus comunidades.
Esa decisión buscaba protegerse a sí mismos, pues el enfrentamiento les producía muchas bajas. En segundo lugar, los territorios están bien definidos y las estructuras de extorsión funcionan sin complicaciones dentro de esos territorios, eso llevó a que no se atacaran mutuamente entre pandillas, y surgió un enemigo común: la policía y el ejército, explica Vega.
Pero hacerle ver al presidente que ellos aún mantienen el control de los territorios no lo explica todo.
El analista Paolo Lüers cree que al llegar Bukele al poder, las
pandillas esperaban alguna muestra de mayor receptividad del nuevo
mandatario y no las políticas de
mano duraimpulsadas por las administraciones de Arena (1989-2009), ni del FMLN (2009-2019).
Se crearon expectativas y en virtud de ello mantuvieron la baja de
los asesinatos, sin que se sepa exactamente, agrega Lüers, cuáles eran
las acciones que esperaban del presidente. Pero cree que tenían que ver
con mejores condiciones en las cárceles donde muchos están recluidos.
Las expectativas incumplidas venían generando conflictos internos
dentro de la MS-13. Y en algún momento, el equilibrio dentro de la
pandilla se rompió, añade.
Se calcula que entre la MS-13 y el Barrio 18, dividido por luchas
internas de poder en dos facciones, los Sureños y los Revolucionarios,
conforman un ejército de entre 60 mil y 70 mil miembros.
El presidente Bukele, luego de conocerse el alza desmedida de
asesinatos, ordenó el sábado 25 de abril, por medio de su cuenta de
Twitter, endurecer las medidas e imponer aislamiento en las siete
cárceles donde hay pandilleros recluidos, como una forma de castigo.
También autorizó el uso de fuerza letal contra pandilleros.
Eso podría producir una reacción más virulenta de las pandillas, aunque Lüers no cree que ello suceda.
No me puedo imaginar que la gente de MS esté interesada en una escalada permanente de la confrontación, asegura.
Foto Afp
Edgardo Ayala
Especial Para La Jornada
Periódico La Jornada
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