Unos dos meses atrás
publiqué en este mismo medio un artículo que titulé “Argentina: la
Venezuela del Sur” en el que resaltaba un conjunto de variables
socioeconómicas de la gestión de Macri que sólo diferían en magnitud de
las mismas que lamentablemente exhiben la atormentada vida de las
mayorías venezolanas. El interés comparativo no sólo provenía del hecho
de que por entonces la prensa de derecha se solazaba con la
caracterización de “crisis humanitaria” en el país caribeño, sino por el
hecho de que Macri, recibiendo un premio en Wall Street sostuvo que
reafirmaba el “compromiso de Argentina para frenar el "populismo” que
hubiera llevado al país a convertirse en otra Venezuela”, ante un
público de 500 jerarcas y financistas, entre ellos la directora del FMI,
Lagarde. Lo que para Venezuela sería una crisis humanitaria, en
Argentina se trataría sólo de alguna pasajera tormenta producto de la
triple combinación del clima de negocios internacional, del más literal
meteorológico que devasta cosechas y la siempre pesada herencia
recibida. Que haya considerado entonces la situación argentina bajo el
macrismo rayana en el derrumbe, me hizo blanco de críticas por
exageración, no sólo de la derecha sino inclusive de algunos amigos
progresistas.
La influyente revista de chismes económicos y probada afición por los rankings, Forbes,
publicó en su edición del 28 de marzo, un ranking que elaboró el Prof.
Steve Hank de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, EEUU. Hank fue
economista Senior en el Consejo de Asesores Económicos de la presidencia
de Ronald Reagan, pero también asesoró a varios jefes de estado
latinoameicanos, asiáticos, europeos y de oriente medio, particularmente
a sus administraciones más liberales. Malversaríamos el valioso espacio
con más detalles de su trayectoria. Bastará lo expuesto para que el
lector comprenda que no puede sospechársele simpatía progresista alguna.
Por caso, para referirse a Venezuela utiliza el rótulo de “Estado
petrolero socialista y corrupto”.
Hank construyó un curioso
índice de “miserabilidad” de los países en el que recrea con mayores
variables, intentos previos de otros economistas con similar
determinismo e interés cuantitativo pero que sólo se basaban en la tasa
de desempleo y la de inflación. El de su autoría, además de esas
variables añade la tasa de interés bancaria y el movimiento del PBI per
cápita en relación con tal interés. Con sólo esas variables lo que
pretende es establecer el ranking de miserabilidad desde el que ubica
los países más entristecidos (“Saddiest”) o desdichados hasta los
felices (“happiest”). No integra su índice variable política o cultural
alguna como las libertades civiles, las conquistas de igualdad o
derechos, el nivel educativo o cualquier otra esfera cualitativa. De
este modo, el primer lugar “happiest” en el ranking 2018 recientemente
publicado le corresponde a Tailandia, gobernado por una sangrienta
dictadura militar encabezada por el comandante en jefe del ejército que
ha formado un partido y se han celebrado elecciones en marzo de este año
después de posponerlas 4 veces en los últimos 5 años. Los resultados
finales aún se desconocen, aunque se da por supuesto que habría ganado
el partido promilitar del propio dictador Prayut. Tailandia es
particularmente conocido como centro turístico sexual en el que menores
de ambos sexos son obligados a prostituirse. Sin duda un país pletórico
de felicidad.
Cuando vamos al ranking desde el lado de la
desdicha “saddiest” (tal como está construido porque numéricamente se
ordena de mayor a menor “infelicidad”) inmediatamente después de
Venezuela que lo encabeza, aparece precisamente Argentina (confirmando
mis aseveraciones de febrero) y en cuarto lugar, luego de Irán, Brasil.
¿Quién podría sostener que es producto de un mal cálculo o de
animadversión ideológica para con Macri o Bolsonaro? (artículo e índice
completo: https://www.forbes.com/sites/stevehanke/2019/03/28/hankes-annual-misery-index-2018-the-worlds-saddest-and-happiest-countries/#7e062153bce7).
Acepto que tal antipatía se me atribuya a mí que no usé idénticas
variables que el economista para sostener que Argentina cada vez más se
parecía socioeconómicamente a Venezuela y que se dirigía a una
inevitable crisis humanitaria, pero no al profesor estadounidense.
En cualquier caso, más allá del simplismo grotesco de este tipo de
rankings, la ciudadanía uruguaya no debe dejar de tomar nota del lugar
que ocupa la velocidad del deterioro económico-social (la derivada
matemática que es lo que en última instancia mide este ranking) de sus
dos vecinos con las potenciales implicancias para su propia economía, e
inclusive para la política si recordamos la algarabía que los triunfos
de las derechas vecinas concitaron en las vernáculas.
El portal focus economics se
anima a hacer ajustes sobre la base de sus propias proyecciones de tasa
de inflación y desocupación y publica el mismo índice para 2019, aunque
sólo los primeros 10 puestos en los que no figura Brasil. En el resto
no hay mayores cambios: Venezuela seguiría encabezando la desdicha,
Argentina llegaría al tercer puesto superada en infelicidad por Zimbaue y
no habrá mayores sorpresas. (artículo completo en https://www.focus-economics.com/blog/most-miserable-economies-2019-misery-index).
El escenario argentino es tragicómico visto desde afuera. Hasta el diario uruguayo El observador se permite titular: “El colmo argentino: cae la recaudación impositiva en pleno ajuste fiscal”,
el Banco Mundial se preocupa por el “alto precio (consecuencias
sociales) del ajuste” y el propio FMI sostiene que podría fracasar a
pesar del empeño.
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